Cine: “Señor Manglehorn”, de David Gordon Green

Autor:

“Parece un viaje errático incapaz de llegar a buen puerto y también de salvar a Al Pacino en su intento por revitalizar su propia figura”

 

senor-manglehorn-18-08-15

 

“Señor Manglehorn” (“Manglehorn”)
David Gordon Green, 2014

 

 

Texto: JORDI REVERT.

 

 

El ocaso de ídolos como Al Pacino o Robert De Niro se ha demostrado largo y plúmbeo. Un largo adiós en el que la leyenda de turno tiene tiempo de recuperar sensaciones, perder su norte como actor y hasta ponerse en ridículo en el escarpado camino de la autoparodia. A veces, la desnudez emocional y gestual es el sendero hacia una reconciliación con esa huella legendaria que se desvanece película tras película. Robert De Niro recuperó parte de una dignidad erosionada como padre solitario en “Todos están bien” (“Everybody’s fine”, Kirk Jones, 2009), pero tardó poco en desvanecerse −de nuevo− en versiones de bajo perfil y comedias que antes celebraban su estereotipo con brocha gorda que su profundidad interpretativa.

El caso de Al Pacino no es muy distinto, en los últimos años reducido a una sombra sin relieve y convertido en dispositivo nostálgico de sí mismo. “Señor Manglehorn” es, probablemente, el experimento más extraño que ha intentado liberar al actor del yugo de una jubilación penosa, uno que apuesta por la sobriedad de los gestos y por la libertad del actor para construir un personaje solitario y anclado en el pasado. Es, también, la excusa para que David Gordon Green, sempiterno talento sin explotar, se lance a su película más abstracta, una suerte de drama mínimo trazado únicamente desde las relaciones del Manglehorn titular con el resto de secundarios que componen su deslavazada vida entre máquinas tragaperras, colas en el banco y clínicas veterinarias. En ese retrato de dentro para fuera, Green propone esporádicos frescos de pesadilla en los que despliega sus aptitudes para la puesta en escena, atmósferas entre lo onírico y lo mortuorio que recogen el casi bosquiano fresco de un accidente múltiple o la apabullante pesadez moral en una visita a un salón de masaje.

Apuntes como esos vuelven a recordar una vez más que Green es uno de esos cineastas con un gran potencial rutinariamente desaprovechado. Más allá de los pasajes citados, “Señor Manglehorn” se postula como una revuelta suma de ideas más o menos afortunadas que no encuentran su confirmación en la cohesión del conjunto. Antes al contrario, parece un viaje errático incapaz de llegar a buen puerto y también de salvar a Al Pacino en su intento por revitalizar su propia figura. Una exhibición de lirismo que podría compartir, según el momento, mínimo común denominador con las imágenes de un Terrence Malick o un Jeff Nichols, pero que nunca llega a encontrar su voz en medio de su discreto caos.

 

 

Anterior crítica de cine: Y de repente, tú, de Judd Apatow.

Artículos relacionados