Discos: «Acústico directo», de Miguel Oñate

Autor:

«Su voz es privilegiada y que en el ecosistema rockero local habría que tipificar como delito cuasi religioso no escucharla al menos una vez en la vida»

miguel-onate-07-08-13

Miguel Oñate
«Acústico directo»
AUTOEDICIÓN

 

 

Texto: JOSEMI VALLE.

 

 

Aquí está por fin el tercer álbum de Miguel Oñate, un directo con un sonido impecable registrado el 16 de marzo de 2012 en el plató Live Music de los Estudios Revirock del barrio madrileño de Vicálvaro. El proyecto inicial consistía en publicar en deuvedé esta actuación, pero la picajosa realidad se puso terca, desarticuló esa posibilidad, y solo ha visto la luz el audio. Sin embargo, la idea germinal sigue en pie. La presentación de este disco en directo el pasado mes de marzo en el Teatro Federico García Lorca de Getafe sirvió para repetir una actuación casi gemela (varió muy sutilmente la nómina de los invitados) cuyas imágenes se han vuelto a grabar con el propósito de que ese ansiado deuvedé se haga realidad y habite entre nosotros.

En  «Acústico directo» Oñate relee en vivo el cancionero más granado de sus dos únicos discos en solitario, aquella cinta de inauguración que fue «Muy personal» (2007) y su consecuencia genealógica «Crisis y castigo» (2010). La relectura goza de peculiaridades que lo distancian sustancialmente de los referenciales álbumes en directo. Oñate prescinde de electricidad y lo avisa desde el título con el que bautiza la obra, se hace acompañar de un coro con tendencia al gospel que convierte las canciones en piezas de sonora geometría variable (el coro Vallekanta compuesto por cuarenta personas), y además recibe en el escenario a un elenco de invitados que le ayudan a la tarea de refrescar su repertorio más aplaudido. La actuación juega a la velada teatralizada y, como buen anfitrión, Oñate recibe a sus invitados más ilustres con los compases más testimoniales de una tonada identificativa del invitado (‘Escuela de calor’ en el caso de Luis Auserón de Radio Futura, ‘Una copa por un viejo amigo’ al dar entrada a la flauta del eterno José Carlos Molina, y ‘¿Qué es esta vida?’ como tarjeta de salutación para presentar a los inmarchitables Topo José Luis Jiménez y Lele Laina). También subirán a la tarima Joaquín Ruiz al chelo, y las cantantes Lourdes del Pino y Gaby del Val, ambas descorchando virtuosismo en las piezas ‘Un sobre rosa’ y ‘La llave’, respectivamente.

El respeto al directo y a esa teatralidad que fomenta la velada es tan reverencial que incluso una de las pistas del disco se llena de versos declamados por Teté Delgado y Maribel Ripoll solicitando a Oñate que retorne al escenario. El formato acústico exacerba el intimismo y la confidencialidad, como si Oñate estuviera cantando en el salón de su casa estas canciones afiliadas a la atemporalidad del rock. En ese calor hogareño toma el puso a su repertorio y desempolva su humanismo crítico (‘Contradicción’), acepta la heterogénea vegetación social (‘La torre de papel’), decodifica las antipáticas realidades sociales y las sumisiones personales (‘Mientras’), la dificultad de tomar decisiones (‘A medias’), prescribe paliativos contra el desánimo y lanza loas a la energía vivificadora que donan los amigos (‘La señorita depresión’), relata las fluctuaciones orquestadas por la vida (‘Sombra y sol’), metaforiza la muerte como posibilidad que imposibilita todas las posibilidades (‘El telón’), relee el amor como fuente de energías domidas y vitalistas (‘Un sobre rosa’, ‘La llave’), ironiza sobre los correligionarios del credo mercantilista (‘Fenicio’), dialoga con la dimensión ética en la para mí mejor canción de su discografía, ‘Crisis’, un tema muy idóneo para amenizar esta época de infamia financiera, connivencia politica y bancarrota moral. La fiesta amaga con despedirse con la noctámbula y juerguista ‘En el bar de Katy’, con todos los invitados coreándola y siguiendo con las palmas su pegajoso ritmo. La velada echará el definitivo telón con ‘Over the rainbow’, una pieza del musical «Mago de Oz» defendida por un pletórico Oñate que sabe que ahora sí la fiesta termina y quiere darlo todo a modo de broche final.

Miguel Oñate mantiene intacto el don de poseer una voz que se mimetiza con la narración, incluso esa cualidad se multiplica con la desnudez de estas canciones más relajadas por su idiosincrasia acústica. Es una voz arrolladora, retumbante, expansiva, pero a la vez repleta de afabilidad, una voz que seriografía con puntillosidad todo lo que canta y que treinta años después de dar vida a dos de los discos más recordados de Asfalto sigue trabando amistad con los adjetivos encomiásticos. Sigo pensando que su voz es privilegiada y que en el ecosistema rockero local habría que tipificar como delito cuasi religioso no escucharla al menos una vez en la vida. Pero nuestro protagonista no lo pone fácil. Miguel Oñate sigue desdeñando los cauces estandarizados de la industria cultural.  El hecho de que este disco solo se pueda adquirir en determinados bares anunciados en su página web y en un par de tiendas de Madrid entorpece la divulgación de su obra y de su talento. Oñate mantiene intacto su ideario, sí, pero también una invisibilidad más allá de un círculo muy acotado y muy restringido. Ojalá nuevas entregas ayuden a poner las cosas un poco más en su merecido sitio. Estaremos al tanto.

Anterior entrega de crítica de discos: “Heavy metal music”, de Newsted.

Artículos relacionados