Cine: «Insidious: Capítulo 2» (James Wan, 2013)

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«Una película fascinante en lo conceptual, pero cargante y agotadora en su ejecución»

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«Insidious: Capítulo 2»
(James Wan, 2013)

 

 

Texto: JORDI REVERT.

 

 

Pocos directores han tenido en el cine de los últimos tiempos una influencia decisiva en un género en particular como James Wan. Con «Saw» (2004), el cineasta malayo abrió una veta largamente intuida pero nunca confirmada con contundencia: aquella película ya no ponía límites al sufrimiento del espectador ante el espectáculo del daño físico, ni permitía las cámaras pudorosas en lo que posteriormente se revelaría como el nacimiento del «torture porn». Años después de abrir aquella puerta, Wan demostraría en «Insidious» (2010) no solo su indiscutible amor por los viejos códigos –la casa maldita, los demonios acechantes sobre la infancia–, sino también su extraordinario talento para gestionar el miedo a través del espacio en el plano. De hecho, en ella se encontraba una de las mejores secuencias alumbradas por el cine de terror, aquella en la que, a través de una ventana, la protagonista interpretada por Rose Byrne descubría a través de una ventana la encarnación de un horror irracional, sutil como una sombra que se cuela en una pesadilla presidida por una melodía inocente.

Sin llegar a ser una obra bipolar, «Insidious» abandonaba la gramática terrorífica reposada y apoyada en el suspense de su primera mitad para desembocar, en su segundo tramo, un espectáculo cuasi camp lleno de demonios furibundos y viajes astrales del que se hacía dueño el imperativo del efectismo. «Insidious: Capítulo 2» retoma la historia en el punto en que lo dejaba la primera y también el histerismo sin filtro en el que desembocaba. En este nuevo episodio, Wan se rinde a su versión más desprejuiciada y lúdica para elaborar una continuación que al tiempo es precuela de su anterior. El resultado es una película fascinante en lo conceptual –el paralelismo de líneas narrativas entre el más allá y la realidad cotidiana de los personajes, el presente y el pasado–, pero cargante y agotadora en su ejecución. Durante algo más de hora y media de metraje, la cinta lleva al límite su experimentación con el exceso del ruido y la imagen cargada una y otra vez de violentas intromisiones. Por otro lado, no parece Wan muy dispuesto a tomarse demasiado en serio ni una historia ni unos personajes en los que el peso del trauma respirado en la primera queda aquí sepultado por la eventual comedia.

Pero lo verdaderamente molesto es que, sumando esos factores, «Insidious: Capítulo 2» no sea capaz de erigirse con entidad propia respecto a su anterior cuando en realidad es su versión hipervitaminada, caótica y ácrona, una que antes invita a cuestionarse la necesidad de una segunda entrega antes que a disfrutar de lo radical de su proposición.

Anterior crítica de cine: “El camino de vuelta”, de Nat Faxon & Jim Rash.

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