Dayna Kurtz: Para círculos reducidos

Autor:

 

Con su voz portentosa y su actitud trovadora, Dayna Kurtz recrea un mundo cotidiano de sentimientos donde el country-folk de la mejor tradición habita junto al jazz, el cabaret o el gospel. Después de cuatro discos, buena parte de la crítica americana y europea ha marcado con rojo el nombre de esta cantautora inclasificable, que se mueve en reducidos círculos, lejos del negocio de la industria y donde se hace necesario recorrerse muchas carreteras y cerrar muchos garitos perdidos en el mapa.

Texto: FERNANDO NAVARRO.


Dicen los que siguen a Dayna Kurtz desde hace varios años por Estados Unidos y Europa que “Dayna is the real thing”. Sin duda, palabras que definen a la perfección a esta artista, que es capaz de hechizar como pocas con tan sólo una guitarra y su voz. Dayna Kurtz, natural de Nueva Jersey pero afincada en el Brooklyn neoyorkino, es tan real como su música, en esa fascinante combinación de estilos que impide etiquetarla y da muestras de un talento arrollador. Con su voz portentosa y su actitud trovadora, recrea todo un mundo cotidiano de sentimientos donde el country-folk de la mejor tradición americana habita junto al jazz, el cabaret o el gospel. Después de cuatro discos, buena parte de la crítica americana y europea ha marcado con rojo el nombre de esta cantautora inclasificable, que se mueve en reducidos círculos, lejos del negocio de la industria y donde se hace necesario recorrerse muchas carreteras y cerrar muchos garitos perdidos en el mapa.
Compañeras más o menos de generación como Cat Power, Neko Case, Amy Winehouse o Norah Jones cuentan con mucha más publicidad y éxito comercial que Kurtz. Un dato curioso sirve para ilustrar este hecho. En este mundo de hoy, donde no eres nadie si no estás en Internet, apenas hay información sobre Dayna Kurtz en el famoso y consultadísimo portal musical Allmusic. Prueben a poner cualquiera de los otros nombres citados. Podrán saber hasta el pie que calza la traviesa Winehouse. Sin embargo, la música de Dayna Kurtz (y no porque exista esa referencia en Allmusic) desprende el misterio de las composiciones de Tom Waits y tiene el temperamento de Lucinda Williams. Cualidades que hablan de una artista especial, que está de gira por España este mes de diciembre y que desde Nueva York nos demuestra que tiene mucho más que decir que el resto del plantel. Y que bendita la hora en que esta mujer no pasó a convertirse en una Norah Jones más, con todos los respetos a la buena de Norah.

 

De nuevo por España, y la verdad que somos bastantes los que estamos deseando verte, aunque no tantos como por el resto de Europa, donde tienes toda una legión de seguidores. ¿Cómo se lleva eso de tener más reconocimiento fuera que dentro de tu país?
No sé que es lo que hace que en un sitio tengas mejor acogida que en otro. Simplemente me hace feliz tocar y hacerlo bien en todas partes donde voy. Pero es cierto que fuera de Estados Unidos tengo más reconocimiento. Supongo que me siento bastante feliz con ello. Europa ha sido como mi segunda casa durante mucho tiempo. He escuchado miles de razones diferentes para referirse a este hecho, pero ninguna puede decirse que pueda explicarlo del todo. Me siento realmente conectada con vuestra cultura e historia, así que para mí es un placer volver a Europa y también a España.

Estados Unidos es tu país pero siempre has tenido que hacer mucho por darte a conocer. ¿Consideras que tu situación actual ha cambiado con respecto a tus comienzos?
Tal vez no mucho, pero no lo sé. Me encanta estar en la carretera. Me hace adquirir una naturaleza inquieta y todos los días son diferentes. Empecé muy joven en la música y pasé casi diez años girando sola por todas partes de Estados Unidos, sobre todo por el sur. Aquellos años fueron estupendos, tal y como los veo ahora. No gané mucho dinero, pero todo era nuevo para mí y me inspiró muchísimo. Supongo que fue perfecto porque era lo que buscaba.

¿Llegaste a dudar de la música y tirar la toalla?
No, porque en realidad la música me eligió a mí, y no al revés. Alcancé ese punto muy claro en el que la música no era lo que yo hacía, sino lo que yo era. Pasé a ser una desempleada que no hacía nada que no fuera música. Me ayudó que no necesitaba mucho para vivir, aunque fuera en las últimas. Tenía suficiente con una furgoneta que funcionase y que mi hermana me dejase guardar mis trastos en su garaje. No necesité un apartamento durante años, sólo quería vivir en la carretera.

Estuviste a finales de los noventa tocando de manera habitual en el Living Room de Nueva York, donde empiezan muchas promesas.
Todavía toco en el Living Room algunas veces. Recuerdo que las noches tributo a grandes músicos eran mis preferidas. Nos invitaban a muchos de los que tocábamos allí para versionar alguna canción en honor de algún cantautor. Toqué en el tributo a Bob Dylan, Neil Young o Joni Mitchell, entre otros. Ahora me sirve para acordarme de lo mucho que me encantaba tocar buenas canciones de otros compositores.

Entre algunos de esos músicos del Living Room, se encontraba Norah Jones. Tengo entendido que llegaste a coincidir con ella, ¿pero mantienes el contacto?
Sí. Piensa que Nueva York es como una ciudad pequeña cuando eres músico. Norah Jones es mi amiga, y ya lo era bastante antes de que firmase y consiguiese ese gran éxito. La invité a cantar junto a mí en uno de mis discos.

Sin embargo, ella es una superestrella que actúa en el Madison Square Garden y vende miles de discos. ¿Alguna vez has pensado que podías haber sido Norah Jones?

La verdad es que no lo pienso, ni me preocupo sobre ello. No querría ser famosa. Creo que sería una lata. En cambio, Norah lo sabe llevar con mucha gracia. No como yo, que no podría. No va conmigo ni con mi forma de ser.

Se te puede definir como una artista de culto, pero no sé si te complace esa definición.
No me importa lo que la gente quiera llamarme. Lo único en lo que me centro es en hacer música y tocarla en directo. Soy bastante feliz así. No me paro a pensar mucho en cómo soy percibida por los demás. Tan sólo me dedico a tocar la guitarra y a escribir canciones. El resto escapa de mi control, ¿por qué preocuparme? Nosotros siempre tenemos que poner alguna clase de etiqueta a las cosas. En la música, es la manera de vender. Pero al final del día, esa etiqueta no tiene nada que ver conmigo. Yo únicamente escribo lo mejor que puedo, mientras puedo ser feliz y disfrutar de la vida.

Pero estuviste a punto de firmar por una gran discográfica.

Tuve unas cuantas ofertas de discográficas importantes cuando estaba empezando. Por una razón u otra, nunca llegué a firmar. En retrospectiva, estoy contenta. La mayoría de mis amigos que firmaron con grandes discográficas terminaron en realidad amargándose. Las cosas no funcionan igual para todo el mundo. Yo abrí un sello con mi marido, Kismet Records, y lo único que te puedo decir es que por el momento soy una artista más dentro de la discográfica.

Combinas todo un abanico de estilos en tus discos. ¿Con qué género musical te sientes más cómoda?
Cualquier estilo puede influenciarme, pero lo más importante es la canción en sí misma, a partir de la cual sigo adelante. Soy muy inconstante y ligeramente obsesiva. Por ejemplo, nunca sabré el motivo por el que debo escuchar una canción de rockabilly una y otra vez durante días para, a la semana siguiente, estar escribiendo un tema influenciado por esa canción. No tengo ni idea de lo que me inspira, pero esa fuente de inspiración es la cosa más misteriosa de todas. Sigo intentando adivinar qué inspira la música.

Algunas de tus canciones parecen pequeñas obras de teatro ambulante. ¿Cómo de importante son los sonidos de cabaret en tu música?
Crecí escuchando mucho de ese material en mi casa. A mi abuela y a mis padres les encantaba la antigua música yiddish de teatro y los musicales de Broadway, que fueron americanizados con la influencia del jazz y la versión del vodevil judío. Así que todo eso está ahí. No puedo rechazarlo. A veces, una novela o una película están en mi cabeza y veo las canciones antes de oírlas.

 

NUEVA YORK

Muchas de las canciones de Another black feather fueron escritas en una casa en mitad del desierto de Arizona. ¿Por qué te fuiste tan lejos viviendo en Nueva York?
Necesitaba algún lugar sin distracción, sin ordenadores, teléfonos móviles, televisores, maridos, cocinas… Incluso el hecho de que la comida se limitara a coger un puñado de cacahuetes, cereales o una lata de atún, hacía que el día no tuviera distracciones en cuanto a cocinar. Soy bastante obsesiva con la comida en la vida real, así que estuvo bien tener que comer algo en el momento y que me diese energía suficiente para continuar. Fue fabuloso. Me gustaría hacerlo un par de semanas todos los años. El desierto es una cosa muy humilde. Me siento muy conectada a su universo, fuera, allí sola.

Bruce Springsteen también necesitó refugiarse sin compañía en una casa perdida de Nueva Jersey para la grabación de Nebraska, otro disco con una atmósfera absorbente. ¿Es la soledad tan importante en el proceso de creación?
No sé para Springsteen, pero para mí es necesaria. Nunca he sido capaz de crear algo sin mucha soledad. Se me hace muy difícil escribir en la ciudad porque no me gusta oír a otras personas o al tráfico a mi alrededor. Me siento mucho mejor escribiendo aislada en un lugar bonito y tranquilo. Es la manera en la que he compuesto desde que soy joven.

Entonces, viviendo en Nueva York lo tienes más difícil que en ningún otro lugar del mundo.
Tengo una relación de amor-odio con Nueva York. Estoy bastante asentada aquí por el momento, con mi marido que tiene que trabajar. Si pudiese hacerlo a mi manera, habría pasado la mayoría del año en Vermont, en las montañas, en una cabaña. Un par de veces al año estaría un mes o dos entre Nueva Orleans y Nueva York. Aunque admito que después de haber estado de gira mucho tiempo fuera, me siento feliz de regresar a Nueva York. Tengo la personalidad de un neoyorkino. Ellos son mi gente. Orgullosos, cálidos, divertidos y opinan por todo. Los neoyorkinos son fabulosos, aunque están un poco tensos a veces.

Pero tú vives en Brooklyn. Muchos neoyorkinos dicen que Manhattan y Brooklyn son muy diferentes. ¿A ti qué te parece?
Llevo viviendo aquí desde hace ocho años. Antes vivía pasado el río Hudson, en Paterson, Nueva Jersey. Manhattan es ahora toda para millonarios. Vas al Lower East Side y hay chicas de 25 años comprando zapatos de 800 dólares. Es difícil encontrar la ciudad en la que crecí y que antes conocía, con artistas y personajes de todas las clases. Ahora, mucha de esa gente se ha ido y todo el mundo está desesperado por mantener un tejado sobre sus cabezas. Brooklyn está de moda porque todos los artistas se han mudado aquí. Así que está también en peligro. A veces me veo a mí misma deseando que la economía caiga en picado lo suficientemente fuerte como para que el auge de las inmobiliarias y constructores termine. Nueva York se está tiñendo de codicia. Si el dinero aún no fuese el problema, viviría todavía en Brooklyn. Tiene un poco más de alma. Además, toda mi familia es de aquí. Mi padre creció a 20 manzanas de donde yo vivo ahora. Toda la familia de mi madre, primos, tíos, abuelos, vivieron en una misma calle en medio de Brooklyn. Mis padres se mudaron a Jersey antes de que yo naciese, así que me he sentido más unida a la historia de mi familia una vez que me he mudado a Brooklyn.

Tengo entendido que tu marido es un experto musical increíble, aparte de llevar vuestro sello discográfico. ¿Qué pincha ahora en casa?
Jeff trae a casa entre 30 y 40 CDs cada semana. Es un poco insoportable, honestamente. A lo que está ahora dedicándose es a escuchar y trabajar con músicos locales que conocimos últimamente. Un cantante llamado Mamie Minch, o un cantante y productor llamado DM Stith. Además ha contratado a un chico llamado Cass Mccombs, cuyo álbum me encanta. También a un artista de música electrónica llamado Yacht, aunque su nombre real es Jana. Realmente no me gusta esa clase de música pero este chico tiene algo especial.

¿Qué nos puedes contar de la incombustible escena musical neoyorkina? ¿Qué sitios nos recomiendas visitar?
Hay muchos locales magníficos en Nueva York. Living Room es todavía estupendo. También me encanta el Bowery Ballroom, aunque uno de los mejores para escuchar música es Joe’s Pub, en Lafayette Street. Su sonido es excelente. En Brooklyn, hay un local de rock que me gusta mucho llamado Southpaw. Otro que adoro es una pequeña sala de jazz llamada Barbes. No entran más de 30 personas apiñadas y está regentado por músicos franceses, quienes sólo dejan actuar a la gente que a ellos les parece interesante. Así que es uno de esos lugares en los que puedes alucinar oyendo cosas extraordinarias casi siempre. Canciones folk argentinas, acordeones brasileños o bandas country a la vieja usanza. Es maravilloso.

No comentas ningún local estrictamente de folk, con lo importante que ha sido este género en la ciudad. Hace poco leí un artículo en Newsweek que decía que el poder del folk como elemento de protesta había muerto. ¿Tan mal está el estilo que impulsaron desde la Gran Manzana Woody Guthrie, Bob Dylan o Pete Seeger, entre otros?
¿Qué quiere decir que el antiguo poder del folk ha muerto? Tonterías. Tan pronto como alguien dice algo, los demás se lo creen. Rechazo que se diga eso.

En buena medida, tú eres una cantante folk. ¿Cómo ves la situación actual de tu país sumido en las guerras de Irak y Afganistán?
Lo veo como lo ve la mayoría de la gente sensible: como un completo y trágico fracaso a nivel político, de compasión y de imaginación. Es una tremenda manifestación de incompetencia y arrogancia por una parte de mi gobierno que probablemente nos dará por el culo durante generaciones. Es hora de que la gente se involucre un poco. Mantengo la esperanza de que la Unión Europea consiga una verdadera unidad como fuerza económica y empiece a implicarse con mano dura para ponernos en nuestro lugar. Necesitamos un escarmiento. Es tiempo para que nuestro imperio llegue a su fin. Sólo deseo que cualquiera que sea el siguiente no sea más peligroso que en el que nosotros nos hemos convertido.

Artículos relacionados