Discos: “Recordando a Triana”

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«El álbum arrecia con unidad sonora, casi a modo de ópera rock, respetando las atmósferas de misa pagana que hicieron del trío una propuesta sin par e irresistible en el mundo»

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Varios
“Recordando a Triana”
WARNER/MERIDIANA

 

 

Texto: EDUARDO TÉBAR.

 

 

En 2014 se han cumplido cuarenta años del nacimiento de Triana, piedra angular del rock andaluz. La escena pop del sur celebra el aniversario con un disco de homenaje. Y ni hablar de versiones dispersas y ensimismadas: el trabajo ha sido producido con escrúpulo bajo la dirección artística de Antonio Lomas (batería de Grupo de Expertos Solynieve, ex de Lori Meyers y Lapido) y Javi Vega (bajista de Maga, ex de Sr. Chinarro). El resultado impacta por el vuelo que adquieren las canciones. El elenco de invitados se ajusta como un guante a cada uno de los temas. El álbum arrecia con unidad sonora, casi a modo de ópera rock, respetando las atmósferas de misa pagana que hicieron del trío una propuesta sin par e irresistible en el mundo. No en vano, la revista “Record World” les canonizó como la mejor banda latina en 1977. La grabación de este tributo, en la alpujarra granadina, preserva la magia de las grandes citas: abundan las primeras tomas. Hasta Máximo Moreno ha diseñado la portada, recordando el patio del debut de los sevillanos.

Difícil empresa la de recrear la música de Jesús de la Rosa, Juan José “Tele” Palacios y Eduardo Rodríguez Rodway. La premisa de fusionar los ambientes progresivos de King Crimson con la raíz flamenca fue resucitada por Los Planetas en “La leyenda del espacio” (2007). El propio Jota evoca aquella voluntad primigenia de llevar al rock unas bulerías de cinco por ocho en ‘Recuerdos de una noche’. En connivencia con Gonzalo García-Pelayo, Triana saltaron desde el más puro underground en una España que se dirimía entre la canción de autor y lo yeyé. Y dinamitaron el mercado. Una industria, ojo, conservadora. Camarón flotaba en paralelo mientras azuzaba el precedente de ‘El garrotín’ de Smash. Pero Triana encontraron la receta del éxito de masas. Eran locales, universales y populares. Lo evidencian las revisiones de ‘Tu frialdad’ (emocionante interpretación de Juan Alberto Martínez, de Niños Mutantes), ‘Una noche de amor desesperada’ (perfecta en el timbre de Noni, secundado por Alejandro, de Lori Meyers) y ‘Señor Troncoso’ (con un Antonio Luque acústico en la única adaptación espartana del cedé).

Melodías directas al corazón y una poética que desarma. Las letras de Jesús de la Rosa parten de un romanticismo que deviene, incluso, en conciencia ecológica y en quimera política. La tierra y el agua como símbolos de libertad. Estremecen ‘Sé de un lugar’ (Estrella y Soleá Morente, con el toque de Juan Habichuela Nieto) y ‘Del crepúsculo lento nacerá el rocío’ (desgarrador Pájaro). Escapismo hacia la medianía de oro. Además, conviene subrayar la labor de guitarras y teclados de Miguel Rivera y César Díaz, compañeros en Maga. Rivera, una de las voces más personales de nuestro pop, entona ‘Diálogo’ y ‘Una historia’. Quienes hayan visto a Antonio Lomas en directo no se sorprenderán: su estilo se asemeja a las convulsiones sofisticadas de “Tele” Palacios, un zapateao con percusiones.

¿Más momentos álgidos? La cantaora Argentina, monumental en ‘Abre la puerta’, joya de la corona embadurnada de Pink Floyd. Por su parte, Kiko Veneno arrastra hacia su terreno, el callejero, ‘Desnuda la mañana’. Delicioso. Como Antonio Arias, el mayor ácrata del disco, que camina de la improvisación psicodélica a la bulería en ‘Necesito’, otros de esos textos impagables para manual existencial. Y más: Julio de la Rosa y Chencho Fernández, dos veteranos de lo alternativo en Andalucía, protagonizan un curioso contrapunto en ‘Luminosa mañana’; como si los Doors y William Burroughs se arrancaran por soleás. No podían faltar los clásicos ‘Hijos del agobio’ (ay, ¡qué vigente está la letanía de la Transición!, con un espeluznante Niño de Elche al cante) y ‘Todo es de color’ (Lori Meyers tirando de academicismo en la pieza más Lole y Manuel del repertorio). La malagueña Anni B Sweet se une a Manu Ferrón y a Jota, los impulsores del alegato meridional, en ‘Quiero contarte’.

En definitiva, “Recordando a Triana” es un hermoso ejercicio de memoria y un ramillete de pistas que apuntan al futuro. Hay vocación de eternidad y mimbres para un directo de lujo, como se vio en la última edición del festival Territorios. El rock andaluz está vivo y los indies ahora se entienden con los flamencos incipientes.

Anterior crítica de discos: “They want my soul”, de Spoon.

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