Discos: «3D», de El Inquieto Roque

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«Un suculento menú de canciones con sangre pop, cierta ironía y bien cosidas en sus voces e instrumentos nunca está de más. Sobre todo si son como estas, de tan certera emoción»

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El Inquieto Roque
«3D»
ROCK INDIANA

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Es conocido que en la Comunidad Valenciana hay una escuela de talentos que encajan melodías en guitarras con suprema facilidad y consistencia. Quizá sin abarcar un público desmesuradamente amplio, con un ámbito de actuación muy local, pero llenos de una suprema energía y de una luminosidad desarmante. De Los Huracanes a Los Sostenidos, de Doctor Divago a Los Brujos, hay una línea que no parece descansar y que de vez en cuando ofrece magníficos frutos. Uno de ellos es El Inquieto Roque, que proclama en su reciente “3D” una seductora apuesta por el relieve y el cromatismo. De hecho, la portada viene acompañada de una de esas antiguas gafas bicolores y su primer tema es un prólogo perfecto para vestir esas canciones con la vitalidad de pequeños clásicos.

El proyecto de Roque Esteban –que desde Los Relevos en 1990 se ha embarcado en múltiples iniciativas– destaca por las armonías vocales en un espectro que va de los Beach Boys a Canovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán y que planea sobre letras cotidianas; las tribulaciones de un ejecutivo ante su frenética actividad o la visita a un burguer se ven realzadas por coros de trazado celestial. Muy a la manera de Rodrigo García –esos medidos fraseos melódicos entre la ilusión y el cinismo– tenemos ‘Hay algo muy dentro de mí’ o ‘Marcoslandia’, aunque tirando largo hay un recorrido que puede ir de Jeff Lyne a Jellyfish.

En esencia, la mayor parte del álbum discurre por estos derroteros y por la temática amorosa, el bordado al doblar las voces en ‘Cada día’ o la ambivalencia entre amistad y amor de ‘Tengo algo que decirte’ aparecen como modelo de las estructuras comunes a los quince cortes, pero tanto más valor tienen las canciones que guardan una pequeña sorpresa, ese toque a lo Cooper de ‘El principio del final’, la guitarra que se vuelve psicodelia en ‘Un rayo de luz’ y sobre todo la impoluta canción del verano que es ‘Me siento transparente’, válida porque ya casi nadie construye con la facilidad de Fórmula V.

No va a abrir nuevas líneas en el pop español, pero un suculento menú de canciones con sangre pop, cierta ironía y bien cosidas en sus voces e instrumentos nunca están de más. Sobre todo si son como estas, de tan certera emoción.  

 

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Anterior crítica de discos: “Black cotton limited”, de The Soul Jacket.

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