“Diccionario enciclopédico de la vieja escuela”, de Javier Pérez Andújar

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“Nuestro mundo, lo que hemos leído, lo que hemos escuchado, está ahí: de ‘Joyas Literarias Juveniles’ a la línea clara, una cultura en la que Andújar juega simplemente en otra liga, la de la simple y pura diversión”

 

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Javier Pérez Andújar
“Diccionario enciclopédico de la vieja escuela”
TUSQUETS

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Hace unas semanas, Javier Pérez Andújar bordó el pregón de las barcelonesas fiestas de la Mercè, que este 2016 le había sido confiado. Nada nuevo, subió al púlpito una personalidad de enjundia de nuestra ciudad y desde su palabra ha llovido un elogio a la cultura popular y a la Barcelona construida a través de lucha que ha dejado boquiabiertos a todos. Pero en este caso hay algo distinto; este que les habla esperaba mucho del discurso del escritor, en primer lugar porque supone la subida al púlpito de la Barcelona de mi generación y por tanto de mi mirada sobre la ciudad, aquella que compartimos tácitamente aquellos que vivimos sobre unas circunstancias; en segundo lugar, porque ha estado a leguas de lo institucional, Andújar es especialista es fijarse en los desconchones y no en los oropeles. Y yo me reconozco.

De esta sensibilidad da buena muestra el amplio volumen que presentamos, que roba el título de compendios pedagógicos pre-internet y que combina en sutil maniobra el espíritu didáctico con el viejuno; una buena carretada de entradas que en su mayoría –aunque retocadas–  habían aparecido en prensa y blogs y que dan idea de sus coordenadas éticas y estéticas que si no es por él y por media docena de francotiradores más sería difícil que pasaran a las páginas de la alta cultura. Y lo que encontramos es ni más ni menos que nuestro bagaje, la toma de postura a la que han llegado algunos de los nacidos en los sesenta, que vivieron un maratón de tebeos en los setenta, se fundieron con la música en los ochenta y a partir de ahí se convirtieron en descreídos, sentimentales y comprometidos. Nuestro mundo, lo que hemos leído, lo que hemos escuchado, está ahí: de “Joyas Literarias Juveniles” a la línea clara, una cultura en que todavía hay que ser apocalíptico o integrado, pero en la que Andújar juega simplemente en otra liga, la de la simple y pura diversión, obnubilarse con una viñeta o con un Proust.

Dedica, pues, artículos y artículos a la escuela Bruguera, prácticamente a todos sus dibujantes, paletas esclavizadas que inconscientemente ofrecían visiones certeras sobre lo que ocurría alrededor. Se abalanza sobre años de subcultura con ánimo de gourmet, sobre Camarón –a la vera de Camilo Sesto–  y el flamenco más escondido, sobre héroes cotidianos y vidas en sombra como la del dibujante Cabrero Arnal o la cantante Tina Gil o el actor Carlos Lucas. Mitos secretos como Fernando Poblet, en un mundo en el que vivimos de lo que el sistema suele desechar.

En las revelaciones éticas, traza un arco que va desde la Barcelona libertaria hasta el 15M y la situación que más parece estremecerle los lacrimales: la masacre contra “Charlie Hebdo”, ahí se nos ha ido en parte nuestro modo de entender la vida y la ciudad, similar a la del único escritor barcelonés al que dedica entrada: Eduardo Mendoza. Su estilo, sin embargo, no posee la depuración de Mendoza: es nervioso, de frase corta, rápida, y cada vez más dominado por la intertextualidad que hace efervescentes los textos. Mínimos como aquello que enfoca, el cambalache del siglo XX, en parte política y en parte leyenda, ética y estética que son lo mismo en una lucha de palabras no lejana de lo que fue el barroco.

Queda apuntalada así nuestra alimentación vital, nuestra geografía, nuestras lecturas… –aunque como diría el propio escritor, todas ellas son de pobres–  por alguien que con el tiempo debería merecer el honor de ser el cronista oficial de Barcelona.

 

 

Anterior crítica de discos: “Manual de fotografía”, de Hans Laguna.

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