Discos: “IV”, de Los Punsetes

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“Breves y con estribillos certeros que se acercan al himno, con palabras inflamadas que son emocionalmente rabiosas y con golpetazos entre la calma y el trueno”.

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Los Punsetes
“IV”
CANADÁ

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO

 

 

Cuatro fascinantes trazas se despliegan desde la primera maqueta de Los Punsetes: la excepcionalmente neutra voz de Ariadna –qué bien le sienta a las canciones su falta de emoción-, las melodías ultrapop, las guitarras que clavan sus cuerdas como una taladradora y las letras, que pegan buenos guantazos sin que se les vea llegar. Cuando los cuatro factores se alían en su justa medida, el resultado es estremecedor. Y aquí, en “IV”, se muestran incluso más básicos que en su tercer larga duración, atento a explorar caminos más experimentales para ver hasta dónde les podía llevar.

‘Amanece más temprano’ ya golpea impactante, sólida como un avión con las máquinas al límite, con esos zarpazos densos y flotantes, afilados y directos. Se inicia con ella un elepé que destaca con cuatro canciones verdaderamente sangrantes y siete más de verdadero calado. Ahí tenemos, además de la primera, el hiriente directo a la mandíbula de ‘Arsenal de excusas’, el hartazgo visceral que les producen ciertas actitudes de prepotencia o estupidez en ‘Tu opinión de mierda’ o el intenso riff que corta la más pop, la embriagadora ‘Tan lejos, tan cerca’. Los Punsetes moldean un material blando con bulldozers, y así resulta bien perfilado y desgarrador a la vez.

En ocasiones las guitarras se alzan en protagonismo, la letra apocalíptica de ‘Los últimos días de Sodoma’ se convierte en un caos sonoro bien ajustado al mensaje –a la manera de ciertos temas de Los Planetas– y ‘Nit de l’alba’ cierra el disco con una explosión que no tiene nada que envidiar al Big Bang, mientras exponen mensajes casi religiosos sobre el bien y el mal, sobre la verdad. No, no se asusten: no son una asociación de espíritu catecúmeno, son ilustres expertos en mostrar miserias en las relaciones humanas, que llegan a su límite en la oda al masoquismo que es ‘Me gusta que me pegues’.

Breves y con estribillos certeros que se acercan al himno, con palabras inflamadas que son emocionalmente rabiosas y con golpetazos entre la calma y el trueno: así son Los Punsetes. Conforta ver que siguen en una línea sin desviarse mucho, sin retroceder, sin estancarse. Potencian sus virtudes –energía vitaminada y palabras embriagadoramente dolorosas– para un disco que aporta esa mezcla de irritación y dulzura que nunca debiera dejarse de lado en el pop.

Anterior crítica de discos: “Egresión!”, de El Ser Humano.

 

 

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