Christina Rosenvinge: A la espera de juicio

Autor:

«Mientras que mucha gente ha salido con el arrope de una generación determinada que se potenciaba en ese momento, para mí no ha sido así, siempre he cabalgado sola. No he pertenecido a una generación o un movimiento»

Christina Rosenvinge hace balance de una carrera que ya alcanza los treinta años con la caja «Un caso sin resolver», que recorre la mayor parte de su obra. Chema Domínguez conversa con ella.

 

 

Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.

 

 

Como ella no hay dos. Las pruebas de la vía escogida por Rosenvinge en la fantástica edición de «Un caso sin resolver» lo demuestra. Quién podía sospechar que Christina labrara uno de los mejores caminos musicales de este país, cuando tuvo su primera incursión en la escena con Ella y Los Neumáticos (1980). Creo que nadie, y es lo mejor. Porque esa sensación de caminar con ella, de ver cómo elabora cada vivencia en canciones que son auténticas palancas emocionales para bien o para mal, no tiene precio. Seguir sus huellas tiene premio mayor: estar vivo. Magia Blanca, Alex & Christina y Christina y Los Subterráneos fueron los siguientes trayectos que la convencieron definitivamente para ser más ella misma, mezclada con todo aquello que mereciera la pena mezclarse. Así llegaron sonidos y textos bien hilados y cosidos a una voz única en su forma de expresarse. Así ha embaucado a tantos, usando la libertad creativa que muchos se niegan y les niegan. Aunque esto tiene un precio. El texto firmado por la propia interesada y que prologa el libro contenido en «Un caso sin resolver», es una carta dirigida al juez encargado del expediente Rosenvinge. Los cargos son claros: uso debido de la libertad para hacer lo que le dé la gana valiéndose de cómplices con igual método, engatusando al personal y dejándose engatusar con alevosía. Pero ha dejado un rastro sonoro inconfundible… Todo por un chasquido.

Estoy preocupado por la marcha del juicio, ¿cómo llevas la espera? ¿Este trabajo servirá de atenuante?
[Risas] En mi caso, como todavía faltan nuevas pruebas por aparecer, se va a prolongar durante mucho tiempo…

Lo que está claro es que recopilando tu historial has pasado por varias identidades musicales, quizá sea tópico preguntarte por tu pensamiento acerca de las etiquetas y el encasillamiento del que has huido constantemente, pero seguro que tu respuesta no es tópica.
Para mí la música siempre ha sido un ejercicio muy personal, en realidad. Mientras que mucha gente ha salido con el arrope de una generación determinada que se potenciaba en ese momento, para mí no ha sido así, siempre he cabalgado sola. No he pertenecido a una generación o un movimiento. Lo que sí he hecho ha sido ser muy permeable a todo lo que ocurría. Mucha gente cae en el inmovilismo total porque dan con una fórmula al principio y ya dejan de comprar discos y asimilar cosas nuevas, y lo único que hacen es indagar hacia atrás. Desde lo que ellos descubrieron hacia atrás. Y sin embargo no aceptan nada de lo nuevo, dando por hecho que nada les va a impactar. Para mí esto es una limitación muy grande, yo siempre he mantenido la ventana abierta, cualquier cosa que estuviera ocurriendo me podía afectar. En ese sentido una tiene una identidad lo suficientemente sólida como para poder luego dejarte influir por el espíritu de los tiempos, porque es el tiempo que vives.

Aunque señalas que no perteneces a ninguna generación, tus inicios con Ella y Los Neumáticos te sitúan en 1980 y ese es un contexto generacional muy claro.
Tampoco, porque era muy joven. La movida es algo que viví muy tangencialmente, acababa de cumplir dieciséis años cuando pasó todo eso. Sí que tuve una banda y todo esto, sobre todo porque tenía una hermana mayor que estaba en el circuito musical. Y empecé a tocar en una banda pero no tenía una vida nocturna ni nada, ¡si yo estaba estudiando!

¿Y de ese «Big Bang» personal mantienes el contacto con alguno de aquellos compañeros entre los que estaba Rodrigo D. Lorenzo (Ciudad Jardín) o Edi Clavo (Gabinete Caligari), por ejemplo?
Un vez que se rompió el grupo se acabó la relación, lo nuestro era estrictamente musical. Con la única persona, y es una enorme alegría cuando le veo, es con Edi, que tocaba la batería.

«Un caso sin resolver» contiene cuatro discos, un DVD y un libro con imágenes e interesantes textos de diferentes cómplices. Es significativo que hayas empezado por dos nuevas versiones de ‘Tú por mí’ y ‘Alguien que cuide de mí’, ¿por qué?
Porque son canciones de «Que me parta un rayo» (1992), que tenía muy buenos temas y la frescura de lo primero que hacía sola. Y fueron víctimas de la producción. Era a principios de los 90 en una gran compañía y habia ciertas teorías sobre cómo hacer las cosas que eran totalmente erróneas. Y de hecho es el único de mi etapa en solitario que se ha grabado de esa manera. Ya con «Mi pequeño animal» (1994) se grabó con una banda tocando simultáneamente, con «Cerrado» (1997), igual. Y a partir de ahí al viejo estilo de las grabaciones analógicas, con poco retoque. En «Que me parta un rayo» la producción se cargó la honestidad de esas canciones.

En «Que me parta un rayo», estás en la labor de producción junto a Los Subterráneos, donde apareces acompañada con Antonio García de Diego y Pancho Varona, ambos fundamentales para Sabina. ¿Fue impuesto?
No, de hecho Pancho Varona fue muy amable. Yo estaba insegura sobre lo que estaba haciendo, necesitaba contrastar con alguien y a través de un amigo, Benjamín Prado, conseguí contactar con Pancho. Le dije que habiía hecho unos temas y que me daba vergüenza enseñárselos a alguien, que necesitaba una opinión. Entonces, la primera persona a quien se las enseñé fue a Pancho.

¿Y cuál fue su opinión?
La opinión fue: «No necesitas a nadie, haz esto sola. No necesitas a nadie, está todo ahí» [risas]. Sin embargo, luego, a la hora de la grabación no fue así, se grabó en digital con un técnico inglés que no tenía ni idea de cómo tratar este tipo de música; que al fin y al cabo era música casi folk que venía de Neil Young, Bob Dylan y todo eso. Entonces, el disco suena muy finito y muy brillante, con poco empaque; y creo que las canciones podrían haber sonado mucho mejor.

De hecho, los textos eran y son potentísimos. Igual estoy desacertado pero en ‘Alguien que cuide de mí’ dices: «que quiera matarme y se mate por mí». Sabina, posteriormente, en ‘Contigo’ escribe: «y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres» ¿Sabes de buena tinta si le influyó?
Se lo tendrías que preguntar a él, pero es verdad que esas canciones le gustaron mucho y ‘Alguien que cuide de mí’, en particular, le gustó mucho.

¿Mantienes relación con Los Subterráneos y el resto de cómplices que has tenido en los 80 y en los 90?
Sí, con Pancho me alegro cada vez que le veo y hay una relación cordial, por supuesto. Con Álex no, no tiene tanto que ver con la música, cuando se disolvió la banda la ruptura fue un poco violenta y no hubo reconciliación después, la verdad.

¿El enfrentamiento fue estilístico?
Fue una mezcla de asuntos personales y musicales. Pero una parte fundamental fue que la compañía hizo una jugada promocional para que fuéramos al festival de la OTI, Álex estaba a favor y yo estaba muy en contra. Me pusieron contra las cuerdas. Acabé aceptando a regañadientes y luego me quedé muy resentida. Cuando estaba ahí, pensé «por qué lo estoy haciendo». Ahí decidí que cometería errores propios, no de otros, me tenía que hacer responsable de lo que hiciera. No digo que después no cometiera errores, pero eran propios.

Recuerdo el contexto cultural y musical de esa época en la que vais a la OTI como pintoresco y muy contradictorio. Podías ver a Los Ilegales, por ejemplo, en un programa de la reciente tele matinal con un público doméstico, alejadísimo de su estilo y discurso. Este tipo de disparates eran muy frecuentes. Pensaba y pienso ¿cómo llevabais esas contradicciones promocionales los grupos?
Efectivamente era así, yo lo he dicho después. En mi caso se juntaban las dos cosas: vivir esa época en las que hacer un playback en la tele era algo normal, grupos sólidos y todo; y por otro lado, en mi caso, el ser mujer supuso empezar en cinco puestos por detrás. En el sentido de tener que desaprender lo que se supone que tenía que hacer, para lo que yo había venido a este mundo, luego educarme, luego tienes un periodo de maternidad en el que estás encerrada en tu casa en el que trabajas cuando puedes y como puedes… Y realmente cuando sales de ese periodo es cuando una mujer tiene lo mejor para dar. Y en ese sentido sí que encuentro mi evolución paralela a la de muchísimas mujeres, no dentro de la música o del arte sino en cualquier ámbito.

¿Cómo ha influido en tu carrera ser mujer, a la hora de dar cada paso?
Sobre todo hay un primer momento en el que tienen un plan para ti, creen que saben lo que es mejor para ti, tienen una idea prefijada cuando empiezas a trabajar con hombres en cualquier situación. Entonces, hay un primer momento en el que tienes que asentarte, pero también es verdad que a partir de eso la relación fluye perfectamente. Es decir, tengo más la sensación de que todos los músicos con los que he tocado me han apoyado especialmente, realmente si estoy aquí de hecho ha sido porque los músicos con los que he tocado me han apoyado moralmente, me han enseñado todos los agujeros que yo tenía de educación musical porque no he dado una clase de música en mi vida. Yo he aprendido de los músicos con los que he tocado. Y en el aspecto de ser mujer se han alineado conmigo, nunca me he encontrado con un tío que se molestara porque le dijera: «no, haz este otro arreglo». Ha habido colaboracion absoluta, incluso una relación en la que ellos son conscientes de las cosas y, a su manera, intentan que el mundo sea mejor y más justo.

«Los músicos llegamos a ser músicos por nuestro desinterés en cualquier otra cosa de este mundo y una de ellas es la cuestión económica; todos llegamos a firmar el primer contrato y lo único que estamos pensando es cómo vamos a grabar el disco»

El último disco que trae «Un caso por resolver», termina como empieza el primero, con destacadas versiones como la de ‘El sud’ de Refree grabadas en este pasado septiembre.
Sí, el cuarto disco, aunque es una locura de compilación, tiene su sentido. Empieza con Alex & Christina, que realmente no era parte de mi historia pero quería que estuvieran aquí, así que lo he metido en el de «Extras» junto con Ella y Los Neumáticos; y continúa con maquetas caseras, así se ve cómo empecé, cómo escribía las canciones sola en casa. Porque siempre hago una maqueta casera, que es la que los músicos escuchan antes de grabar y sobre la que trabajamos. Hay unas cuantas grabaciones de directo, algunas están sin retocar, tomadas directamente de la mesa con un micro, muy chapuzas, pero tienen el espíritu del directo y me apetecía recuperarlas. Algunas versiones raras de la radio y luego viene el momento de colaboraciones con otros artistas, con otros cantautores como Nacho [Vegas], con J o con Luis Troquel, que fue especial en su momento. Y luego ‘El sud’, que es la única version que hay de alguien aparte del ‘Hallelujah’ de Leonard Cohen. La he hecho porque soy muy fan de Refree, estaba grabada muy radical solo con contrabajo y voz, escuchaba la canción y decía «es muy clásica, es tan bonita, habla de algo tan bonito, es tan valiente que haya escrito esta letra de compromiso, de futuro, de una casa, de niños, todo esto». Así que quería grabarla pero tratándola como si fuera un hit que existe desde hace mucho tiempo, como un clásico, como las canciones que tocas cuando la conoce todo el mundo, como si fuera de hace treinta años.

Y, permíteme que se me vea el plumero, ‘Canción del eco’ está impresionante.
‘Canción del eco’ fue un tema muy difícil porque al hacerla pensé: «ya está, jamás voy a hacer una canción mejor que esta, ya está, hasta aquí he llegado» [risas]. Pensé, «cualquier cantautor viene para dejar una canción detrás de sí y es esta, y ya se ha acabado, de esto no voy a pasar».

Espero que sí, aunque lo tienes difícil [risas]. Cuéntame la fuente de inspiración para ‘Canción del eco’.
Por un lado es una historia mitológica que ha sobrevivido al paso de los tiempos, porque esa es la función de los mitos; pero meterla en canción, rimarla y convertirla en una historia cercana que todo el mundo puede entender fue un desafío. Tenía este juego tan bonito del estribillo donde Narciso habla y ella repitiendo solo sus últimas palabras consigue por fin confesar su amor, cuando él le está diciendo que no la quiere. Era una cosa tan dramática, tan bonita… En esta versión quité la última estrofa, que es mi epílogo personal, donde se cuenta la historia y la narradora explica por qué está contando esa historia. Entonces entiendes que la cuenta a alguien para decirle «esto es lo que está pasando entre nosotros». Y en ese sentido es un golpe bajo [risas]. Aquí no está esa estrofa, también pensando en hacerla más corta para que llegue más lejos.

Citabas antes a Leonard Cohen, él dijo en una ocasión: «Si volviera a nacer, me gustaría ser un cantaor flamenco». Siguiendo por esa línea, has colaborado con J, de Los Planetas, quienes también se han adentrado en el universo flamenco con «La leyenda del espacio» (2007) y más concretamente con «Una ópera egipcia» (2010). Tu sensibilidad a la hora de escribir ,¿podría conducirte a ese terreno también, lo has valorado?
Hay ciertos elementos en algunas canciones donde se toman cosas de aquí y de allá. Hay temas como ‘Eva enamorada’ donde la estrofa tiene algo que no hubiera podido escribir sino hubiera escuchado flamenco; aunque de forma directa el flamenco me quede lejísimos, no puedo adaptarlo. Aunque, la verdad, siempre que he trabajado con baterías americanos me dicen que tengo un sentido del ritmo muy complicado, siempre dicen «esto te tiene que venir por ahí», yo siempre lo niego, porque no he seguido el flamenco, lo he oído pero no lo he seguido, pero siempre me dicen que ahí hay algo que no responde al 4 por 4 monolítico que usan los anglosajones.

Bueno, una soleá es obvio que no vas a interpretar, pero unas cantiñas a «lo Planetas» ¿por qué no?
J lo está haciendo tan increíblemente bien… En el Grupo de expertos Solynieve, también. Lo que está haciendo es en vez de trasladar toda esta complicación que tiene el flamenco, la ha borrado para simplificar los ritmos al máximo y llevarlos al rock y darles potencia. Oigo con mucho interés todo lo que hace porque para mí es la primera mezcla realmente exitosa, y donde realmente se mezclan el palo flamenco y el rock; no es agua y aceite, realmente se mezclan.

Volviendo a tu argumentación jurídica en «Un caso sin resolver», dices: «La jauría de IndiGentes se había reproducido durante mi exilio y pretendían coronarme como su musa. Me resistí, me resistí y… no llegué a resistirme una tercera vez». De los IndiGentes que citas, ¿quienes te atraen más?
Refree, desde luego, pero hay muchísimas cosas que me interesan. Antònia Font, Nacho Umbert, también el Grupo de expertos Solynieve, Nacho Vegas, de New Raemon he oído canciones que me han gustado un montón… Hay muchísimo, de hecho creo que se está viviendo un momento muy dulce. Hay mucha gente haciendo cosas muy distintas y muy bien, además.

Y esto contrasta con el desprestigio de la cultura en general y de la música en particular, me preguntaba ¿qué sentido tiene ser músico, compositor o interprete un día como hoy?
Creo que en realidad las cosas no son tan distintas de otro momento. En realidad, lo que está en plena crisis es la industria discográfica y la forma de distribución: si la música va a llegar a la gente a través de cedés o a través de internet, y si llegan a través de internet si va a haber cierta reciprocidad de manera que eso se reinvierta en la creación de más música o exactamente cómo se va a hacer, si las grabaciones se van a tener que pagar del directo que es lo que está ocurriendo ahora. Lo cierto es que el flujo no va a pararse, es decir, va a seguir habiendo gente haciendo música y escuchándola. En qué condiciones, si te puedes permitir grabar un disco con un cuarteto de cuerda, por ejemplo –los músicos clásicos cuestan un riñón–, pues probablemente ahora no lo puedes hacer. O, de repente, tienes que hacer un disco en tu casa con los medios que tienes; lo cual da libertad pero hay cierto tipo de grabaciones de calidad, que todos adoramos, que en este momento es difícil hacerlas. Pero realmente qué va a ocurrir… Cuando las compañías se llevaban el gato al agua, sinceramente, a los artistas no nos llegaba mucho de eso y ahora que se lo están llevando las telefónicas y webs, que además ingresan publicidad y cosas así, pues tampoco nos va a llegar nada. Sinceramente creo que es una crisis que corrresponde a la forma de distribución, pero no es una crisis creativa ni mucho menos. Lo ideal es que en este momento en que la SGAE se está refundando, todo se está refundando, se hiciera un reparto más justo de las cosas. Pero también, si quieres que te diga la verdad, los músicos llegamos a ser músicos por nuestro desinterés en cualquier otra cosa de este mundo y una de ellas es la cuestión económica; todos llegamos a firmar el primer contrato y lo único que estamos pensando es cómo vamos a grabar el disco, no lo que estamos firmando, por cuánto tiempo, en qué condiciones te comprometes… Y luego cuando te enteras, dices, «oye». Pero bueno, hay una industria alrededor de algo que en realidad es arte, es muy contradictorio pero si te digo, yo que estoy dentro, que no tengo las cosas claras. No me creo el victimismo de las compañías, pero tampoco creo que la solución sea autoproducirse porque entre otras cosas eso te convierte en un gestor, y ni quiero, ni puedo, ni tengo capacidad. A lo mejor un grupo de seis como Vetusta Morla se pueden autogestionar porque son estos chicos tan increíbles que sirven para todo, pero yo sola no puedo grabar un disco, darlo a conocer, que llegue a las tiendas y promocionarlo porque eso quiere decir que sacaría un disco cada cinco años. Hay un montón de gente que hace ese trabajo muy bien, quienes trabajan en promoción, en booking, tienen su razón de ser, es un trabajo importantísimo y dependes de ellos en gran medida. He estado diez años en la independencia más pura y dura y he sacado discos que creo eran muy buenos, pero que nadie se ha enterado de que existían. Sacaba un disco, hacía dos entrevistas, y fuera. No tenía un equipo que apoyara.

¿Por qué te vas y por qué vuelves?
Porque yo en esto me considero una pirata pero, vamos, de parche. Cada vez que tengo una idea pienso en a quién le voy a sacar la pasta para conseguir grabarla, que salga, que llegue y lo único que estoy pensando es en ese proyecto y cómo sacarlo. Entonces según cómo veo el percal hago una cosa o hago otra. Y haré lo que tenga que hacer para grabar los discos [risas].

Que no se entere el juez que está decidiendo sobre tu caso… Coméntame la importancia en esta historia de tu cómplice Luis Troquel.
Sí, porque fue algo bonito, cuando yo volví de Nueva York es verdad que pasé una época muy oscura en la que realmente grabé «Continental 62» (2006) mientras tenía un hijo. Empecé a grabarlo embarazada y cuando conseguí masterizarlo el niño ya corría. Fue una grabación muy difícil por eso, porque estaba criando al niño al mismo tiempo que hacía música, lo cual es casi imposible. No podía ir de gira, tenía poco margen de maniobra. De todo eso, con las horas que conseguía sacar grabé «Continental 62», pero estaba totalmente desconectada del mundo de la escena, no era amiga de nadie, ni conocía a nadie, no tenía mánager, no tenía nada… Estaba aquí de nuevas. Y entonces, Luis Troquel un día me llamó, no le conocía de nada. No le hice ni caso al principio, pero él insistió, insistió, me vino a ver, venía conmigo a buscar al niño al autobús, insistía que había hecho canciones que quería grabar… Me pareció un personaje que acabó ganándome y en un par de meriendas ya me dijo que tenía una canción que yo tenía que cantar, y que la iba a tocar un grupo que se llamaba Beef y que la iba a cantar J también… Yo no conocía a nadie. Entonces se empeñó, el tío se empeñó y de alguna manera él fue quien me metió en esta generación de músicos con los que yo no tenía relación en realidad. Sólo conocía a Nacho [Vegas] y porque me había contactado cuando estuve en Nueva York con la idea de hacer algún tipo de colaboración, había ido a algún concierto suyo y había hablado con él cuatro o cinco palabras. Entonces, a través de Luis grabé esto primero, luego conocí a J, que fue increiblemente hospitalario: «venta pa’mi casa, haz canciones, haz canciones en español», y todo el mundo empezó a darme impulso…

¿Impulso que necesitabas?
Claro, entonces cuando alguien te está esperando «a ver qué has escrito, a ver qué has escrito» al final salen canciones. ‘Nadie como tú’ la hice en casa de J en un fin de semana de estos, de músicos que nos habíamos juntado varios para ver si salía algo. Sí que es verdad que el impulso que me dieron todos, tan empeñados en que hiciera un disco, pues es verdad que me llevó a empezar «Tu labio superior» (2008). Así que lo empecé a componer por toda esa gente que Luis me había ido presentando.

Y ha ido calando porque hasta otros IndiGentes como Supersubmarina grabaron una fantástica versión de ‘Chas! y aparezco a tu lado’ (2010). En otro orden de cosas, también fuiste presentadora del programa musical «FM-2» en TVE a finales de los 80. Hace pocos días se entregaron los premios Ondas, y se habló mucho en los medios sobre el periodismo actual, su objetividad y su transparencia. El texto firmado por David Bonilla, responsable y compañero de aventuras en la promoción de «Que me parta un rayo» e incluido en el libro que acompaña «Un caso sin resolver» habla, entre otras cosas, de lo complicado que es dar a conocer un artista, un trabajo. ¿Qué opinas de los medios de comunicación?¿Tiene sentido seguir haciendo entrevistas?
[Risas] Es un poco lo que te decía antes, los años que estuve en la independencia total y real, produciéndome los discos, sacándolos con sellos distintos en cada país y todo esto, al final, es una rueda que funciona así; grabo un disco y tengo a Zara [encargada de la promoción de su management] que llama a todo el mundo para decir que ese disco existe: a algunos les interesa, a otros no, la gente se entera de que existe y a través de eso empiezas a generar interés, empiezas a tocar en directo y otra vez vuelves a escribir canciones. Hay una rueda que funciona y los medios de comunicación hacen la labor de difusión, y algo que en este momento, con este mundo tan indiscriminado que es internet, es fundamental: selección. Si buscas el medio con el que eres afín pues ahí estás llegando a nuevas músicas, si no te llegaría de forma accidental o podría no llegarte nunca. Entonces creo que es fundamental el papel de los medios de comunicación. Creo que en la era internet, además, las páginas o la selección va a ser lo fundamental porque no puedes oírlo todo, no puedes prestar atención a todo, alguien tiene que ir haciendo ese trabajo de selección. Que es un mundo que admite ligeramente la perversión, sí, efectivamente.

¿La objetividad o mayor objetividad sería el antídoto contra esa perversión?
Es que hasta qué punto debe ser objetivo. A mí lo que me interesa es la subjetividad de alguien que tiene mucho criterio, y en ese sentido las firmas me parecen fundamentales, sigues a ciertos críticos que sabes son afines a ti, entonces, si te dice que te oigas esto probablemente te va a interesar. Ciertos críticos o revistas. Lo que me refería cuando hablaba de perversión es en el sentido de que haya cosas que realmente no están al nivel que se supone que están y que se habla muy bien de ellas porque hay presión por parte de la compañía, porque es «trending», por que es «cool» o alguna de estas cosas. En ese sentido es deseable que hubiera una percepción más objetiva.

Ahí quería llegar. Por una frase dicha en un momento dado se arma una historia, se descontextualiza porque interesa o se amarillea. Luego, esto, puede marcar ese disco, esa carrera, esa canción o a ese artista.
Sí, a estas alturas he estado en todas las posiciones de este tablero y he estado en ese sitio en el que no caes en gracia aunque estés haciendo algo de puta madre, y parece que nadie va a hablar bien de ti. En cambio, hay otros momentos en los que pasa lo contrario, parece que has cogido ola, tienes el tiempo a favor. Espero no relajarme, corres el peligro de dejarte arrastrar por la adoración y por todo esto y creerte que todo lo que haces es bueno. Uno tiene que mantener un nivel de autoexigencia muy alto siempre.

Artículos relacionados