Cine: «La imagen perdida», de Rithy Panh

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«El resultado es demoledor y hermoso, una bomba de conciencia que con su íntima y seca poesía obliga al espectador a asomarse a los abismos humanos y contemplar –para no olvidar– el rostro del horror»

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«La imagen perdida»
(«L’image manquante», Rithy Panh, 2013)

 

 

Texto: JORDI REVERT.

 

 

En una de las escenas más duras de su magnífica «S-21: La máquina roja de matar» («S-21, la machine de mort Khmère rouge», Rithy Panh, 2003), un pintor ultima un cuadro en el que se muestra una fila de hombres cuyos cuellos se hallan unidos por una soga. A medida el artista da nuevas pinceladas, cuenta el relato de una oscura noche en el que el terror de la dictadura de los jemeres se tradujo en un terrible episodio de vejación y tortura sin límites. La secuencia apuntaba al ejercicio de memoria histórica que recorre la obra de Rithy Panh: una arqueología de las imágenes del horror que vivió el propio cineasta, y que hoy permanecen olvidadas en una elipsis de la Historia que contenía el relato de un infierno sobre la Tierra.

En «La imagen perdida» ese relato se personaliza en la experiencia de Panh a través de la voz de Randal Douc, narrador sosegado y atónito ante la barbarie. Las estampas de la pesadilla se reconstruyen con figuras de arcilla cuyo estatismo no impide la expresividad del dolor, el hambre y la desesperación campesina, alternada con material de archivo, dibujos y otros recursos para componer un collage contundente.

En esas miniaturas famélicas se funda esa imagen perdida a la que referencia el título, el testimonio enterrado bajo las pilas de cadáveres en los campos camboyanos que constataba el colapso de la humanidad y la perversión del sueño comunista. Panh elabora un documental que vuelve a poner en cuestión los límites estéticos del género, al tiempo que reflexiona sobre las herramientas para (re)contar la Historia. El resultado es demoledor y hermoso, una bomba de conciencia que con su íntima y seca poesía obliga al espectador a asomarse a los abismos humanos y contemplar –para no olvidar– el rostro del horror.

Anterior crítica de cine: “Frances Ha”, de Noah Baumbach.

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