Diez canciones esenciales de Fito & Fitipaldis

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En 2018 se cumplen 20 años del debut de Fito & Fitipaldis, al que han seguido otros ocho trabajos y la recién publicada caja Fitografía. Javier Escorzo escarba en la discografía del bilbaíno y se detiene en diez piezas básicas.

 

Selección y texto: JAVIER ESCORZO.

 

Van a cumplirse veinte años de la publicación del primer disco de Fito & Fitipaldis. El proyecto, que nació como un divertimento, hace años que instaló a Fito en el olimpo del rock nacional. Para celebrar el aniversario, el músico vizcaíno acaba de publicar “Fitografía” (Warner, 2017), un extenso trabajo en el que se recogen los mejores temas de su cancionero y muchas de sus colaboraciones con otros artistas. Además, el año que viene se embarcará en una gira que le llevará por viente ciudades españolas. Este parece un buen momento para repasar su discografía y detener la mirada (o el oído) en diez canciones que no han sonado tanto en las radios ni en los conciertos. En el caso de Fito, no tiene sentido hablar de canciones menos conocidas porque sus discos son devorados por millares de personas.

 

1. ‘Quiero beber hasta perder el control’ (“A puerta cerrada”, DRO, 1998).
La aventura de Fito & Fitipaldis surgió, como casi todas las cosas importantes en la vida, por pura casualidad. El hiperactivo cantante, que por entonces ya vivía días de gloria con Platero y Tú, al parecer no tenía bastante con la apretadísima agenda de su grupo y comenzó a quedar los domingos con su amigo Txus Alday (de The Flying Rebollos) para tocar, ambos con guitarra acústica, en un bar de Bilbao. El repertorio estaba formado por temas que Fito no veía para Platero. De manera natural, se fueron uniendo el resto de miembros y siguieron tocando sin otra pretensión que la de divertirse, hasta que Iñaki Uoho (Platero y Tú, Extremoduro, Inconscientes), consciente del potencial de las canciones, habló con DRO y les convenció para publicar un disco con ellas. La grabación tuvo lugar en los estudios Lorentzo Records (Vizcaya). En solo una semana, “A puerta cerrada” estaba registrado. Querían que reflejase a unos amigos tocando en un bar y lo consiguieron. Las canciones tienen chispa y suenan frescas, urgentes, espontáneas, maravillosamente imperfectas. Entre ellas había una versión que podía sorprender a los seguidores más rockeros: ‘Quiero beber hasta perder el control’, de Los Secretos. Los Fitipaldis fueron para Fito algo parecido a Los Problemas para Enrique Urquijo, una manera de canalizar otras inquietudes que, al menos en principio, no tenían cabida en sus respectivas bandas madre.

2. ‘Ni negro ni blanco’ (“Los sueños locos”, DRO, 2001).
El primer disco acabó funcionando mucho mejor de lo esperado. Además de la calidad de las canciones, influyó el hecho de que su amigo del alma, Robe Inisesta, le ofreciese abrir los multitudinarios conciertos de la gira de Extremoduro (del disco “Canciones prohibidas”). Eso hizo que miles de personas escuchasen y se enamorasen de aquellas canciones que, inicialmente, habían sido concebidas para matar las tardes de resaca en bares pequeños. Después pasaron tres años de mucho trabajo con Platero. También se grabó “Extrechinato y tú”, el disco en el que miembros de Extremoduro y Platero y Tú ponían música a poemas de Manolo Chinato. En ese tiempo, Fito tuvo tiempo para madurar su siguiente movimiento. Los Fitipaldis ya no iba a ser un mero pasatiempo, buscaba un sonido más pulcro y quería abrirse a otros estilos totalmente alejados del rock, cosa que consiguió, por ejemplo, en temas como ‘Perro viejo’ o ‘Sevilla de Bilbao’. “Los sueños locos” se grabó en el estudio de Iñaki Uoho y, efectivamente, presenta un sonido más profesional que el de su debut, una gran variedad de estilos y registros. Por aquella época seguía manteniendo mucho contacto con Robe Iniesta, así que no sorprendió que volviese a colaborar en ‘Ni negro ni blanco’.

3. ‘Corazón oxidado’ (“Lo más lejos a tu lado”, DRO, 2003).
La disolución de Platero y Tú se anunció después de la exitosa gira de “Correos”, que culminó con tres conciertos en sala La Riviera de Madrid. Por primera vez, Fito podía centrarse en los Fitipaldis como su actividad principal. Y vaya sí lo hizo. Como él ha reconocido en múltiples ocasiones, llegó a obsesionarse con el disco que tenía entre manos. Durante meses vivió, comió (poco), respiró (solo lo justo) y durmió (casi nada) pensando única y exclusivamente en las canciones en las que estaba trabajando. En aquella época, reconoció que ni siquiera se había enterado de la guerra de Irak, que convulsionó al mundo mientras él seguía componiendo encerrado en su torre de marfil. El resultado de semejante obstinación fue “Lo más lejos a tu lado”, el álbum que le convirtió en el fenómeno social y musical que sigue siendo a día de hoy. Ni los más optimistas podían haber augurado la locura que se desataría con ese disco. Nada más terminar de grabarlo, antes de que saliese a la venta, Fito tuvo que ingresar en un centro de desintoxicación. Se había quedado totalmente vacío, sin energía. Explotó y tuvo que pedir ayuda, aunque, como él mismo cuenta, tuvo la suerte de que cuando salió de la clínica tenía un disco que arrasaba y una larga gira pendiente, y toda esa actividad le ayudó a salir adelante. En muchos conciertos le dolía tanto cantar la explícita letra de ‘Corazón oxidado’ que solía dejarla fuera del repertorio.

4. ‘Quiero ser una estrella’ (“Lo más lejos, a tu lado”, DRO, 2003).
Al bilbaíno siempre le ha gustado hacer versiones y, de hecho, acostumbra a incluir una en sus discos. Algunas son más evidentes, conociendo su historia musical, como ‘Deltoya’, de Extremoduro, o ‘Callejón sin salida’, de Barricada. Otras, sin embargo, nos muestran a un músico inquieto, curioso y ecléctico, como la ya mencionada ‘Quiero beber hasta perder el control’, de Los Secretos, ‘La negra flor’, de Radio Futura, ‘Todo a cien’, de La Cabra Mecánica o ‘Nos ocuparemos del mar’, de Javier Krahe. En “Lo más lejos, a tu lado” había una adaptación del ‘Quiero ser una estrella’ de Los Rebeldes. Su historia es curiosa. A comienzos de este siglo, Loquillo estuvo preparando un disco para homenajear a su amigo y colaborador Carlos Segarra, líder de Los Rebeldes y figura injustamente olvidada del rock español. Una de las primeras personas a las que llamó para que participase en el proyecto fue Fito, que se apuntó de inmediato. Tiempo después el Loco volvió a contactar con él para comunicarle que el tributo ya no seguía con la idea que él lo había concebido y lo abandonaba, y Fito hizo lo mismo. Pero como ya había preparado su canción, quiso incluirla en su nuevo disco.

5. ‘Un buen castigo’, (“Vivo… para contarlo”, Warner, 2005).
Con el tiempo, Platero y Tú se convirtió en uno de los grupos más exitosos del rock nacional y, a día de hoy, su regreso sigue siendo el sueño de miles de fans que aún añoran a la mítica formación (cosa que, de momento, parece poco factible). Cuando anunciaron su separación, nadie pensaba que Fito & Fitipaldis fuese a alcanzar el éxito que consiguió con “Lo más lejos, a tu lado”, pero el disco, literalmente, arrasó. Los conciertos se celebraban en recintos gigantescos y agotaban las entradas. Una de las noches más históricas fue la del 19 de agosto de 2004, en plenas fiestas de Bilbao. Se esperaba que la asistencia fuese multitudinaria, pero no tanto como finalmente fue. Las crónicas hablaban de más de cien mil asistentes. Incluso hubo quejas por parte del público, ya que en la parte trasera apenas se oía lo que estaba sucediendo en el escenario, pero es que nadie podía haber previsto semejante gentío y el equipo que se preparó, que fue inmenso, no resultó suficiente. El concierto se grabó y salió publicado bajo el nombre de “Vivo… para contarlo”. Es un fiel reflejo de lo que se vivió en aquella actuación (puede escucharse cómo a Fito se le escapó un espontáneo “¡Te cagas!” cuando salió al escenario y vio la inmensa cantidad de gente que le estaba esperando). Además constituyó una especie de testamento de la primera época de Fito & Fitipaldis, ya que en el siguiente trabajo habría bastantes cambios. Podemos recordar cómo sonaban aquellos años en temas como ‘Un buen castigo’. A partir de esa gira, solo se mantendría en la banda el saxo de Javier Alzola.

6. ‘Medalla de cartón’, (“Por la boca vive el pez”, Warner, 2006).
Tras el punto de inflexión que supuso su anterior disco, “Por la boca vive el pez”  inauguró una nueva etapa, en la que los discos saldrían cada vez más espaciados. La banda cambió y empezó a trabajar con un equipo que se ha mantenido más o menos estable hasta la actualidad. Ahí estaba ya Carlos Raya, antiguo componente de la banda heavy de los ochenta Sangre Azul, que había llamado la atención de propios y extraños por su trabajo en los primeros discos de Quique González (también había trabajado con M Clan). Raya sería desde ese momento la mano derecha de Fito, ocupándose de las guitarras, la producción y la dirección musical del grupo. “Por la boca vive el pez” no hizo sino confirmar que el desmesurado éxito comercial de Fito no era, en modo alguno, flor de un día. El tema más aguerrido de toda la colección era ‘Medalla de cartón’. Inicialmente su letra iba a hablar sobre el bombardeo de Guernica, localidad que la que residía su autor, aunque, finalmente, acabó convirtiéndose en un alegato antibelicista más genérico. Es una de las pocas veces que ha escrito una letra de temática, en mayor o menor medida, política o social.

7. ‘Whisky barato’ (“Dos son multitud”, Warner, 2008).
En julio de 2007, al terminar la extensa gira de “Por la boca vive el pez”, Fito compartió cartel con Andrés Calamaro en un mini tour al que bautizaron como “Dos son multitud” (en realidad, el nombre completo era “AC + AC = Dos son multitud”, haciendo referencia a las primeras iniciales a los nombres de los artistas, Andrés Calamaro y Adolfo Cabrales, alias Fito). Finalmente fueron cuatro conciertos en España y alguno más en Sudamérica. La primera de aquellas citas, celebrada en Getafe, se publicó en cedé y deuvedé. Se daba la circunstancia de que ambos cantantes a José Bruno en la batería y Candy Caramelo en el bajo. En esas actuaciones había tramos en los que los músicos interpretaban sus propios repertorios por separado, pero lo más jugoso llegaba cuando coincidían sobre el escenario y cantaban al alimón canciones como ‘A los ojos’, ‘Que viene y va’, ‘No se puede vivir el amor’ o la siempre irresistible ‘Whisky barato’.

8. ‘Qué necesario es el rock’n’roll’ (“Antes de que cuente diez”, Warner, 2009).
Como sucedió con sus predecesores, “Antes de que cuente diez” fue un nuevo superventas. Fito había encontrado un equipo y una manera de trabajar con los que se sentía cómodo. Había conseguido el sello identificador que busca cualquier creador. Bastaba con escuchar unos pocos segundos de una canción suya para que el oyente pudiese identificar su autoría. El beneplácito del público era más que evidente y se traducía en ventas (de discos y de entradas) astronómicas. Como sucede casi siempre que un artista tiene la suerte de ir llegando cada vez a más público, también surgieron voces que le acusaban de haberse domesticado o, incluso, de haberse vendido. Un debate tan antiguo como la propia música (el clásico “antes, cuando solo te conocíamos cuatro, molabas mucho más” que han tenido que soportar tantos y tantos artistas). En la letra de ‘Qué necesario es el rock’n’roll’, el músico defendía la ética por encima de la estética, la esencia en lugar de lo accesorio, y lo resumía en una certera frase: “Qué necesario es el rock’n’roll, qué prescindible el cuero”.

9. ‘Al cantar’ (“En directo desde el Teatro Arriaga”, Warner, 2014).
En 2013, después de muchos años actuando en recintos colosales, Fito quiso darse el gustazo de ofrecer una serie de conciertos en locales de menor aforo, donde podría ver las caras a cada uno de los asistentes y, en definitiva, volver a sentir la cercanía de su público. Los teatros y auditorios donde se celebraron las actuaciones requerían nuevos ropajes para las viejas canciones (algunas de las cuales, por cierto, no eran en absoluto habituales en los últimos repertorios). Sonidos más acústicos, más madera y menos electricidad. Recuperar, en cierta medida, el espíritu con el que nació el proyecto de Los Fitipaldis: hacer música por el mero placer de hacerla, primero en bares y después en los escenarios más exquisitos de todo el país. Los dos últimos conciertos se celebraron, como no podía ser de otra manera, en el Teatro Arriaga de Bilbao y su recaudación fue donada íntegramente al Banco de Alimentos de Vizcaya. Posteriormente se editó un disco que recogía los mejores momentos de esas dos actuaciones. ‘Al cantar’, el viejo tema de Platero y Tú recuperado para la ocasión, sonaba aquí prácticamente desnudo y simbolizaba a la perfección el alma de la gira.

10. ‘Umore ona’ (“Huyendo conmigo de mí”, Warner, 2014).
Pasaron cinco años desde “Antes de que cuente diez” hasta que llegó un disco con material inédito. El cantante, que no se caracteriza por tener pelos en la lengua y se ha expresado siempre con meridiana claridad, admitía sin reparos que cada vez le costaba más el proceso creativo. Los fecundos y prolíficos años de Platero y Tú quedaban muy atrás. Ahora, decía, le resultaba más difícil componer canciones que le dejasen satisfecho, en parte porque sentía que escribía sobre cosas que ya había contado con anterioridad, y en parte porque, inevitablemente, el filtro de calidad era mucho más exigente. Finalmente, en 2014 vio la luz “Huyendo conmigo de mí”, en el que, además de otras señas características de su música, mantenía la vieja tradición de incluir un tema instrumental. En esta ocasión era ‘Umore ona’, que significa “buen humor” en euskera. Pero no escogió el título por su significado etimológico, sino porque ese era el nombre de un mítico bar bilbaíno en que pasó muchas noches durante décadas. Situado en la calle La Esperanza de la capital vizcaína, el Umore Ona era algo así como el punto neurálgico del rockerío de Bilbao. Allí se reunían grupos locales como Platero y Tú, Flying Rebollos o Doctor Deseo y, además de beber y confraternizar entre ellos, compartían mucha información musical y recibían a las bandas que visitaban la ciudad (como M Clan, cuyos miembros hacían allí parada obligatoria). Curiosamente, la canción dedicada al bar no tiene letra, y eso que se podrían contar mil anécdotas con las experiencias que allí se vivieron, pero, como bromea Fito, hay cosas que no pueden hacerse públicas. Lo que pasa en el Umore, se queda en el Umore. O se quedaba, porque, desgraciadamente, el bar echó la persiana definitivamente en 2015. Como rezaba una frase que había escrita en una pared del mítico bar: “¡Qué ruido tan amargo el del silencio! ¡Qué silencio tan triste ya sin ruido!”.

Bonus track: ‘Cerca de las vías’ (con Quique González, gira “Por la boca vive el pez”, 2007).
Otra de las constantes de Fito, además de la de incluir en sus discos una versión y un tema instrumental, ha sido la de invitar a un grupo amigo para abrir sus conciertos. Eso supone que forme parte de una gira con los mejores medios posibles delante de una multitudinaria audiencia. Sin duda, una gran oportunidad de la que han podido disfrutar Zodiacs, La Cabra Mecánica, Los Zigarros… o Quique González, que acompañó a Los Fitipaldis en los últimos conciertos de la gira “Por la boca vive el pez”, allá por 2007 (Quique estaba inmerso en la de “Avería y redención”), donde solían compartir escenario para interpretar juntos ‘Cerca de las vías’.

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