Diego García ‘El Twanguero’: El hijo de Elvis y Celia Cruz

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“No me voy a poner a hacer de Calamaro, Serrat o Sabina. Mi voz son seis cuerdas. Pero no descarto seguir incluyendo ciertas voces para que la música sea un poco más popular”

 

 

Entre giras con Calamaro y El Cigala, Diego saca tiempo para presentar en Madrid su nuevo trabajo, “Pachuco”. Un disco de contrastes en el que confluyen la música norteamericana y latina, pasadas por su característica guitarra eléctrica para buscar, más que nunca, el disfrute. Arancha Moreno le entrevista.

 

Texto: ARANCHA MORENO.

 

Hay gente que se acoda en la barra del bar a beber como una esponja todo lo que caiga en su vaso, y otros que beben de cada viaje, de cada concierto, de los demás. En el segundo grupo está Diego García, alias “El Twanguero”, habitual de Andrés Calamaro y Diego El Cigala y viajero incansable que guarda cada aprendizaje entre las seis cuerdas de su guitarra eléctrica. Se ha puesto como objetivo crear un sonido propio con el que llegar a la gente, utilizar lo aprendido –que es mucho– para levantar al público, sin necesidad de demostrar un sofisticado lucimiento. Es hijo de la música norteamericana y latina, y su música parece fruto de muchas noches de pasión entre Elvis Presley y Celia Cruz. Las mismas noches que ha enchufado su guitarra en medio mundo, a veces acompañando y otras presentando sus propios temas, como hace ahora con su nuevo disco, “Pachuco”, con el que llega a la madrileña sala El Sol este jueves 14 de mayo. Días antes nos encontramos con él en la cafetería del Círculo de Bellas Artes, con la mirada de quien siempre anda entre idas y vueltas.

 

“Pachuco” es un disco que el oyente disfruta desde el primer minuto, pero que también parece ejecutado con mucho disfrute.

Está muy disfrutado tocado, está pensado, ensayado y perfilado durante varios meses en el Café Berlín de Madrid. Han sido cinco meses todos los jueves. Un día entró la policía y nos cortaron el concierto, parecíamos los Sex Pistols, fue muy divertido.

 

¡Vaya! ¿Qué pasó?

Por el volumen o algo así, cosas del Ayuntamiento de Madrid. El disco está muy rodado y eso se nota en la grabación. Hicimos la prueba de fuego que eran las velocidades, cuándo bailaba la gente… eso nos dio las pautas para grabarlo. Teníamos que haberlo grabado allí en directo, pero por cuestiones técnicas era más difícil llevar todo el equipo. Nos fuimos a un estudio y en un par de días lo grabamos todos a la vez, y al tercer día Candy Caramelo y yo estuvimos perfilando algunas cositas, alguna trompeta, percusión… El 90% del disco está grabado en directo, como vengo haciendo siempre.

 

Has contado con Candy a la producción, ¿qué papel ha jugado en todo el proceso?

Candy es muy importante, antes estuvimos escuchando música en su casa y preparando las ideas para mostrar la música en directo. Él era el filtro, yo me fío bastante de Candy. Y así me he quitado la responsabilidad de producir un disco: elegir las tomas buenas, estar con muchas cosas en la cabeza. Yo prefería dedicarme a tocar y Candy, que tiene mucha experiencia, decidía. Luego ya discutíamos lo que fuera. Él es mi amigo y mi compañero de los últimos quince años, hemos tocado mucho con Andrés (Calamaro) y un montón de cosas.

 

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“Es un reto difícil, pero quiero llegar al público total. Le doy muchas vueltas a cómo tener una voz: Santana, Eric Clapton, Mark Knopfler… Por eso estoy fuera del mainstream, pero quiero hacer música popular. Mi música es a fuego lento”

 

El disco tiene nombre del personaje, y hay muchas canciones que narran una historia de alguien concreto, como ‘Frida Khalo’ o ‘El caminante’. ¿Por qué esa oda al “Pachuco” y ese glosario de personajes?

Esto sale porque me fui a vivir a México, por cuestiones laborales de mi mujer, y allí surge la idea y el imaginario de los murales, el mexicano, la música latina… En mitad de ese viaje voy varias veces a tocar a Los Ángeles y vi un puente: los mexicanos que viven en Los Ángeles y los mexicanos que viven en el D.F., la diferencia que hay entre ellos, cómo se han visto influenciados por la música americana y las raíces latinas. La explicación estaba en la calle y me daba una historia. El Pachuco es el pandillero de los años 40, estéticamente es súper interesante, por el traje que lleva y la música que escuchan, que es swing y rockabilly, pero también mambo, música latina… El choque entre las dos culturas, el mambo y la parte latina, norteamericana y latinoamericana, el sur y el norte. Como Celia Cruz y Elvis. Se me ocurre una historia y lo hilo. ‘Frida love song’ es el bolero del sueño, muy mexicano pero con un sonido norteamericano, y el personaje de ‘El caminante’. Tijuana y San Diego es prácticamente la misma ciudad, pero en medio hay una barrera, y los mexicanos pasan caminando, trabajan en San Diego y vuelven a casa a Tijuana. Esa figura del caminante me inspiró una cumbia que está en el disco. El primer tema es ‘Speedy García’, que es un poco Speedy González, el cartoon norteamericano, acelerado, pero basado en mi personaje. Quería darle un concepto, es una película.

 

Una película en la que está muy presente el director, que cada vez tiene una forma más personal de contar las cosas. Has creado el personaje de “El Twanguero”, que cada vez tiene un sonido más definido.

Claro, es un viajero. Esta vez he querido ser más popular. La gente cuando va a un concierto quiere o cantar las canciones, o bailarlas. El baile es el instinto primario, todo viene de África, hay percusiones en este disco del imaginario africano. Pero aunque sea un disco positivo y mayormente instrumental, tiene un contenido social importante, el latino de Estados Unidos, la situación del latino, que veo desde el punto de vista musical, el choque entre el swing de Duke Ellington y Pérez Prado y el mambo. Orquestas grandes para que la gente baile (dice, tarareando uno de los temas). Lo transmito todo de una manera más sutil y abstracta, con la música, pero hay un componente social importante: la situación del latino en EE.UU. es marginal. He intentado unir esas dos cosas y demostrar que están en el mismo plano.

 

¿Ese choque de estilos surge a raíz de esa estancia que cuentas, o ya venías dándole vueltas antes de ese viaje?

Ya venía dándole vueltas. He tocado con grandes artistas latinoamericanos, sin embargo mis influencias son norteamericanas. Me gusta el bolero, el tango… pero lo toco con la guitarra eléctrica, con un sonido años 50. Creo que es una fusión natural, original. Si viajas por ahí descubres que Manuel Galván, de Buenavista Social Club es el primer twanguero de la historia, pero él no lo sabía. Para mí es una inspiración fuerte. Hubo ciertos latinos que tocaron la guitarra eléctrica, como Santanta, el gran héroe latino. Creo que voy por esa senda de guitarra eléctrica con influencias latinas. Yo soy ibérico, pero creo que es un sonido bastante original, y añadiéndole las percusiones y la tendencia afrocubana lo colocamos en un sitio interesante para el público. Creo que este disco me sitúa en otro lugar, me abre ciertas puertas, como tocar en el Womad.

 

¿Con el anterior trabajo tenías más problemas?

No, toqué un montón, pero era un poco más elitista, entraba en circuitos de jazz…pero creo que era más para expertos. Esto son canciones de dos minutos y medio que puedes poner aquí y bailar. Quiero seguir por ese camino.

 

A juzgar por los choques musicales del disco, musicalmente tú también eres Pachuco.

Absolutamente. Hace un mes y pico presenté el disco en Los Ángeles con pachucos originales, me entendieron perfectamente. No hago un disco temático, miro hacia el futuro o por lo menos al presente. Rescato las cosas y las filtro. Es esa mezcla del hot latino con el western americano.

 

Hay canciones que dejan ver ese ‘viaje’ musical en apenas un par de minutos. Por ejemplo, en ‘Speedy García’ hay desde aires hawaianos hasta aires taurinos.

Sí, la parte española no me la puedo quitar, todo conduce a eso. Yo sigo haciendo mi investigación y mi siguiente paso va a ser por ahí. El rollo medio taurino lo puedo haber heredado de estudiar la guitarra española en el conservatorio, y luego de haberme juntado con personajillos interesantes, como mi querido Jaime Urrutia, El Cigala, Calamaro… Eso es una bendición para mí, juntarme con ellos. No te digo que vaya a hacer un disco flamenco, ni mucho menos, pero está ese deje español, la última es el aviso de lo que viene, una especie de rumba-tango-flamenco que da pistas de la próxima aventura.

 

“Pachuco” es instrumental, pero hay voces muy puntuales bien escogidas para ensalzar la canción.

Es un experimento, trato de encontrar la forma de captar la atención con la música instrumental. En el anterior disco había letras, no descarto incluir la voz y ciertos textos en el futuro, pero me gusta la abstracción de ciertas músicas, me parece muy atractivo comunicarte con sonidos. Yo no escucho música instrumental, mis ídolos son Bob Dylan, Camarón, Atahualpa Yupanki. Curioso que yo haga música instrumental, pero es una formación conceptual. Las voces son puntos de anclaje, te meten en el concepto, pero creo que en esa medida conviven muy bien. No me voy a poner a hacer de Calamaro, Serrat o Sabina. Mi voz son seis cuerdas. Pero no descarto seguir incluyendo ciertas voces para que la música sea un poco más popular. Es un reto difícil, pero quiero llegar al público total. Le doy muchas vueltas a cómo tener una voz: Santana, Eric Clapton, Mark Knopfler… Por eso estoy fuera del mainstream, pero quiero hacer música popular. Mi música es a fuego lento.

 

En España has conseguido un sonido propio muy original, ¿también fuera?

Creo que sí. Soy artista Gibson para la sección latina, y me quieren llevar a Nashville para tocar allí, les parece súper novedoso, porque tengo un componente latino que me he ido labrando durante años. No he hecho flamenco, he mantenido mi identidad. Los gringos se sorprenden. El tiempo no sé si me dará la razón, pero me da consistencia.

 

Y afina esa voz.

Claro, cada vez más directo, sin tanto rodeo. No tienes que ser erudito para verme tocar.

 

De hecho, en este disco no enseñas todo lo que sabes, no hay canciones de seis minutos para deleite del solista.

No hace falta enseñarlo, lo importante es mantener el pulso arriba. Ser un súper músico es poder comunicarte con el máximo público posible.

 

El disco empezó a forjarse en México con viajes Los Ángeles, pero has acabado rematándolo en directo y en el estudio en Madrid. ¿Por qué?

Lo finiquité en Madrid, porque estaba tocando por Europa. Me lo traje todo en el disco duro de la cabeza, que es más fiable. Ya he perdido varias cosas. En un viaje que hice con El Cigala al Auditorio Nacional ya tenía un poco avanzado este disco, tenía ideas en mi Mac y me lo robaron y perdí muchas cosas que tenía, también para cine. Reservé un estudio por la mañana para no perder cosas. Muchas cosas las perdí en los viajes, es la parte mala junto a las horas de espera en los aeropuertos. Si tengo una idea, la practico hasta que no se me olvide. Las interiorizo. Es una putada, prefiero tener las cosas en la cabeza.

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“Si estuviera fijo aquí me levantaría, me tomaría un café y me iría al estudio. Posiblemente tendría más repertorio, pero sería más vacío, no encontraría la inspiración. Hay que mirar a la gente, conocer músicos callejeros en México, o ver a un negro tocar en Misisipi”

 

Ese continuo ir y venir habrá marcado completamente el carácter de tu música, ¿en qué crees que se nota más?

Cuando estás afincando en un sitio quizá tengas más tiempo para desarrollar ciertas cosas. Ahora quiero montar un estudio en Madrid. Si estuviera fijo aquí me levantaría, me tomaría un café y me iría al estudio. Posiblemente tendría más repertorio, pero sería más vacío, no encontraría la inspiración. Hay que mirar a la gente, conocer músicos callejeros en México, o ver a un negro tocar en Misisipi. He empleado muchas horas en viajar, y he perdido poder estar en un estudio tranquilo desarrollando muchas cosas. También eres más sintético. Toco con muchos músicos y trato de robarles el alma lo máximo que puedo, eso te aporta un montón. La música no es sólo un sonido, son formas de tocar la guitarra. Me inspiraron mucho los cantores mexicanos porque tocan con mucha dignidad. Sí podría llegar a tocar la guitarra como Jose Alfredo canta. Los músicos callejeros, si tocan canciones que no te gustan, no le haces caso, pero si te toca la fibra, le das diez pesos. Se la juegan. Imagínate poder hacer un disco de músicos callejeros latinoamericanos. Vi un cantante mexicano con una guitarra bajo sexto, estaba el tipo solo, y era… Si El Cigala le hubiera visto se hubiera puesto a llorar. Sería una pasada llevarle a un estudio. Encontré otro en Zihuatanejo que tenía un temazo dedicado a su hija, que no ve hace veinte años. Si lo escucha Sabina se vuelve loco. Eso no está grabado. ¿Sabes la música callejera que hay?

 

Ahora estás en Madrid, y este jueves 14 de mayo es la puesta de largo en la Sala Sol. ¿Cómo vas a ejecutarla?

En mayo tenemos varias cosas, el Womad, el festival de Jazz en Albacete… Vamos a grabar el concierto de Madrid y hacer un DVD. Voy con Candy Caramelo, José Bruno… tengo los músicos que tuvieron Fito y Fitipaldis y Andrés Calamaro, los mejores de España (ríe), Moisés Porro a la percusión y Manuel Machado, un trompetista cubano que es una pasada. Lo mejor latino y lo mejor rockero. Candy y El Niño son mis compañeros, te da una seguridad… y la parte africana está defendida totalmente. Quizá hagamos un “Pachuco Live”.

 

Ese adjetivo, “vivo”, te pega mucho. Y a este disco.

Es lo que yo hago, música en movimiento. Quiero salir del periodismo musical, que la gente me descubra. Trabajo bastante en ese aspecto. En verano haremos varios festivales. Voy a esperar a septiembre para hacer el circuito de clubes. Tengo muchos viajes, y el objetivo es ir a Nashville este verano, moverme de aquí para allá. Sacaré el disco en Los Ángeles, voy a hacer un ciclo allí también, en un sitio llamado El Cid, en Sunset Boulevard, donde iban Sinatra y Marilyn Monroe. Al dueño le encantó el disco y me dijo que fuera todas las semanas a tocar.

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