Corriente alterna: Las arrugas de David Gilmour, el astronauta del rock

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«Su nombre seguirá siendo sinónimo de ese guaperas, uno de los más grandes guitarristas que ha dado la humanidad, a la altura de cualquiera que se os pueda ocurrir»

 

David Gilmour es un señor de 68 años con el tiempo marcado en su rostro, e impresiona, pero su música permanece eternamente joven, la de un guitarrista que nos hizo volar a otras dimensiones.

 

 

Una sección de JUANJO ORDÁS.

 

 

No espero con ganas el nuevo disco de Pink Floyd, porque en realidad más allá de “The wall” no me interesan en exceso. Me gustan partes de “The final cut”, “A momentary lapse of reason” y “The division bell”, de hecho cualquier día establezco comunicación con ellos y me empiezan a fascinar, estoy abierto a tal posibilidad, y el doble en directo “Pulse” me encanta, pero a día de hoy no pierdo la cabeza por ellos, ni por lo que pueda contener el próximo “The endless river”, aunque puede que me haga alucinar cuando lo escuche. En cualquier caso, ahora mismo esa no es la situación, aunque el grupo reducido a dueto esté empezando a dar titulares a causa de la edición del mentado nuevo álbum y es algo genial que Pink Floyd vuelvan a ser parte de la actualidad, pero no me esperaba encontrármelos tan mayores. Suena estúpido, lo sé, el tiempo pasa por todos, pero ver fotos de un David Gilmour de sesenta y ocho años me ha impresionado.

Para mí Gilmour es el guaperas de cabeza de rottweiller de los setenta o el atractivo cincuentón de los dos mil, para mí estaba detenido ahí, pero claro, no era así, y Gilmour siguió envejeciendo hasta ser el abuelo de noble porte que es en la actualidad. Tal vez el que no se exhiba asiduamente en público haya influido a la hora de no crecer con él en los últimos años, igual que el hecho de que no sea un gran seguidor de sus discos solistas (algún día, tal vez), pero David Gilmour ha vuelto a mi vida para recordarme que el tiempo corre que da gusto. Sin embargo, a día de hoy, su nombre seguirá siendo sinónimo de ese guaperas, uno de los más grandes guitarristas que ha dado la humanidad, a la altura de cualquiera que se os pueda ocurrir.

Soy un gigantesco fan de Jimmy Page y aun así coloco a su lado a Gilmour sin duda alguna, además, que ambos tienen en común el no haber hecho una carrera brillante más allá de los sesenta y los setenta. Mientras Page era un brujo, Gilmour era un astronauta, su guitarra nos ha llevado hasta universos lejanos, es una experiencia cósmica escuchar su trabajo en los mejores álbumes de Pink Floyd. Precisamente, eran él y el difunto teclista Richard Wright las piezas fundamentales a la hora de proyectar al grupo más allá del planeta tierra. A este último va dedicado “The endless river”, con su instrumentación póstuma como parte de la obra. Efectivamente, el tiempo pasa para todos pero la música, de alguna manera, lo para donde quiere, especialmente la de Pink Floyd.

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