Cine: «Cuando todo está perdido», de J.C. Chandor

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«Redford tira por la borda todos los descuidos para quedarse solo ante una audiencia que esperaba devorarlo. Y lo consigue, señores»

cuando-todo-esta-perdido-15-02-14

 

«Cuando todo está perdido»
(«All is Lost», J.C. Chandor, 2013)

 

 

Texto: CÉSAR USTARROZ.

 

 

Oigan, sí, ustedes, los de Hollywood, póngannos una peli conceptual en cartelera por favor, pero no nos enroquen la inteligencia con Michael Snow, que no pillamos tanta longitud de onda. Eso es, un film que nos haga meditar. Aguarden un poco, no sabemos si oscurece o amanece, si el protagonista se salva o muere, ¿se expande el universo? ¿Es cóncavo o convexo? Para mí que anochece, porque el límite de los hombres en el mundo antiguo es sinónimo de finisterre, la divisoria en la que se funden cielo y océano, la horizontal con la que Godard concede reposo al alocado Pierrot… está claro, la línea yacente simboliza muerte. ¿Entonces, al final que pasa con Robert?

En medio del gran charco flota el contenedor divagante del gigante asiático, y contra uno de sus vértices colisiona el velero de Robert Redford en “Cuando todo está perdido”. Sin duda a Estados Unidos no le faltan emblemas, pero la carga alegórica que representa la figura de Redford daría para hablar a más de 20.000 lenguas. Por eso no hace falta decir nada. J. C. Chandor prescinde de diálogos, narradores homodiegéticos y narradores heterodiegéticos. Hemos visto el principio del final. Dañados los instrumentos de comunicación solo queda el astrolabio y las cartas de navegación. Y la incertidumbre del mar abierto a la resignación. Solo un aliento epistolar confinado en un tarro de vidrio inmortaliza la condición del náufrago, cuando todo está perdido para el sueño americano, a merced de las corrientes del destino.

Es verdad, se repiten planos por los que no hace falta pasar de nuevo, localizamos algún que otro error de montaje en las primeras secuencias, se podría aprovechar mejor el formato panorámico… Y qué más da. Redford tira por la borda estos descuidos para quedarse solo ante una audiencia que esperaba devorarlo. Y lo consigue, señores. Se lo contamos. Al final Robert lo consigue.

Anterior crítica de cine: “Nebraska”, de Alexander Payne.

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