“Cuestión de gravedad”, de Sidecars

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DISCOS


“Un disco en el que la tristeza, junto al lirismo decaído consustancial a ella, se viste de luminosidad y de belleza”

 

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Sidecars
“Cuestión de gravedad”
WARNER

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

En la estela de ese pop español de recorrido fluido y costuras invisibles pero firmes, Sidecars revela en su quinto álbum –el cuarto en estudio tras el anterior en directo— que la intimidad no está reñida con la energía. Integrado en ese pelotón en el que se incluyen Cooper o Doctor Divago –a ambos recuerda poderosamente Costa da Morte—, en este “Cuestión de gravedad” analizan desde la portada, con bisturí y sentimiento, las telas del corazón. Más que un disco conceptual, una historia de amor en trece capítulos.

Un amor que convive normalmente con el fracaso, pero que en ‘Locos de atar’ nos revela su otra cara: la feliz plenitud, mar y risas y un final con esas guitarras fuertes de los Beatles. Tanto es así que en la que cierra el disco ‘Conmigo o sin mí’ –depuración dolida y melancólica— se permiten un guiño que lleva la melodía del estribillo hasta el ‘You’ve got to hide your love away’ que aparecía en ‘Help’. Aunque también bebe, y mucho, de canciones de Ryan Adams o Wilco en el lirismo de ‘El camino fácil’ o la melancolía de ‘Tan rápido’, ambas con embrujadores solos de guitarra.

Como un peso ya clásico en todo lo que huela a pop en español, la presencia de los ochenta es evidente. Ahí están ‘Microinfarto’, a la manera de los Secretos, en que toda la canción se conjura para levantar el estribillo, o ‘Cuando caigas en shock’, que remeda las hechuras de los temas de Nacha Pop.

En ocasiones las melodías pegajosas –entre ellas, excepcional ‘Amasijo de huesos’— esconden el veneno del amor, ocurre en ‘Polvorosa’; pero lo más común es que el disco se vaya deslizando hacia paisajes medidos en los sentimientos, grises pero construidos con una extraña perfección artesana. Es buena muestra el envolvente estribillo de ‘Todo es mentira’, que estuvo a punto de quedar fuera o el prodigio de suave delicadeza que es ‘Olvídame’. En definitiva, un disco en el que la tristeza, junto al lirismo decaído consustancial a ella, se viste de luminosidad y de belleza.

Anterior crítica de discos: “El año de la victoria”, de Tigres Leones.

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