Corriente alterna: El rugido del oso enfurecido

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“En el live del Fillmore se escucha a una banda muy suelta que juega con la música con maestría sin que decaiga la diversión, pudiéndose hablar de unos primos de Pink Floyd revolcados en polvo, con botas de piel clavadas en el suelo, un calor de horror y sonidos salados”

 

Los “rugidos” salvajes de Gregg Allman en ‘Whipping post’ llevan a Juanjo Ordás a aplaudir el mítico disco en directo que grabó la banda estadounidense en 1971.

 

Una sección de JUANJO ORDÁS.

 

 

Pensad en “La bella y la bestia”. En la versión de Disney, venga, que tenía unos personajes muy bien diseñados gráficamente. Ahora imaginad a la bella rugiendo como la bestia. Eso es lo que debió pensar cualquiera que viera en vivo a Gregg Allman al comienzo de la carrera de los Allman Brothers. Gregg era un joven guapetón de aspecto angelical y cutis perfecto, se sentaba en el sillín del teclado y de pronto comenzaba a rugir como un oso. Pero como un oso enfurecido. Quizá mi canción favorita de la banda de los Allman sea ‘Whipping post’, la forma en la que Gregg se encabrita es suprema, casi una experiencia religiosa, un rito por la madre naturaleza con él como pastor, sacrificio humano y dios en uno solo.

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Un concierto tiene mucho de ritual, supongo que cualquiera puede verlo. Por eso el doble en vivo “At Fillmore East” de los Allman Brothers es tan mítico y popularmente se le ha dado más relevancia que a los discos de estudio. Es verdad que en el live del Fillmore se escucha a una banda muy suelta que juega con la música con maestría sin que decaiga la diversión, pudiéndose hablar de unos primos de Pink Floyd revolcados en polvo, con botas de piel clavadas en el suelo, un calor de horror y sonidos salados. ¿Exagerado? En absoluto. Además, en sus obras de estudio también hay mucho de ello. Claro que sobre el escenario los Allman Brothers despegaban hacia galaxias lejanas, pero en sus álbumes de estudio despegaban hasta el cielo.

Siento especial apego por sus dos primeros discos, si queréis empezar a escucharlos por primera vez son de digestión mucho más sencilla que el álbum del Fillmore y también más comprensibles que el célebre “Eat a peach” compuesto por temas nuevos y otros tantos más en vivo. Su homónimo debut del 69 y el segundo, titulado “Idlewild south” son el mejor ticket al universo de los Allman. Se pueden escuchar del tirón y existe una edición muy económica con ambos en un único cedé. Ahí empieza el rito, ahí la bella empieza a rugir cual puta posesa.

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