Diez propuestas brillantes de la escena musical francesa

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talentos-franceses-23-07-17

Javier De Diego Romero explora la escena musical francesa para recomendarnos diez de sus propuestas más interesantes, desde la chanson más clásica a la electrónica psicodélica.

 

Texto: JAVIER DE DIEGO ROMERO.

 

La escena musical francesa de los últimos años es sencillamente irresistible: no dejan de surgir propuestas brillantes e inventivas que, sin embargo, rara vez logran traspasar con paso firme las fronteras del Hexágono. A continuación seleccionamos diez nombres que merecen llegar a muchos más oídos. Algunos son veteranos con más de diez años de recorrido, otros han emergido en fechas recientes. Representan, por otra parte, la notable diversidad musical del vecino del norte: de la chanson clasicista de Jeanne Cherhal a la electrónica psicodélica de Flavien Berger, del pop suntuoso de Orwell al country minimalista de Bertrand Belin, del electropop sombrío de Fishbach a la chispeante música disco de Brigitte. Para descubrirlos “absolument”.

 

1. Bertrand Belin
Nacido en la localidad bretona de Quiberon, Bertrand Belin se trasladó con dieciocho años a París, donde aprendería música de forma autodidacta y se adentraría en la literatura de la mano de su novia. Tras foguearse con los grupos Stompin’ Crawfish y Sons Of The Desert, se lanzaría en solitario con “Bertrand Belin” (2005), ya en la treintena. En sus álbumes “Hypernuit” (2010) y “Parcs” (2013) —los más destacados—canaliza el folk, el country y el blues de los cincuenta, pero también es un enamorado de Ravel y Debussy (“La perdue”, 2007) y de los ritmos funk y kraut (“Cap waller”, Wagram, 2015). La seña de identidad de Belin es su voz grave y magnética —entre Lou Reed, Stuart Staples y Alain Bashung—, que enseñorea paisajes sonoros refinados y minimalistas. El más leído de los chansonniers, escribe letras concisas y depuradas sobre el abandono, el exilio y la venganza. Al margen de sus cinco discos, es compositor de bandas sonoras, actor y autor de dos novelas.

 

 

2. Flavien Berger
El parisino Flavien Berger se introdujo en la música a través del juego de PlayStation “Music 2000”: comenzó a samplear instrumentos, a ralentizarlos y a elaborar ritmos, de manera que, cuando entró en el instituto, ya tenía listos varios miniálbumes. Más adelante fundaría con unos colegas estudiantes de arte el colectivo Sin, dedicado a la cultura gráfica y a la experimentación musical. Contemplativas e hipnóticas, sus errancias electro-psicodélicas entroncan con Kraftwerk, Neu! y pioneros de la electrónica francesa como Bernard Fèvre y Frédéric Mercier; el imaginario sonoro de este homme-machine también remite al rockabilly futurista de Suicide y al minimalismo de La Monte Young o Terry Riley. Flavien es, por otro lado, un lector compulsivo de ciencia ficción —sus favoritos: Ray Bradbury y Richard Matheson—, de la que incorpora la noción de otredad temporal y espacial. Hoy en día Berger es, en fin, el más vanguardista e inventivo de los músicos franceses, y su disco “Léviathan” (Pan European Recording, 2016), toda una obra maestra.

 

 

3. Brigitte
Aurélie Maggiori y Sylvie Hoarau, dos chicas del barrio parisino de Pigalle, formaron Brigitte en 2008. Así llamadas en tributo a varias Brigittes (Bardot, Fontaine y la actriz porno de los setenta Brigitte Lahaie), su música es deliciosamente frívola y sensual. Han facturado intrépidas versiones —de, entre otros, George Michael, Johnny Hallyday y los raperos franceses Suprême NTM— y dos exitosos álbumes de temas originales, de elegancia añeja y armonías cristalinas: “Et vous? Tu m’aimes?” (2011), en el que hibridan la chanson con el folk, el electropop y el rap, y “A bouce que veux-tu” (B Records, 2014), un homenaje a las grandes divas de la música disco. En 2015 editaron su último sencillo, ‘L’échappée belle’, acompañado de un fenomenal vídeo.

 

 

4. Camille
Una veterana de la escena hexagonal, Camille debutó en 2002 con “Le sac des filles” y saltó al estrellato tres años más tarde con el formidable “Le fil”: quince canciones atravesadas por un drone en si (le fil, el “hilo” del título) en las que la parisina explora la voz como herramienta creativa y descubre el cuerpo humano como caja de resonancia. Frecuentemente alineada con Björk, su fascinante elasticidad vocal le permite moldear una identidad plural, siempre en movimiento. También en lo musical: en su obra cohabitan con naturalidad el rhythm and blues, el folk y la chanson; buena prueba de su eclecticismo es que se haya atrevido a adaptar tanto “A ceremony of carols”, de Benjamin Britten, como —en clave bossa nova— temas de The Clash o Dead Kennedys. Desde “Le fil”, todos sus elepés le reportarían Premios Victoire de la Musique (los Grammy franceses) y se situarían en el top 5. Con el último, el recién publicado “Ouï” (Balulalo), ha roto un silencio discográfico de seis años y se ha alzado directamente al número 1.

 

 

5. Jeanne Cherhal
Estudiante de filosofía, bailarina clásica y actriz teatral durante su adolescencia, Jeanne Cherhal es, desde hace más de diez años, una de las portaestandartes más señaladas de la canción francesa. Sus lazos con los clásicos de la chanson, siempre palpables, se fortalecieron si cabe en “Histoire de J.” (Barclay-Universal, 2014), su último largo: la nantesa se adueñó del alma de Veronique Sanson y confeccionó once canciones íntimas y gráciles inspiradas en su álbum insignia, “Amoureuse” (Elektra, WEA, 1972); “es un verdadero icono, y para todas las chicas que componen al piano sigue siendo un modelo muy importante”, explica. La chanteuse integra también influencias contemporáneas, en especial la de Camille, cuya impronta se reconoce en las audacias vocales de “L’eau” (Tôt ou tard, 2006) y “Charade” (Barclay- Universal, 2010). En cuanto a las letras, comenta desde todos los ángulos la condición femenina, siempre con delicadeza y detallismo y de nuevo con Sanson como referente. Cherhal se distingue también por su activismo político; entre sus preocupaciones, el extremismo religioso, los trabajadores sin papeles y la penalización de la homosexualidad.

 

 

6. La Femme
Dos apasionados de Kraftwerk, The Velvet Underground y Serge Gainsbourg, el teclista Marlon Magnée y el guitarrista Sacha Got se conocieron en el instituto en Biarritz y pronto se mudaron a París, donde encontrarían las piezas que buscaban para su banda, bautizada como La Femme en 2010; aunque a la principal, la vocalista Clémence Quélennec, la descubrirían en Myspace. Quien quiera categorizar su música va a pasar un mal rato: proponen un vistoso collage de, nada menos, surf, psicodelia, krautrock, punk, new wave y chanson. Enigmáticos, exuberantes y eruditos, La Femme han editado hasta la fecha dos largos: “Psycho tropical Berlin” (Universal Music Digital Luxembourg, 2013), por el que fueron obsequiados con el Premio Victoire de la Musique al álbum revelación, y el soberbio “Mystère” (Born Bad Records, 2016), aguardado con enorme expectación, que los colocó en el top 10 de los charts galos.

 

 

7. Fishbach
“Fischbach en alemán significa “el pez que remonta la corriente”. Fischbach es mi apellido, estoy orgullosa de ser una Fischbach. […] Voy a contracorriente regresando a los orígenes, componiendo la música que mis padres habrían podido escuchar hace años”. En concreto, Fishbach (le quitó la “c”) practica un pop sintético crepuscular, hechizante y perturbador, enraizado en la new wave y la variété de los años ochenta. Por su voz andrógina, cavernosa y con músculo, se la ha comparado con Desireless (sí, la de ‘Voyage, voyage’, ¡pero no se asusten!), y uno también distingue la huella de Patti Smith (no en vano, con diecisiete años formó un dúo punk con su novio). En sus textos la cantante de las Ardenas traza un universo melancólico y umbrío, con la ruptura sentimental y la muerte como motivos recurrentes. Con “À ta merci” (Label Enterprise), su ópera prima, Fishbach es la sensación de 2017 en Francia, y tiene madera de estrella. No se la pierdan.

 

 

8. Lescop
Buena parte de los nuevos músicos del Hexágono se nutren de la cold wave, el sombrío synthpop con retazos de postpunk que dimanó de Francia y Bélgica a últimos de los setenta y primeros de los ochenta, pero quien más copiosamente lo hace es Mathieu Peudupin, de nombre artístico Lescop (significa “obispo” en bretón); en particular le obsesiona Taxi Girl, el grupo de Daniel Darc. Ritmos repetitivos y ondulantes, sintetizadores glaciales y agitados, guitarras atmosféricas y crujientes: Lescop se mira igualmente en espejos británicos, en Orchestral Manoeuvres In The Dark, The Teardrop Explodes, los primeros Depeche Mode o, sobre todo, Joy Division. Urgente, opresiva y turbia, su música bien podría ser banda sonora de una película de Rainer Werner Fassbinder o de su admirado Jean-Pierre Melville, o tal vez de “Taxi driver”. Por otro lado, el de La Rochelle es un hábil tallador de personajes, distantes, atormentados y deliberadamente borrosos. Anteriormente miembro de la banda de punk Asyl, su primer álbum como solista fue “Lescop” (2012), seguido en 2016 por “Echo” (ambos editados por Pop Noire).

 

 

9. Orwell
Formados en Nancy y liderados por Jérôme Didelot, Orwell son la perla más resplandeciente del pop francés del siglo XXI. Desde el año 2002 han publicado cinco discos con una repercusión comercial menor de la que merece su exquisita música: pop barroco luminoso, aterciopelado y sutil, perfectamente elegante, con cuerdas límpidas y armonías etéreas; piezas de orfebrería pop labradas con destreza y esmero. En las composiciones más logradas de Didelot, su ingenio melódico le emparenta con los grandes, con Brian Wilson, Rod Argent y Chris White (The Zombies) o Paddy McAloon. Su último disco, “Exposition universelle”, lo editó Europop 2000 en 2015. En la actualidad trabaja en un proyecto de canciones inspiradas en el escritor estadounidense de ciencia ficción Theodore Sturgeon y prepara junto con Renaldo Greco, el flautista de Orwell, un concierto de versiones de temas pop con arreglos orquestales, desde The Beatles a The Divine Comedy. Un talento subyugante, imprescindible.

 

 

10. Paradis
A los parisinos Simon Mény y Pierre Rousseau los unió en 2010 su entusiasmo por el tecno y por el pop francés de los ochenta —especialmente Jacno y Étienne Daho—. Su maridaje de pop introspectivo y melancólico y música de baile trae también a la memoria a reputados dúos del otro lado del Canal de la Mancha: los Pet Shop Boys de “Behaviour” (1990) y los Everything But The Girl de “Temperamental” (1999). Entre 2011 y 2016 calentaron motores con una serie de singles y epés y el año pasado lanzaron en el señero sello Barclay su primer larga duración, “Recto verso” (Barclay): electropop lánguido, vaporoso y ensoñador que sedujo a la crítica y funcionó bien en las listas.

 

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