Corriente alterna: Nick Cave, sumo sacerdote

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Fue la forma en la que pudimos presenciar a un hombre que cree en su arte, un hombre que parecía saber que la música no deja de ser un ritual que alimenta, en el que tanto él como su audiencia son sacrificados en nombre de un dios seguramente ni exista”

 

El paso de Nick Cave por los escenarios españoles (y por las manos que le sujetaron cuando bajó del escenario caminando sobre el público) deja una huella profunda en los que estuvieron presentes, entre ellos Juanjo Ordás.

 

 

Una sección de JUANJO ORDÁS.

 

 

No voy a hacer una crónica del concierto de Nick Cave en Madrid la semana pasada. La cuestión hoy es plantearse cómo puede uno seguir tomándose en serio la mitad de la música que suele escuchar tras haber presenciado semejante espectáculo. ¿Qué haces con la mitad de tus discos? Porque fue tal el desparrame de arte musical el que tuvo lugar durante el show, fue tal la autenticidad que Cave emanó cual río desbordado, que uno se cuestiona si realmente necesita tanta música a su alrededor cuando son muy pocos los músicos capaces de iluminar de la forma que Cave ilumina.

No fueron solo sus canciones, no fueron solo sus acompañantes –tres Bad Seeds más la adición de Larry Mullin, escudero de confianza de Iggy Pop–, no fue solo la forma en que caminó entre el público de butaca en butaca, no fue solo la forma en la que dirigió a la audiencia cual sumo sacerdote. No. Fue la forma en la que pudimos presenciar a un hombre que cree en su arte, un hombre que parecía saber que la música no deja de ser un ritual que alimenta, en el que tanto él como su audiencia son sacrificados en nombre de un dios que seguramente ni exista.

Por supuesto, si no estuviste allí estas palabras resonarán vacías, quizá pienses que las has entendido pero estarás muy lejos de saber qué es lo que ocurrió la semana pasada en Madrid. No es un secreto, se puede tratar de revelar, pero en el fondo todos los asistentes salimos del local con la lengua extirpada y la imposibilidad de explicar lo que durante esas dos horas y pico vimos, escuchamos y sentimos. Lo que sí puede exponerse y puede decirse es que cualquier artista musical debería lograr esto mismo en cada uno de sus conciertos.

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