Cine: “La verdad duele”, de Peter Landesman

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“Una sucesión sonrojante de clichés y lugares comunes, en la que la batalla quijotesca del protagonista se pierde en las profundidades de un guion previsible y formulario”

 

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“La verdad duele” (“Concussion”)
Peter Landesman, 2015

 

 

Texto: HÉCTOR GÓMEZ.

 

 

Hace apenas unos días asistíamos, aunque fuera de refilón, a la Superbowl 2016, el mayor acontecimiento del mundo del deporte, solo comparable en cifras a la final de la Copa del Mundo de fútbol y a años luz de las finales de otros deportes mayoritarios estadounidenses (béisbol, baloncesto y, en menor medida, hockey sobre hielo). El impacto que ese partido tiene en el país es difícil de comprender para un profano en la materia, pero al mismo tiempo ejemplifica a la perfección la capacidad que tiene el deporte para arrastrar, polarizar y alienar a masas de millones de personas.

Por tanto, y siguiendo la perversa lógica del mercado, es inevitable que semejantes acontecimientos estén sosteniendo y siendo sostenidos por toda una maquinaria económica que tiene más interés por los rendimientos financieros que por los resultados deportivos. Y, lo que es peor aún, pasando muchas veces por encima de la dignidad, el respeto e incluso la salud de aquellos que practican el deporte o lo disfrutan como espectadores.

En este contexto se sitúa el filme “La verdad duele”, que a partir de un artículo publicado en la revista GQ por Jeanne Marie Laskas, traza la epopeya del doctor Bennet Omalu para desenmascarar las prácticas sistemáticas de ocultación por parte de la NFL (la liga de fútbol americano) de trastornos neurológicos derivados de la práctica de este deporte. Un intento de preservar la esencia del juego y evitar que se desmorone un negocio que mueve cientos de millones de dólares y genera infinidad de puestos de trabajo. Esta premisa, que incluso para los no iniciados en el mundo del deporte americano (o a los que directamente les importa un bledo) podría resultar interesante si se trata de una manera atractiva, queda sin embargo reducida en la película a una sucesión sonrojante de clichés y lugares comunes, en la que la batalla quijotesca del personaje interpretado por Will Smith se pierde en las profundidades de un guion previsible y formulario, donde no hay margen a la sorpresa ni mucho menos a la brillantez.

Y es que “La verdad duele” cae en todos los tópicos del género del hombre-contra-el-sistema. El Dr. Omalu es un inmigrante nigeriano que idealiza Estados Unidos como la tierra de las oportunidades, convirtiendo la ciudadanía en la encarnación del sueño americano. El personaje de su esposa (Gugu Mbatha-Raw) queda ridículamente reducido a comparsa sin más personalidad que la de ser apoyo de su marido, y solo el buen hacer de algunos secundarios (Alec Baldwin y Albert Brooks) salva del desastre total a un filme que convierte una verdad incómoda y estimulante en un páramo desolado de cine pseudo-capriano en su vertiente más rancia y acomodaticia.

 

 

 

Anterior crítica de cine: “El renacido”, de Alejandro González Iñárritu.

 

 

 

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