Cómics: «Hechizo total», de Simon Hanselmann

Autor:

«En esencia se trata de una comedia de situación en la que la bruja y su gato resuelven la abulia ahogándose en politoxicomanía y crueldad»

Simon-Hanselmann-22-09-14

Simon Hanselmann
«Hechizo total»
FULGENCIO PIMENTEL

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Los riojanos de Fulgencio Pimentel van completando un catálogo que persevera en la irreverencia y en la búsqueda de alternativas en el mundo del cómic y la ilustración, al parecer estancado en tendencias establecidas y poco renovadoras. Tanto es así, que la obra del australiano Simon Hanselmann no le llega desde los derechos de otra editorial sino desde las cavernas de internet, donde se ha convertido en un fenómeno de masas, siendo así la primera ocasión que se edita en libro. Una apuesta arriesgada puesto que las historias de la bruja Megg y de su gato Mogg –inspiradas en “Meg and Mog”, una serie de animación de los sesenta–, siendo deudoras de toda la tradición «underground» anglosajona y retratando actitudes contemporáneas, va a ser difícil que encajen en un público al que se ha educado para buscar otras ficciones.

En esencia se trata de una comedia de situación en la que la bruja y su gato resuelven la abulia ahogándose en politoxicomanía y crueldad, pueden pasarse horas viendo series para adolescentes o practicando ejercicios sexuales en los que buscan algo humano y al mismo tiempo navegar por delirios surrealistas o simplemente –como contesta el felino ante las inquisiciones de la maga que busca saber qué hace– “soñar”. Unas desasosegantes historias que concluyen en sí mismas con el retrato de una generación que entre océanos de desidia y alcanza pequeñas viñetas de ternura. Corazones avezados son los que deben enfrentarse a las historias que a mí, les aseguro que lector experimentado me han resultado más que escatológicas, sí, desasosegantes. Los usos que se le pueden dar a un rallador de cocina en una tarde aburrida les aseguro que todavía me sobrecogen al escribir estas líneas.

Al mismo tiempo, se despliega una pequeña cohorte de secundarios encabezados por el infantil y pusilánime búho, destino de todos los males y bromas, al que hacen fumar orégano, empujan en una calzada de perfecta pendiente metido en un carrito de supermercado o regalan una fiesta de cumpleaños que resulta ser una encerrona. El lobo, Werewolf Jones, es el más crudo al actuar sin riendas y llevar al límite la carrera por escapar de esa vida sin expectativas; su aparición supone risas e incomodidad a un tiempo. Todos ellos pueden ser muy divertidos, pero desde luego no autocomplacientes, y en los escasos momentos en los que se enfrentan a su vida resultan conscientemente patéticos.

En el dibujo el trazo es escueto y simple, retrata con elementos mínimos el sofá de casa, las fiestas privadas en las que se cuelan y los pasillos del centro comercial, que es donde se desarrollan las acciones, y el foco viene a reforzar la sensación de hastío con viñetas regulares, primeros planos y globos escasos En todo caso, este tono macarra, a veces se aborda desde la experimentación, sobre todo con figuras y colores lisérgicos. Se diría toda la cuadrilla tiene atisbos transgresores, mis abuelos los calificarían de locos; en todo caso, uno asume que esta viene a ser la cultura popular del siglo XXI y que no tiene porque resultar agradable.

Anterior crítica de cómics: “Vida y opiniones de Tristram Shandy, caballero”, de Martin Rowson.

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