Discos: «Day-glo Dreams», de Helen Love

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«Se resuelve todo en acordes ramonianos, espíritu bubblegum, máquinas de synth pop y espíritu teen. Nadie puede llevarse a engaño, el trío galés hace lo que sabe hacer y lo resuelve con eficacia y soltura. Melodías animadas de ayer y hoy»

helen-love-14-08-13

Helen Love
«Day-glo Dreams»
ELEFANT

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Quien se allegue al nuevo disco de Helen Love, el sexto y segundo en Elefant, no va a ir sino sobre seguro. Las once canciones que conforman este “Day-glo dreams” están cortadas con el mismo patrón que las de toda su carrera; desde ‘We are all the lo-fi kids’ hasta ‘Teenage soap opera’ se resuelve todo en acordes  ramonianos, espíritu bubblegum, máquinas de synth pop y espíritu teen. Nadie puede llevarse a engaño, el trío galés hace lo que sabe hacer y lo resuelve con eficacia y soltura. Melodías animadas de ayer y hoy. Al que sea devoto de algunos de los términos que han aparecido en este primer párrafo, adelante con él.

En todo caso, ahora que se cumplen veinte años de la creación de la banda, Helen Love pasa por ser un caso extraño, un grupo que a la que nos descuidemos va a llevar en activo un cuarto de siglo, que no ha estado nunca entre los más vendidos, pero que conserva un culto firme, que podría llenar un disco doble bien surtido de verdaderos hits y que parecen felices de hacer lo que hacen y no intentan llegar más allá. Uno sospecha que Helen prefiere cantar con Joey Ramone o que sus vinilos sean de color, a cualquier otro hito al que como grupo pudiera llegar. Y eso es signo de una alegría vital que se transmite hasta conformar la banda sonora perfecta de esos momentos de felicidad esporádica, intensa, sin fundamento. Hay grupos con técnica, con ternura, con don de gentes; Helen Love solo tienen guitarras y vitalidad pop, en eso son los mejores.

¿Para qué hablar de canciones? Yo les puedo citar mis preferidas, pero cualquiera valdría. No es exactamente que sigan todas la misma plantilla, sino que todas tienen el mismo espíritu, que es cosa diferente. Escucho con agrado la que da título al disco, pero es por mi devoción cada vez mayor por la new wave, en ella se demuestra que el grupo hubiera vivido comodamente en el 79, que se hubieran codeado en el CBGB con Debbie Harry, Martha & The Muffins y Josie Cotton. Otra, ‘Shy girl’, la parte de pureza bubblegum. Y una tercera, ‘Our mum and dad’, la que presenta más prestancia de electroindie, lista para sonar en las salas de baile de la tendencia. Pero podría ser cualquier otra porque, sin un hit claro, cada una de las canciones tiene vitaminas y pegada.

De hecho, y desde el principio dejan claro que es su disco más ochentero: cajas de ritmo, líneas de sintetizador y canciones que son hijas, en el nuevo milenio, de lo que hicieron Giorgio Moroder y Philip Oakey –de The Human League– en ‘Together in electric dreams’. Todo un ejercicio de tecno básico, preciso, primigenio, que bebe tanto del pop japonés como de Bananarama o los primeros Depeche Mode. Y más que eso –a pesar de que por primera vez algunas letras enfocan realidades degradadas– suena a vitalidad, juventud, colorido, a sábado noche y a todo lo que huela a diversión

Anterior entrega de crítica de discos: “Los nuggetz: 60’s garage and psych from Latin America”.

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