Cine: “Lejos de los hombres”, de David Oelhofen

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En ocasiones el realizador se lanza a articular sus propias imágenes camusianas con algún resultado de lo más hermoso: la casa sin techo en la que los dos protagonistas buscan infructuosamente refugiarse de una tormenta, por ejemplo, es la perfecta síntesis de su sentimiento de desamparo en un conflicto que les es ajeno”

 

“Lejos de los hombres” (“Loin des hommes”)
David Oelhofen, 2014

 

 

Texto: JORDI REVERT.

 

 

El huésped”, relato breve de Albert Camus en el que se basa “Lejos de los hombres”, era toda una demostración de las habilidades del escritor de origen argelino para poner a prueba en escasas líneas la naturaleza de los hombres. Sin la rabia vertiginosa de “El extranjero”, pero quizá con mayor serenidad y concisión, Camus desplegaba en pocas páginas la toma de conciencia del “otro” por parte de un maestro de escuela obligado a custodiar a un prisionero árabe. Pero además, la enorme efectividad del cuento se completaba con una poderosa metáfora en la que se cristalizaba las bifurcadas derivas que puede tomar un ser humano en su travesía por el desierto.

Es, cuanto menos, estimable el modo en que la película de David Oelhofen ha sido capaz de asumir esos y otros tantos temas del texto original y armonizarlos en una narración que ahonda en ese viaje aquí marcado por los conflictos coloniales de la Argelia de los años 50. Daru (Viggo Mortensen) y Mohamed (Reda Kateb) se ven involuntariamente arrastrados por uno y otro bando entre la atrocidad y la ausencia de diálogo mientras entre ellos brotan naturalmente lazos fraternales. Y aunque esa parte del trayecto no esté presente en el relato de partida, prolonga el ánimo de las páginas del escritor sin perder ni por un momento de vista sus cuestiones de fondo −el reconocimiento de la identidad propia en la superación de los límites para con el otro, el inevitable abocamiento a la fatalidad incluso en condiciones de libertad− o incluso proponiéndose revisar las fronteras de algunas de ellas –el peso de la herencia como elemento perpetuador de la barbarie−. Todo cuanto sucede en el film de Oelhofen se halla de un modo en el texto, casi siempre en esencia y a veces de manera literal, para demostrar que se trata de una de esas –escasas− adaptaciones que realmente se han preocupado por entender la fuente. En ocasiones el realizador se lanza a articular sus propias imágenes camusianas con algún resultado de lo más hermoso: la casa sin techo en la que los dos protagonistas buscan infructuosamente refugiarse de una tormenta, por ejemplo, es la perfecta síntesis de su sentimiento de desamparo en un conflicto que les es ajeno; son personajes sin hogar ni patria, exiliados que buscan ponerse a salvo de la intolerancia y la muerte. Una huida a la que alude el título y cuya comedida fuerza emocional descansa tanto en la personalidad que Mortensen y Kateb imprimen a sus personajes desde una medida economía gestual como en una austera y seca puesta en escena que privilegia como escenario los hostiles paisajes del interior argelino.

 

 

 

Anterior crítica de cine: “Irrational man”, de Woody Allen.

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