Cuando Kris Kristofferson buscaba su destino

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«En algunas canciones se trata sólo de la voz y la guitarra de Kristofferson, en otras, se suman batería, bajo, guitarra eléctrica e incluso órgano, a cargo de sus músicos habituales de la época»

El disco «Please don’t tell me how the story ends. The publishing demos 1968-1972» nos ofrece la oportunidad de acercarnos a los primeros pasos musicales de Kris Kristofferson, cuando grababa maquetas de sus temas con la esperanza de que fueran grabados por otros artistas. Un material que había permanecido oculto y que Javier Márquez Sánchez nos presenta.

 

Texto: JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.

 

Una de las últimas iniciativas del mercado discográfico para seguir sacando tajada es rentabilizar la obra “sin pulir” de las leyendas de la música. Si hasta ahora había reediciones que incluían como bonus las maquetas de algunos de los temas, ahora hay sellos que apuestan por publicar álbumes compuestos exclusivamente por ese tipo de material. Ensayos, descartes, demos, primeras tomas… Grabaciones que suelen circular habitualmente entre los aficionados como bootlegs, ahora llegan de manera oficial, en ocasiones con una cuidada edición para satisfacer a los más coleccionistas más exigentes.

Hace cosa de un año fueron Crosby, Stills & Nash, y el propio Graham Nash en solitario, los protagonistas de lanzamientos de este tipo, y ahora le ha llegado el turno a Kris Kristofferson. El sello Light In The Attic acaba de lanzar un lujoso digipack que acompaña al material sonoro con un fantástico libreto de sesenta páginas que incluye fotografías inéditas, letras manuscritas de las canciones, y comentarios de Kris Kristofferson de cada uno de los temas. Además, el recientemente desaparecido Dennis Hopper (amigo del cantante, que lo dirigió en su debut cinematográfico, «The last movie»), el outlaw country Merle Haggard y el reputado crítico Michael Simmons («Mojo»), se hacen cargo de unas jugosas notas con las que ayudan a dibujar un perfil bastante rico y curioso del artista.

En lo que se refiere a la música, «Please don’t tell me how the story ends. The publishing demos 1968-1972», que así quedó bautizado el proyecto, ofrece un total de 16 piezas grabadas entre 1968 y 1972. Todas ellas son demos registradas por Kristofferson bien para moverlas entre otros cantantes, bien para preparar sus primeros discos. Como tal, el material no es apto para oyentes ocasionales, pues si bien no hay problemas con la calidad de sonido, éste sí que resulta tosco en ocasiones –lo que por otro lado le otorga un encanto especial–, se cuelan comentarios entre el artista y el técnico de sonido, e incluso hay bromas con los miembros de la banda. En algunas canciones se trata sólo de la voz y la guitarra de Kristofferson, en otras, se suman batería, bajo, guitarra eléctrica e incluso órgano, a cargo de sus músicos habituales de la época. Es muy interesante observar la evolución de estas canciones, sobre todo en el tratamiento vocal, desde estas maquetas a su versión definitiva en los discos oficiales del autor.

Los productores de esta compilación, Mark Linn y Matt Sullivan  han llevado a cabo un gran trabajo al elegir unos temas que comparten un mismo tono intimista y evocador, combinando además piezas más populares (‘Me and Bobby McGee’, ‘Border lord’, ‘Duvalier’s dream’) con otras menos conocidas de su discografía (‘The lady’s not for sale’, ‘Smile at me again’, ‘Little girl lost’).

Es interesante no perder de vista que la mayoría de estas demos se registraron con la intención de que las grabasen otros artistas. Eran los días en los que Kristofferson había abandonado la carrera militar –y con la misma su mujer lo había abandonado a él–, para instalarse en Nashville e intentar vivir de la música. Como tantos otros, no tenía muchas esperanzas de poder grabar sus propias canciones, pero se conformaba con el éxito que otros alcanzaban con ellas. Lo que no podía suponer es que sus composiciones acabarían en discos de Elvis Presley, Frank Sinatra, Jerry Lee Lewis, Johnny Cash o el mismísimo Bob Dylan.

Bobby Bare fue uno de los primeros en versionear a Kristofferson con ‘Please don’t tell me how the story ends’, y Ray Price, que ganó varios premios gracias a su interpretación de ‘For the good times’, se animaría a grabar también ‘When I loved her’. El Clan Sinatra fue otro cliente asiduo del cantautor: Sammy Davis Jr. grabó ‘Come sundown’, Dean Martin obtuvo un importante éxito con ‘Just the other side of nowhere’ (que Dottie West llevó aún más alto en las listas), y tanto él como Sinatra dejaron sendas versiones de ‘For the good times’. La divertida e irreverente ‘If you don’t like Hank Williams’ se convirtió en uno de los temas imprescindibles del repertorio del hijo de la gran leyenda de la música country, Hank Jr., mientras que Rita Coolidge, segunda esposa de Kristofferson, acabaría incluyendo también varias de sus composiciones entre sus piezas habituales, especialmente ‘The lady’s not for sale’.

Puestos a señalar alguna pega al conjunto, se echa en falta la maqueta de ‘Sunday mornin’ coming down’, aquélla que, empeñado en que Johnny Cash la escuchara, Kristofferson le entregó en mano tras descender del helicópetro con el que se había colado en las tierras del veterano cantante. La versión del Hombre de Negro fue un gran éxito, y al apostar por otras composiciones de Kristofferson, Cash se convirtió en un contundente respaldo para la incipiente carrera del joven cantautor.

Una novedad, en definitiva, muy interesante, pura esencia de aquel joven Kristofferson, artista country con aspecto de rockero, cuyas canciones reflejaban esa nueva forma de su generación de afrontar las relaciones entre hombres y mujeres y con el propio mundo que los rodeaba, alejada de las visiones machistas y simplonas de antaño. Son canciones con una gran sencillez de forma, que no buscan el artificio ni el efectismo sino el sentimiento, lo que las convierte en desgarradores reflejos de las vivencias personales del oyente. Canciones que casi permiten paladear el bourbon en el que se conservaba el cantante en aquellos días, aunque, como él mismo ha reconocido, “no está mal que algo hermoso pueda surgir del dolor y la soledad”.

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