Cine: “Deuda de honor”, de Tommy Lee Jones

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“La locura de tres mujeres y su enajenación social dan pie a una oscura alternativa de La diligencia’ (‘Stagecoach’, John Ford, 1939), en la que las mujeres confinadas en el carruaje equivalen a la suma de estigmas sociales que hunden en el pasado a la Nebraska de mediados del siglo XIX”

 

“Deuda de honor” (“The homesman”)
Tommy Lee Jones, 2014

 

 

Texto: JORDI REVERT.

 

 

En un paisaje tan habitualmente desolador como el western contemporáneo, el de Tommy Lee Jones es uno de esos rostros que lleva con orgullo el peso del género, ya sea desde territorios adyacentes –su memorable personaje en “No es país para viejos” (“No country for old men”, Joel y Ethan Coen, 2007)− o adentrándose de lleno, y a ambos lados de la cámara, en la arena del desierto. Y no lo hace desde un espíritu puramente recuperador, sino desde un amor puro que trasciende la mera pleitesía y se lanza a explorar fronteras raramente frecuentadas. En “Los tres entierros de Melquíades Estrada” (“The three burials of Melquíades Estrada”, 2005), las estructuras narrativas de Guillermo Arriaga servían a un detenido estudio de la humanidad de su protagonista, definido por un viaje hermoso y crepuscular. Casi una década después, “Deuda de honor” parece redefinir ese viaje desde una perspectiva de género: la locura de tres mujeres y su enajenación social dan pie a una oscura alternativa de “La diligencia” (“Stagecoach”, John Ford, 1939), en la que las mujeres confinadas en el carruaje equivalen a la suma de estigmas sociales que hunden en el pasado a la Nebraska de mediados del siglo XIX. A la cabeza, el personaje de Hillary Swank encarna el último reducto de la mujer intentando normalizar su papel en una sociedad en la que ya no tiene sitio.

El convoy dibuja, en sus primeros pasos, una desquiciada marcha hacia un horizonte vacío de esperanza, lejos de cualquier posible reinserción para las viajeras (estado de ánimo que señala hábilmente la banda sonora de Marco Beltrami). Sin embargo, es la entrada en escena del personaje de Tommy Lee Jones la que verdaderamente redimensiona el conjunto: su George Briggs es el sujeto social que va, en la progresiva identificación con las mujeres que acompaña, desde la visión dominante al exilio consciente de las desigualdades. En esa transformación, el discurso que apuntala acaba por trascender cuestiones de género y se torna una amarga reflexión sobre el precio de no aceptar las condiciones sociales de un tiempo y lugar, sagazmente puntuada con la aparición de una Hailee Stenfield que se postula como extensión de la Mattie Ros de “Valor de ley” (“True grit”, Joel y Ethan Coen, 2010). “Deuda de honor”, en fin, deviene un incómodo ensayo social que se forja desde una atmósfera siempre incómoda y tipos desencajados, un relato de parias y mitos dislocados que habitan respetuosamente los lares más retirados del western. Allí donde el árido paisaje se pierde en la mirada de Jones y en el empeño invencible que Swank imprime a su Mary Bee Cuddy.

 

 

 

Anterior crítica de cine: “Una pastelería en Tokio”, de Naomi Kawase.

 

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