Discos: “Bailar en la cueva”, de Jorge Drexler

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«Solo en un par de momentos se rebaja el componente bailable acercándonos a un Drexler más clásico aunque tampoco se trata de un trabajo rupturista, sino del empleo de una óptica distinta que ayuda a ampliar la ya de por si rica paleta de su autor»

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Jorge Drexler
“Bailar en la cueva”
WARNER

 

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

 

La mente inquieta de Jorge Drexler siempre va a propiciar discos, como poco, interesantes. Parece que siempre está pensando hacia dónde enfocar su siguiente álbum, qué perspectiva tomar, qué idea contar y cómo seguir descubriéndose a sí mismo. O en este caso a nosotros.

Aunque no ha dejado de estar activo en ningún momento, han pasado ya cuatro largos años desde que se editara su anterior disco, así que hay que recibir con ganas esta nueva obra. Además, lo merece. El estilo de Drexler escribiendo letras y canciones siempre ha ido de la mano con su buen gusto a la hora de escoger arreglos, músicos y producciones, casi parece imposible que edite una obra tosca y la verdad es que “Bailar en la cueva” es exquisito. Una vez más.

En esta ocasión, se fue a Colombia a grabar un álbum en el que reivindica la relación de pareja entre música y baile, una relación que existe pero que desde luego no tiene porqué ser indispensable. De cualquier manera, su punto de vista es acertado y no, no hace falta ponerse a bailar para disfrutar y entender “Bailar en la cueva”.

Lo primero que llama la atención es su magnífica producción. Pulida, deliciosa. El componente electrónico entra en juego con ligereza, más como arreglo que como base, con el tribalismo ganando el pulso, aunque sin su mezcla el disco no sería tan especial. También hay que citar el equilibrio entre los habituales textos nutritivos de Drexler y ese componente bailable tan constante a lo largo de prácticamente todos los temas: pero es que ese el leitmotiv de “Bailando en la cueva”, la fusión entre la tradición de la danza primitiva y el intelecto, el corazón y la cabeza (ahí está como ejemplo ‘Bolivia’).

Pero como hemos dicho, tampoco hace falta bailar, se puede mover la entrepierna y el disco funciona igual de bien. Las percusiones, el juego con metales, el fraseo de Drexler, todo es parte del fresco pintado en las paredes de esta caverna sonora. Solo en un par de momentos se rebaja el componente bailable acercándonos a un Drexler más clásico (‘Todo cae’) aunque tampoco se trata de un trabajo rupturista, sino del empleo de una óptica distinta que ayuda a ampliar la ya de por si rica paleta de su autor. Será interesante ver cómo suenan estas canciones en directo, porque, en el fondo su esencia es la de la música viva y la conexión con el público puede llevarlas a otro nuevo nivel, remarcando aún más su carácter popular.

Anterior crítica de discos: “Strangers”, de Simone Felice.

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