Discos: “Drones”, de Muse

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“Sigue habiendo guitarras de rock épico y progresivo en cada esquina llenas de riffs ansiosos y obsesivos que junto a la voz de Bellamy se levantan como protagonistas principales del cuento”

 

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Muse
“Drones”
WARNER

 

 

Texto: ÓSCAR GARCÍA BLESA.

 

 

Aún con chiribitas, leo con ojos bien abiertos que este “Drones” es el nuevo álbum conceptual de Muse, donde tratan de describir a lo largo de sus canciones el lento despertar de un hombre ante la opresión de la sociedad moderna, el poder de los drones y los controles remotos, la historia de un soldado entrenado para ser una máquina de matar sin cerebro (¿?*%$!). Entiendo que cada nuevo trabajo de un artista necesite de una percha argumental narrativa que les ayude a contar aquí y allá los motivos que les ha llevado de nuevo al estudio, pero quizás, solo quizás, en esta ocasión se hayan pasado un poco de frenada.

Eludiendo premeditadamente el leit motiv de la obra en cuestión, aquí sigue habiendo guitarras de rock épico y progresivo en cada esquina llenas de riffs ansiosos y obsesivos que junto a la voz de Bellamy se levantan como protagonistas principales del cuento. Mutt Lange (AC/DC, Def Leppard) se encarga de la producción, donde básicamente se limita a respetar las señales de identidad que han hecho enormes a Muse: rock progresivo con elementos sintéticos aptos para todos los públicos.

Es un grupo ostentoso, bíblico, desmesurado, deliberadamente exagerado y bastante pedante, pero no por ello risible o cómico, todo lo contrario. Hay mucha música en sus discos y en “Drones” sigue habiendo pasajes verdaderamente sobresalientes. Estamos ante un trabajo en líneas generales mejor que su antecesor “The 2nd Law” (2012), una colección demasiado cocinada y de digestión francamente complicada. “Drones” es más, cómo decir… ¿natural? Bellamy patina en sus momentos de sermón político (¿samplers de los discursos de JFK?), pero acierta en su propuesta de producción pesada y monolítica abiertamente rockista en una fórmula de estadio inimitable. Si uno cierra los ojos e imagina hoy a Queen en activo y sus miembros con treinta años, es posible que se llevaran bien y fueran de gira junto a Muse (escuchen sino “Defector”).

En el séptimo disco del grupo la cosa arranca con ese ‘Dead inside’ recién salido del Delorean de McFly en 1985, hay también espacio para momentos de reposo (la balada ‘Mercy’), riffs con sobrepeso (‘Revolt’), una intro que recuerda al ‘Cannonbal’ de la Breeders (‘The handler’) y hasta reminiscencias del más profundo hair metal en ‘Reapers’. ‘Drones’ (la canción) es un coro medieval bonito y bastante freak, si me lo permiten (tiene pinta de: “Yo en mi disco pongo y canto lo que me da la gana”). ‘Psycho’ tributa la herencia de Pink Floyd en ‘Money’ pasado por la máquina de triturar de Marilyn Manson, ‘The globalist’ es el momento largo –¿siempre necesario?– en un disco de Muse (aquí lo dejan en “tan solo” diez minutos y, pásmense o llámenme loco si no les recuerda ‘Aftermath’ al ‘Brothers in arms’ de Dire Straits. En “Drones” Bellamy ha tirado de hemeroteca y ha viajado hasta los discos de sus hermanos mayores (si es que los tiene, desconozco el dato).

Con todo, estamos seguramente ante el disco más coherente desde 2006 y aquel fabuloso “Black holes and revelations”. Los fans no se sentirán decepcionados (encontrarán todas y cada una de sus marcas registradas repartidas por cada uno de los rincones de “Drones”) y los nuevos (cualquiera que haya llegado desde Pink Floyd o Metallica o uno de esos pocos despistados que aún no conozcan de su existencia) podrán pasar una buena tarde de verano flipando con la monumental presencia de la guitarra eléctrica, ese instrumento totémico del rock and roll que Matt Bellamy idealiza a cada instante. “Drones” sigue sonando a rock industrial, es irresistiblemente melódico (este muchacho sabe hacer canciones), hay mogollón de maquinitas y es en general bastante salvaje (todo con moderación, no se me asusten). Sin ser un disco sobresaliente y tal vez algo tibio para el notable, “Drones” surfea plácidamente en el bien, esperando que en futuras entregas el tema elegido para narrar la acción del disco sea algo menos chirriante.

Anterior crítica de discos: “La tiranía del débil”, de Luis Arronte.

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