“El acto” (1982), de Parálisis Permanente

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OPERACIÓN RESCATE

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“Es un disco que oscila entre lo lúbrico y lo romántico del punk con trazas oscuras”

 

A colación del artículo sobre Parálisis Permanente que publica Diego A. Manrique en el nuevo número de “Cuadernos Efe Eme”, Ignacio Reyo nos transporta en estas líneas a 1982 para analizar “El acto”. Una reflexión sobre el debut oscuro y punk de la banda madrileña que marcó a varias generaciones posteriores.

 

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Parálisis Permanente
“El acto”
TRES CIPRESES, 1982

 

Texto: IGNACIO REYO.

 

Recuerdo que a finales del pasado milenio, inicios de este, se revivió el gótico en las calles de Madrid. Tanto el de los ochenta, ya que habían regresado The Mission y a los protagonistas de esta sección se los reivindicaba, como el de excelente factura compositiva y vacía pretensión: H.I.M., el Marilyn Manson post Mechanical Animals y todas aquellas bandas que, salvo excepciones (The Gathering) hacían del metal (a veces operístico) y el gótico con cantante femenina un estandarte repetitivo. Quizá sea porque Ana Curra, icono donde los haya, ha recuperado “El acto” en directo, que una nueva hornada de jóvenes vuelvan a caer en el ritual de escucharlo, ya sea en cedé, internet, vinilo reeditado u original. Porque el disco ha trascendido su época. Es único. Claro que hay influencias, como las tenían los primeros Héroes del Silencio siniestros de The Smiths o New Model Army. Las aglutinaron tan bien que las hicieron suyas, como los zaragozanos. Antes de nada, decir que este álbum, con extras, salió reeditado en la colección de cedés que EFE EME sacó cuando era una revista física.

El big bang de este disco no debemos buscarlo en sus singles pretéritos, sino en las bandas en las que Eduardo Benavente y Ana Curra estaban. En el caso de Eduardo, también conocido como Dido, desde los incipientes Prisma hasta Alaska y los Pegamoides, banda esta última por la que también pasó Ana. Pero ambos querían algo más retorcido, oscuro y punk. De ahí Parálisis Permanente, de ahí crear el sello Tres Cipreses para publicarse ellos y también a sus entonces colegas siniestros, socios, Gabinete Caligari.

 

 

Parálisis tuvieron numerosos miembros (algunas composiciones con Nacho Canut se mantienen en el elepé) y unos singles exquisitos, sí, solo que aquí nos centraremos en “El acto”. Voz y guitarra de Eduardo Benavente; teclados y coros de Ana Curra; batería de J. Canut; bajo de Rafa Balmaseda. En una entrevista hace años, Ángel Maeztu, crítico del “Ruta 66” en blanco y negro que vivió la época, me dijo que “fueron un grupo con unos epés iniciales realmente remarcables que, sin Nacho Canut en sus filas, nos ofrecieron un álbum muy flojo y que, en 1983, poco antes de la tragedia, se recuperaron creativamente con un single estupendo. Tenían un buen directo, capaz de impactar a chavales jóvenes, pero en 1982 y 1983 casi nadie los consideraba una de las, digamos, tres o cuatro mejores bandas del país”. Otros críticos de entonces opinaban al revés. Pito Cubillas, mánager de Parálisis y Héroes, prefería a los segundos en su etapa embrionaria que a Parálisis. Teniendo en cuenta la volatilidad del carismático, extenuante Pito, igual hoy cambiaba de opinión. Allá cada cual con sus filias y fobias. Particularmente, escojo la carta de no escoger. Como dijo Bunbury, “Parálisis Permanente eran un grupo increíble. No vamos a insistir en lo que podría haber llegado a ser Eduardo Benavente. Para mí, era un adelantado, un visionario… y un tipo especialmente dotado para la música”. En efecto, otro genio que trágicamente se llevaron los dioses en su juventud. Me lo imagino enseñándole a Bowie su versión de ‘Heroes’, la mejor versión jamás interpretada de esa canción e incluida en el disco. Igual de potente aunque menos efectiva es ‘Quiero ser tu perro’ de The Stooges. Lo bueno está en las composiciones propias, en esa portada invitando a la reflexión y la lujuria, una portada lascivamente legendaria con Ana Curra con peluca y un haz de luz iluminando a un Eduardo Benavente meditabundo.

 

 

Es un disco que oscila entre lo lúbrico y lo romántico del punk con trazas oscuras. Desde ‘Adictos a la lujuria’ a ‘Esa extraña onrisa’. Nos invitan a jugar, a recrearnos en sus ceremonias de cuero negro y fascinación hacia lo tenebroso. E incluso usan “Alien el octavo pasajero” como metáfora de la abstinencia de las drogas. Son dos caras magníficas (“esta cara” y “la otra cara”, ponía en la edición original), que sobrevuelan algunos temas rockeros de Bauhaus, la voz en eco de Eduardo como guía y unas melodías de pop siniestro.

Me pongo en contacto con Rafa Balmaseda para saber un poquito más. Qué metodología de grabación usaron, si es que usaron alguna. Qué tipo de grabación fue aquella que los impulsó al Olimpo de los imprescindibles: “Las grabaciones fueron totalmente rápidas y ensayadas. Yo tuve algún problema con ‘todo el mundo’… me equivocaba en el cambio” (risas). Debemos tener en cuenta el bajo cual herramienta imprescindible en el after punk. Sin David J., Bauhaus no hubieran existido. “Pienso que lo del bajo tanto en su forma y en su sonido era algo innato a mí, a pesar de que empezaron a sonar grupos en los que el bajo tenía mogollón de protagonismo. Me encantaban todos. Me quedé con Simon Gallup (The Cure), Steve Severin (Siouxie and the Banshees), Dave Tregunna (The Lords of the New Church) y cómo no, Youth (Killing Joke)”.

 

 

¿Qué perspectiva le ha dado con el tiempo al disco? Balmaseda opina de él “lo mismo que antes. Pasada de disco, pasada de sonido, pasada de Eduardo. Canciones auténticas desde dentro. ¡Irrepetibles!”. Y es que es un disco para guardar como amuleto, para ostentar mientras esperas el próximo roce con carne desconocida. Para acariciar tus tormentos, tus encantos, en el jardín de las delicias que cantara Wayne Hussey. Uno piensa que las expectativas de la banda serían el cielo; Rafa es humilde y honesto: “Las expectativas entonces… estoy convencido que eran tocar y tocar mostrando lo que hacíamos, que para mí era auténtico”.

Falta finiquitar un último detalle. Antes le daremos voz a Edith Crash, una de las artistas francesas más talentosas de los últimos años. “Recuerdo escuchar Parálisis Permanente por primera vez al poco tiempo de llegar a España y la conexión fue inmediata, los temas son himnos que traspasan generaciones y fronteras. Años después tuve la suerte de trabajar con Ana y sus músicos como roadie y tour manager. Ana es una fiera, en el escenario lo entrega todo. También admiro mucho su recorrido y autenticidad. La industria musical no es una bestia dócil y creo que se hubiera podido vender miles de veces, pero siempre fue coherente con su música y discurso, ¡esto demuestra que tipo de persona es!”.

El último acto de quien escribe estas líneas ocurrió en la sala madrileña Kapital hace ya seis años, donde Ana Curra y sus nuevos compañeros musicales debutaron con “El acto”, amén de un cameo de Rafa Balmaseda. Vi el concierto con Santi Rex (cantante de Niños del Brasil), que en su momento acudió a la liturgia pagana que era asistir a un recital de Parálisis Permanente. Miembros de tribus ya ocultas salieron de sus casas y desempolvaron los antiguos abalorios, los antiguos ropajes. Tras una catártica actuación, la mánager de Ana me la presentó antes de irme a coger un autobús a mi ciudad de origen. Uno, que ya no es mitómano tras entrevistar a Roger Taylor o Shirley Manson, quedó atónito ante la mirada de Ana Curra. Solo me ha pasado en otra ocasión, con Peter Murphy. Si la mirada de Murphy escrudiñaba mis pecados de alma, Ana buscaba mi redención, mis gritos a través del agua pidiendo ayuda a Marian. Este es el testimonio de alguien que solo cohabitó en la Tierra unos días con Eduardo Benavente. Dios, o el astuto decano, bendigan a Parálisis Permenente, a Eduardo Benavente, a Ana Curra, a Rafa Balmaseda, a J. Canut. “Ya no tengo otro sentido que volverte a ver mañana, oír de nuevo las campanas a la hora señalada.”

Anterior entrega de Operación rescate: “Señor Sí” (2005), de Señor No.

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