Discos: «Internal sounds», de The Sadies

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«En las suyas, el rock norteamericano parece en las mejores manos. De eso no hay duda»

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The Sadies
«Internal sounds»
YEP ROC

 

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

 

A veces los melómanos nos montamos nuestras propias películas. Soñamos opciones difícilmente realizables. Aunque algunas, por esas extrañas casualidades del destino, acaban cumpliéndose. Servidor lleva tiempo pensando que The Sadies son la banda que debería llevar Bob Dylan para dar un paso más en su carrera musical. Entiéndanme. No es que su dylanísima no lleve un bandón, que lo lleva, pero los canadienses aportarían una dosis de juventud que se me empieza a antojar necesaria en el actual momento del de Duluth.

Aunque aquí no hemos venido a hablar del cantautor gruñón sino del grupo de los hermanos Good, que dicho sea de paso han sido capaces de acompañar de forma magistral a gente como André Williams, John Doe, Neko Case o John Langford.

«Internal sounds» es su nuevo trabajo, un disco que mantiene el nivel de «Darker circles» (2010) o «New seasons» (2007), sus últimos discos firmados en solitario. Y es que como se atreve a cantar Dallas Good en ‘The very beginning’, “somos la bendición y la maldición”. Con más de lo primero que de lo segundo la banda se muestra tan compacta como siempre, capaz de mutarse en The Band en ‘So much blood’, en los Long Ryders en ‘Starting all over again’ (quizá la mejor pieza del álbum) o en The Drones en ‘We are circling’, con una Buffy Sainte-Marie espléndida. Sonando siempre personales, eso sí. Manteniendo una coherencia sorprendente tanto cuando se vuelven más psicodélicos (‘Another tomorrow again’) como cuando beben de las bandas de taberna (‘The first 5 minutes’).

Quince años no son pocos. Es el tiempo que ha pasado desde que los canadienses debutaran en 1998 con «Precious moments», pero su carrera se ha mantenido en crecimiento constante. Suyo será el objetivo de conseguir nuevas metas, de fijar sus horizontes aunque en las suyas el rock norteamericano parece en las mejores manos. De eso no hay duda.

Anterior crítica de discos: “Mejor perder que huir”, de Joe Eceiza.

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