Christina Rosenvinge: Una pequeña revolución formal

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“En el esfuerzo por entender el mundo, que es de lo que se trata, es fundamental escuchar la visión que tiene alguien de 25 que acaba de llegar. Para mi es fundamental escuchar gente nueva de la que no sé nada y que para mi requiere un esfuerzo oírlo y entenderlo”

 

Cuando todo apunta hacia el recuerdo, Christina prefiere no mirar hacia atrás, sino adelante. Por eso tras la caja “Un caso sin resolver” publica “Lo nuestro”, un álbum de canciones nuevas hijas de este tiempo, de revoluciones sociales y preocupaciones más ajenas que propias. Una entrevista de Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.

Fotos portada y primera: MARINO CIGÜENZA. Última: VÍCTOR GARRIDO.

 

 

Es de las pocas damas de la canción que lleva más de tres décadas defendiendo su carrera, pero Christina Rosenvinge sigue caminando sin girarse a mirar sus propias huellas. Así sucede en “Lo nuestro”: nada de pop, nada de confesiones, nada de historias de amor ni desamor, ni rupturas. Aquí cabe la preocupación por la muerte, por el tiempo, por las crisis sociales, por el arte; por quiénes somos y qué hacemos aquí. Christina pasea por la calle, observa y escucha a los demás, mira atenta, reflexiona… y después, de forma muy meditada, se encierra en su habitación a componer. Fruto de esos encierros creativos, y ayudada por la tecnología, ha salido este disco, que ha trabajado casi en solitario, con la ayuda de Raül Refree. Lo cuenta una mañana muy calurosa, en la que nos cita en el centro madrileño Café del Real. Son las doce y media de la mañana y se disculpa mientras pide su segundo desayuno del día. Ha madrugado, ha salido a correr por la ciudad y está del mejor humor para desentrañar todo lo que rodea a este disco.

 

La primera canción de “Lo nuestro”, ‘La tejedora’, arranca con la misma palabra con la que terminó el anterior, el tema ‘Debut’ de “La joven Dolores”. Esa palabra es “enhebra”, ¿ambos discos lo están?

(Ríe) Sí… Son pequeños detalles que la mayoría no se da cuenta de que existen, pero para mí se convierten en importantísimos.

 

¿Por qué esa intención de enhebrarlos, de unirlos a través de la letra?

Porque un disco siempre da la mano al siguiente. Un disco es como un viaje, empiezas en un punto con una propuesta y te lleva a otro sitio. Me hacía gracia que fuera la palabra enhebrar, una palabra del español tan bonita. Que el hecho de pasar el hilo por la aguja tenga un verbo solo para eso es una de las cosas bonitas del lenguaje. Al escribir en español me gusta rescatar esas palabras en desuso, y en concreto todas las que tienen que ver con el universo oculto femenino, las artes que tienen que ver con la costura o el interior de los hogares. Hay muchas artistas conceptuales que trabajan con estas ideas, entre otras Louise Bourgeois, que me gusta tantísimo.

 

Así que llamas la atención sobre la desigualdad de género utilizando conceptos femeninos.

Bueno, en la música no lo hemos hecho tanto, pero en el arte conceptual y en la fotografía se ha hecho mucho, lo de utilizar como arma los instrumentos a los que te han relegado, como la costura, la poesía sentimental, las etiquetas de la histeria, el grito… pero cambiándoles el significado.

 

Este disco es muy visceral, como se palpa ya en el primer corte, donde llegas a aullar. ¿Es un grito de rebeldía?

A posteriori me he inventado muchas teorías sobre eso, porque sabía que me ibais a preguntar, pero en realidad no había teoría, salió así. Estaba haciendo un grito inventado, de inspiración andina, pero en el último estribillo exploté y me salió un grito de las entrañas que asustó mucho a Refree, que estaba en el control (ríe), y que no sabía que iba a salir, fue una catarsis. Solo lo pude hacer una vez, cuando lo intenté hacer otra vez ya no tenía la voz así, he tenido que entrenarme para hacerlo en directo sin joderme las cuerdas vocales, claro (ríe).

 

¿Eso significa que es un disco muy natural, que sale de las entrañas?

Es una mezcla. Creo que la base de lo que hago es muy cerebral, no soy como un músico de instinto, que le puedes soltar con una guitarra en una jam y sabe desenvolverse. Mi naturaleza es más bien ponerme en un sitio muy discreto, observar lo que hacen los demás y pensar en ello, pensar muchísimo, y de repente salir con una canción que he escrito en mi casa sola. No soy como esos músicos de raza, lo mío es más meditado.

 

Más reposado, entonces.

Sí… digamos que el cerebro juega una parte más importante que el instinto.

 

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Mi naturaleza es ponerme en un sitio muy discreto, observar lo que hacen los demás y pensar en ello, pensar muchísimo, y de repente salir con una canción que he escrito en mi casa sola. No soy como esos músicos de raza, lo mío es más meditado”

 

A pesar del trabajo de Raül Refree, en este disco has trabajado de forma bastante solitaria también. Has usado programaciones que te han permitido manejar gran parte de la música, una herramienta que te ha ayudado a trabajar sola.

Sí, lo cual es muy bueno por un lado. Otras veces escribía una canción con la guitarra, les enseñaba mi parte y con ellos sacábamos sus partes, pero en este caso, cuando tenía la voz y la guitarra grabada, o la voz y el piano, empezaba a añadirle capas, imaginaba una programación, programaba una batería muy básica, un bajo, unos teclados… y cuando enseñaba una canción ya tenía doce pistas grabadas. La ventaja de esto es que ya estaba mucho más familiarizada con la canción. Mis programaciones están bien, de hecho las maquetas se parecían bastante al disco. Ya estaban definidos los arreglos, las líneas melódicas.

 

¿“Lo nuestro” es el disco en el que más has aportado en todos los planos?

Sí, creo que sí. También he grabado más instrumentos, en el estudio hemos grabado guitarras y teclados entre los dos. Yo tengo una parte de guitarra muy básica, algo que suelo hacer es dársela a un músico para que la toque él, diciéndole lo que quiero mejorar. Lo que me gustaría hacer con los dedos y no soy capaz, se lo canto (ríe). Muchos arreglos los hago cantando, como hacía Michael Jackson.

 

Además, la voz es tu principal instrumento.

Sí, es el más inmediato. La ventaja del iPad y esas cosas es que te pone en la situación de aprender a tocar los instrumentos, a probarlos y tantearlos, eso es estupendo si se sabe utilizar. La tecnología ha estado muy demonizada, pero te ayuda cuando sabes qué pedirle a la tecnología y qué pedirle a la grabación analógica, y sabes combinar las dos cosas. Esa es la razón por la que he grabado con Raül, él ha llevado estas teorías más lejos que yo y lo hace muy bien.

 

Esa forma de trabajar, con la tecnología al alcance de tu mano, ¿te ha acercado más a referencias de este disco, como New Order o Yoko Ono?

Eso viene más bien de la parte cerebral. Tenía claro que no iba a hacer un disco intimista ni emocional como otros, tal como están los tiempos no es para hacer eso. Hablar en primera persona de tus odiseas emocionales me parecía un tema secundario que ya había tratado en otros discos. En estos años hemos devorado información y la hemos procesado. Nos hemos caído de un guindo, unos más estrepitosamente que otros. A la hora de traducir todo eso en letras, los primeros borradores eran letras muy ingenuas, como de alguien que va al instituto, tipo “el mundo está fatal”. Ahí hice un proceso muy importante de pensar: “Si quiero hablar de esto, ¿desde donde lo voy a hacer?” Para mí una parte muy importante era implicarme, asumir la propia responsabilidad y no intentar jugar el papel de adalid ideológico. Encontrar el punto donde situarme me costó mucho, deseché muchas letras que me parecían muy básicas.

 

¿Se puede decir que este disco es el que tiene más ruido?

Puede ser, no sé. Bueno, es el disco más alto de intensidad. Me apetecía pasarme al otro extremo, a que sonara todo mucho más sólido, más abierto, más extrovertido, potente, curioso a ratos… Eso era parte de la composición.

 

¿Por eso en la hoja de prensa lo has definido como romanticismo industrial?

Bueno, eso fue una broma de estudio, siempre te van a poner una etiqueta y me inventé unas cuantas, había peores.

 

Si inventas una etiqueta nueva para catalogar lo que haces, será porque en el fondo no pertenece a un género concreto.

Bebe de muchas fuentes distintas, y al mismo tiempo creo que hay una línea de continuidad. Lo más novedoso, lo que no había hecho en mucho tiempo, es grabar las canciones sobre una claqueta electrónica, no lo hacía desde ni se sabe, ni me acuerdo. Los discos de Álex y Christina se hacían así. Muchos baterías tocan con claqueta, y mucha gente, incluso flamencos, es obsesivo de la claqueta. Para mí el tempo siempre ha sido algo que tiene que fluir, que no tiene que ser perfecto. En los 80 se empezó a grabar con claqueta, y ahora mismo mucha gente que te sorprendería graba con claqueta porque son obsesivos de la perfección. Yo era una obsesiva de la imperfección. Estaba en la idea de que el tiempo no tiene que ser perfecto, tiene que tener vaivenes, la cuestión es ponerlos donde tienen que estar. Y ahora…

 

¿Has cambiado de idea?

Al grabar las canciones por capas las he hecho con claqueta, para mí ha sido una pequeña revolución.

 

Eres una artista veterana, tanto que has pasado por varias épocas y muchas modas distintas…

Son estilos distintos. Un músico no puede ser inamovible. Dicen que la gente deja de escuchar cosas nuevas a los 33, la edad de Jesucristo, y que a partir de ahí solo compras los discos de la gente que no conoces, y eso es terrible. Es como pensar que ya no vas a asimilar más, que te has hecho una versión del mundo que no va a cambiar. Eso es una pena. En el esfuerzo por entender el mundo, que es de lo que se trata, es fundamental escuchar la visión que tiene alguien de 25 que acaba de llegar. Para mi es fundamental escuchar gente nueva de la que no sé nada y que para mi requiere un esfuerzo oírlo y entenderlo.

 

Ese estudio que comentas probablemente tenga que ver con la parte emocional: lo que está asociado a tus 15 o 20 años tiene un factor emocional tremendo. A lo mejor está más vinculado al crecimiento de la persona.

Sí, pero también porque vivimos en una sociedad que es una cadena de producción. Se supone que a los treinta y pocos tienes hijos, te asientas y te conviertes en una persona conservadora, y no tiene por qué ser así. De hecho, para mí lo bueno de la caída del guindo mayúscula que hemos tenido es que se han caído los cimientos de este tenderete, que era un cuento realmente.

 

En “Lo nuestro” aseguras que tus crisis personales son casi una comedia en comparación con las crisis sociales. Tal vez por eso no haya canciones de amor.

No es un disco de amor. No, no hay ninguna canción que hable específicamente del amor.

 

¿Hay cosas que te preocupan más ahora mismo que lo sentimental?

Sí, creo que tiene que ver con eso. Una canción al fin y al cabo es un relato dramático, igual que una novela o una obra de teatro, tiene que haber un conflicto. Si todo va bien no tienes historia. El origen de la historia es cuando los narradores antiguos, a través de la poesía o los romances contaban un conflicto. Las canciones tienen que beber del conflicto, por eso hay muchas más canciones de desamor que de amor. No porque a los escritores de canciones les guste sufrir, sino porque el desamor es una historia infinitamente más interesante que el amor (ríe).

 

Y los casos sin resolver.

Claro, uno aprende de la experiencia de los demás, absorbes esto. Buscas canciones donde están el conflicto y la crisis. En este momento la crisis es mucho más gorda que cualquier cuestión emocional. No es que las cosas emocionales no sean gordas, son pequeñas guerras civiles que sufre el que las tiene, pero en este momento hay una cuestión fuera mucho más importante.

 

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“La tecnología ha estado muy demonizada, pero te ayuda cuando sabes qué pedirle a la tecnología y qué pedirle a la grabación analógica, y sabes combinar las dos cosas”

 

Hay una canción, ‘Alguien tendrá la culpa’, en la que hablas de todo esto, pero no sé si es una canción en la que criticas al que señala a los culpables, al que se despoja de toda culpa…

Una de las cosas que hago muchas veces cuando escribo una canción es apuntar en varias direcciones distintas. ‘Alguien tendrá la culpa’ habla del victimismo, todo el mundo se siente víctima en cualquier nivel. Tu preguntas a un tío al que le acaban de meter en la cárcel por abusar de sus alumnas y te dirá que le provocaban, se sentirá víctima. Todo el mundo se siente víctima a cualquier escala, pero lo más preocupante de todo es que a nivel institucional esto es superlativo. Bárcenas se siente víctima, escuchar sus declaraciones al salir de la cárcel es sorprendente. La canción habla de cómo todos somos víctimas, y si eres incapaz de analizar tu propia responsabilidad tampoco puedes analizar la de los demás.

 

Hace poco, Javier Marías escribió en su columna dominical de “El País” que le sorprendían las reacciones de los familiares de las víctimas del avión estrellado en los Alpes, porque todos –menos uno– asociaban la tristeza a otro sentimiento: al odio, a la búsqueda de un motivo… Él venía a decir que parece que hemos perdido la capacidad de estar simplemente tristes.

Es cierto, también porque hay esta cultura del positivismo, una forma de pensar muy americana. Da la sensación de que si tu vida va mal el responsable eres tú porque no ves la botella medio llena, parece que depende de ti. Sobre esto habla el filósofo Chul Han, sobre la autoimposición de ser productivo. Más allá de que el capitalismo te explote, nosotros nos explotamos a nosotros mismos. No hay espacio para la pena o para la fatalidad. Si se cae un avión hay que buscar un culpable, asimilar la fatalidad parece una postura pasiva que no está permitida.

 

En otro de los temas, ‘Liquen’, hay una mirada muy descarnada al mundo de la musica: “Elegí tocar, elegí enfermar”, dices en la letra.

La canción habla de algo muy bonito. ‘Liquen’ está relacionada con un poema de Alejandro Simón Partal, una canción que habla al mismo tiempo de la relación que tiene el que escribe con el arte, elegir la música o la poesía no comercial como forma de vida, una decisión tan suicida, e ir con ella con todas las consecuencias (ríe).

 

También le has dedicado una canción al inventor Nikola Tesla, ‘Pobre Nicolás’. ¿Por qué?

Sí, tengo interés por Tesla desde hace tiempo. Descubrí la leyenda el tiempo que estuve en Nueva York, y fui interesándome por el personaje, es tan estrafalario y tan bonito… “Relámpagos”, la novela de Jan Echenoz es una maravilla, una ficción de la biografía de Tesla muy exacta, se parece muchísimo. También leí los ensayos que había escrito Miguel Ángel Delgado. Tesla era un visionario, un personaje que no prosperó porque era un caballero del siglo XIX cuando la ciencia no era un asunto de caballeros, sino mercantil. Realmente era una cuestión de inversión económica pura y dura. Donde él pensaba hacer grandes inventos para ayudar a la humanidad, otros estaban pensando en hacerse ricos. Por eso Tesla acabó arruinado y Edison acabó siendo rico, supo sacar tajo de todo lo que inventaba y Tesla no. De hecho, a Tesla le quitaban las patentes. Es un personaje muy atractivo.

 

En este disco también hablas de la muerte en ‘La muy puta’, hay reflexiones sobre quién eres, muchas dudas… Es curioso, quizá este disco sea poco sentimental porque pareces mirar más al presente y al futuro que al pasado.

No soy yo nada más, ‘Lo que te falta’ no habla en concreto de mí, es un personaje que es la unión de muchas personas que conozco, lo que imagino que piensa mucha gente. No siempre soy yo en concreto.

 

Pero sí miras más hacia delante, aunque sea a través de otros personajes.

Sí, supongo que sí, pero vamos, tampoco creo que hubiese mucho ejercicio de nostalgia en otros. Tengo poca memoria, eso es algo real, no sé si es porque soy muy poco dada a la nostalgia y se me olvida todo muy rápido. Creo que la nostalgia es un tiempo muy dañino, mucha gente pasa más tiempo echando de menos algo que no supo apreciar que apreciando lo que tienen ahora, que es lo que va a echar de menos en el futuro. Por eso hay que hacer ese ejercicio.

 

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