Discos: “Máximo Ruiz Ferrer”, de Napoleón Solo

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“Más sombríos que en sus dos discos anteriores, aún se cuelan aquí los fondos orquestales y las guitarras punzantes, pero desarrollan paisajes más exóticos, un cruce de diversos estilos sin que aparquen en ninguno”

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Napoleón Solo
“Máximo Ruiz Ferrer”
ERNIE

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Napoleón Solo fue personaje de teleserie de los años sesenta. Un trasunto de James Bond creado por el mismo Ian Fleming. Ahora son unos granadinos que en su tercer disco se inventan una vida, una vida musical, moldeada en pulsiones pop y arreglos de todas las cuerdas. Se trata de Máximo Ruiz Ferrer, personaje construido –reconstruido, más bien– a partir de una esquela leída en el periódico y colocado en las redes sociales a disposición de sus fans para que le inventaran una biografía. La existencia musical de este –digamos– heterónimo planea entre canciones que desarrollan su vida con varias formas armónicas. Pura especulación que, más que unas memorias al uso, recrea emociones e ideas de esta ficticia entidad en una especie de ópera rock en primera persona.

Más sombríos que en sus dos discos anteriores, aún se cuelan aquí los fondos orquestales y las guitarras punzantes, pero desarrollan paisajes más exóticos, un cruce de diversos estilos sin que aparquen en ninguno. Si ‘Matamuertos y la cruel’ parece querer explotar encajada entre los detalles preciosistas del sonido, con ‘Pequeña canción del espacio’ ya se desparrama todo, unos sofisticados arreglos de soul cósmico esconden una levedad de terciopelo funky. Y a partir de aquí se despliegan estilos: motivos standard que saben hacer acongojantes y llenos de melancolía como en ‘Llegó el verano’ o canción ligera llena de diluida languidez en ‘Saltando hacia afuera’.

Aún más ajenas a sonidos sancionados como válidos son ‘Yuliana, Juliana’ que desprende todo el aroma a canción del verano, parece modelada por Los Diablos, y sin embargo está llena de frescura y originalidad, o un experimento –más extraño aún– que responde al nombre de ‘Emilia y Pepe’ y participa de todo el carácter del folclore ibérico, saltarina y feliz sobre fondos de electricidad armada. Una búsqueda en el pasado para encajar en el nuevo siglo lo que se pueda aprovechar de él. Queda aún sitio para cerrar con un valsecito, ‘La leyenda de la persona libre’ para completar la vida de quien en su día nunca imaginó ser pasto de toda una biografía disfrazada en canciones.

Anterior crítica de libros: “El muelle de la bahía”, de Luis Lapuente

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