César Pop: Solo y en compañía de otros

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“Es imposible que no te asalten ciertas dudas cuando estás delante de todo el mundo cantando tu canción, pero cada vez sufro menos”

 

Tras publicar su segundo disco, “Noticias del Norte”, César Pop se encuentra de gira a solas con su guitarra y sus canciones. Una oportunidad muy especial para él, en la que logra desnudarse en el escenario. Arancha Moreno habla con él.

 

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Foto: FERNANDO MAQUIEIRA.

 

 

Hace algunas semanas que César Pop ha emprendido “La avanzadilla”, una gira con la que está recorriendo España a solas con su guitarra. Una prueba de que cada vez se siente más cómodo en el escenario, donde, durante algún tiempo, llegó a sentirse como un “infiltrado”. Ahora, con su segundo disco en la calle, parece haber cogido la fuerza y la seguridad necesarias para defender con ahínco las canciones de su nuevo trabajo, “Noticias del Norte”. Un viaje exterior, pero sobre todo interior, que comparte con EFE EME cinco años después de pasar por la sección “Músicos en la sombra”. El sufrimiento en el escenario del que nos habló entonces se ha ido convirtiendo en disfrute, pero hay algo que no ha cambiado: acompañar a otros músicos le hace feliz. Y también disfruta dejándose acompañar, a juzgar por este disco grabado con la Orquesta Pinha. Nos lo cuenta una tarde, café en mano, por la madrileña zona de Quevedo.

 

Han pasado cinco años desde nuestra primera entrevista, en “Músicos en la sombra”. ¿Cómo resumirías lo que ha ocurrido desde entonces?
La cosa se ha puesto más profunda, ha ganado en matices a todos los niveles. Han pasado muchas cosas. Entonces estaba a punto de arrancar el proyecto de Leiva en solitario, si no me equivoco. Los dos discos del proyecto de Leiva han sido una experiencia muy grande. Siempre me he tomado mi profesión muy en serio, siempre le he puesto mucha dedicación, mucho tiempo y mucho esfuerzo, pero creo que en estos años me he hecho más consciente de mi oficio. Al terminarse el sueño dorado de Pereza, fue un jarro de agua fría, fin de la primera juventud y principio de la siguiente etapa, en la que he sido más consciente de mi profesión. La he vivido con más miedo, con más inseguridad, porque te das cuenta de las cosas a las que renuncias eligiendo este camino, pero ese vértigo alimenta la pasión que sientes por dedicarte a lo que quieres. He sentido que he crecido, me gusta más lo que hago, mi comportamiento en un escenario, me gustan más las canciones que escribo. Me siento más músico que antes.

 

Es curioso comparar aquella entrevista con el momento que vives ahora, porque es verdad que has crecido. Entonces me contabas que tenías vocación de acompañante, y ha seguido así, pero ahora ya no dudas en coger el timón de tu propio barco. ¿Qué ha propiciado que lo hagas?
Ha ocurrido solo. Soy un apasionado de las canciones desde siempre, las escribo desde niño, desde que una profesora en tercero nos puso como ejercicio escribir una canción. Ese día descubrí que era una cosa que me fascinaba. El hecho de hacer canciones para tocarlas en directo ha propiciado que me lo tome más en serio, que vaya teniendo más confianza en mi capacidad de escribir una canción que pueda conectar con alguien. Me ha hecho tener más fe en mi mismo y me ha dado músculo, lo he ejercitado. He ido obteniendo mejores resultados. A base de tocar y tocar en Madrid ha ido creciendo un poquito el público, se ha solidificado algo, y eso me ha motivado a hacer el siguiente disco. Aunque sigo manteniendo intacta mi vocación de acompañante, ambas funciones me gustan mucho. Me gusta mucho ponerme al servicio de lo que otro quiere contar, me hace sentir muy bien, siento que tengo habilidad para eso, me cuesta poco empatizar con la historia que quiere contar otra persona y potenciarla. Ambas facetas han ganado un poco en profundidad.

 

Te gusta acompañar, y acompañarte. Porque aunque estés en tu proyecto en solitario, estás rodeado de músicos. En “Noticias del norte” has contado con la Orquesta Pinha, pero también con las colaboraciones de Quique González, Txetxu Altube, Rebeca Jiménez… Te gusta trabajar en equipo.
Es verdad, y eso puede que sea otra vuelta de tuerca a esta historia. En la relación que tengo con ellos siempre tengo presente el rol que tengo yo cuando acompaño a otros, eso me ayuda a comunicarme con la Orquesta Pinha. Me ayuda a dejarles hacer, porque yo he sentido esa necesidad en otras ocasiones; me ayuda a entenderles, porque ellos se tienen que enfrentar a entender canciones que no son suyas. Si uno no lo ha hecho nunca con las canciones de otros, puede esperar que los que le acompañan hagan exactamente lo que quiere, y frustrarse si esos músicos no están haciéndolo exactamente lo que imagina. Este doble rol me ayuda a dejarme llevar, a dejarme hacer, a decirles que cuenten su propia historia dentro de mi historia. Y me gusta pensar que ayuda a que ellos disfruten conmigo.

 

Ese verbo, disfrutar, es clave en tu forma de encarar la música ahora, y creo que tiene mucho que ver con la etapa que has compartido con Leiva. Cuando salíais al escenario era el comienzo de una auténtica fiesta, como esos anuncios en los que llegan invitados a una casa y ya están descorchando el champán. Esas mismas ganas de disfrutar las noté cuando saliste al escenario de la sala Galileo en Madrid, en la presentación de tu nuevo disco. Vi a un César que disfrutaba y que transmitía lo que estaba tocando, más que sufrirlo.
Qué bueno. Es verdad, estoy empezando a disfrutar ahora. He sufrido mucho los primeros años y todavía sufro, aunque cualquiera sufre: Leiva sufre, Quique sufre… siempre sufres un poquito, es imposible que no te asalten ciertas dudas cuando estás delante de todo el mundo cantando tu cancioncita, pero cada vez sufro menos. Estoy empezando a disfrutar, a relajarme, a sentir que el escenario es mi espacio. Parece mentira que diga esto, pero durante años me he sentido como un infiltrado en los escenarios, como si estuviese en una fiesta a la que nadie me ha invitado, como si no fuese del todo mi sitio. Para mis compañeros de escenario sí lo era, pero interiormente nunca me he autorizado a estar ahí, y ahora sí. Ahora siento que es mi sitio, y me siento cómodo por momentos, y disfruto, me lo paso bien. Esto de disfrutar en el escenario con Leiva nos ocurre muchísimo. Se hace un trabajo muy exigente y minucioso antes del concierto, pero en el escenario se trata de disfrutar y de pasárselo bien. Con la Pinha me está ocurriendo eso, está siendo un viaje hermoso. Estoy disfrutando en el escenario y compartiendo con otra gente a través de mis canciones, es muy bonito.

 

Supongo que eso es a lo que aspira un músico, a disfrutar de un escenario con las canciones que ha creado.
Eso es lo que no sé (sonríe). Si tuviese que elegir obligatoriamente una de las opciones, o lo mío o acompañando a otros, tendría un problema grave, porque me siento muy feliz haciendo música con otros, muy pleno y muy lleno, igual o más de lo que me siento con mi propia música. No es falsa modestia, me ocurre de verdad, ni siquiera sé si en un futuro voy a sentir una plenitud mayor con mi música de la que he sentido con otros. No estoy seguro de que la máxima aspiración de un artista sea estar al frente de una banda cantando sus propias canciones.

 

En tu primer disco grabaste algunas canciones con banda, pero había varios formatos. ¿Por qué fue así?
En el primero estaba tan confuso y tan inseguro de mi propio proyecto y de mi capacidad para hacer canciones que no tuve fuerza para agarrar las riendas. Que haya cuatro canciones con banda y seis sin ella, que apenas hiciese conciertos con banda refleja el estado en el que estaba: me gusta, pero no estoy seguro, me dejaba llevar, y el disco es el resultado de eso. Estoy encantado con lo que hemos hecho, pero con la Orquesta Pinha estaba un poco más seguro, tenía un repertorio que me gustaba especialmente y de repente lo visualicé. Fue un proceso por etapas. Lichis me habló de Polaino como productor, me dijo que creía que nos íbamos a entender, que nos relacionábamos de una manera parecida con la música. Polaino tiene un sello que edita por cuestión de piel: graba con la gente que le gusta, le pone las cosas muy fáciles, se adapta a cada caso. Para él está por encima participar en un proyecto que le gusta. Me puse a investigar y di con la Orquesta Pinha, un grupo que hace música instrumental es muy tentador, tocan juntos y no necesito echar a ningún cantante (sonríe). Además, manejaban unos timbres con los que conecto mucho. Entonces yo escuchaba mucho a Capossela, estaba en el momento de enamoramiento, escuchando el “Ovunque proteggi”. Estaba con esa idea en mente: hacer una cosa con banda pero que no fuese pop rock ni americano ni británico, las influencias ya estaban en las composiciones y me apetecía sonar de otra manera. Y la Orquesta Pinha era eso: un acordeón, un clarinete, un saxo, un bajo acústico, una batería cacharrera… Le llamé y le dije que quería que produjese mi disco y que lo hiciésemos con la Orquesta Pinha.

 

¿Y qué dijo?
Le encantó la propuesta, creo que se puso nervioso. Para él fueron dos grandes noticias, así me lo dijo. Ya me había venido a ver a algún concierto, supongo que ya flotaba en el aire la propuesta. Había escuchado mis canciones y le gustaban, estaba en buena disposición para trabajar conmigo. Que la Pinha fuese la banda le encantó. Nos encontramos en un punto muy bueno, tiempo después Nando me dijo que él llevaba mucho tiempo queriendo encontrar a alguien a quien acompañar con la Orquesta Pinha.

 

¿No lo hacían con nadie?
Sí, me ponen los cuernos con unos cuantos (ríe). Con Dwomo, y creo que casi los mismos, a Doctor Sapo, que ha hecho un disco chulísimo también.

 

Los Pinha son una de las pocas bandas con acordeonista, y para ti es un instrumento muy importante. Pero al haber compuesto el repertorio antes de tener la banda, ¿has tenido que adaptarlo mucho a ellos después, o ha sido muy natural?
Encajamos bien. No tengo mucha visión como productor, mucha capacidad para imaginar cómo va a quedar algo, tengo más visión para hacer la estructura de una canción. Tomé la decisión de una manera un poco emocional. Supuso un trabajo y un desafío para Polaino, me dijo que le apetecía mucho pero que teníamos que ver cómo llevar estas canciones a la formación. El disco lo grabamos en dos etapas, primero tres canciones enteras para ver si nos gustábamos. Para él fue un quebradero de cabeza grande, yo me dejé hacer. Quería que mis canciones invadiesen su música, pero que mi música fuese invadida por la Orquesta Pinha, que lo hiciesen sonar a su manera, me mostré muy flexible. La instrumental, ‘Licor de piña’, era una pieza de piano que les pasé, les dije que la arreglasen como les diese la gana y cuando salió el disco, la escuché. La pieza que les pasé no tiene nada que ver con lo que ellos han hecho, me apetecía ese juego.

 

Al final habéis gestado un disco ecléctico, pero con mucha unidad.
Sí, creo que la unidad también se la da que sea la misma gente, llevan tocando juntos un montón de tiempo y tienen una manera particular de sonar, con sus carencias y sus excesos. Y por mi parte, debo tener una manera de contar, una sensibilidad concreta para hilar y estructurar las canciones, y la combinación de las dos cosas tiene una dirección. Cuando hablamos del sonido de las bandas tiene que ver con eso, llevan mucho tiempo tocando juntos. Los Heartbreakers, The E Street Band… son grandes músicos, pero no creo que ninguno sea el mejor, lo que ocurre es que han encontrado la manera de sonar entre ellos. Eso acaba creando una forma de sonar que es algo que me gusta mucho, me interesa investigar.

 

 

Si repetís, puede crearse una química especial en el siguiente disco.
Sí, en esas estamos. Desde que salió el disco se me desbloqueó algo y estoy escribiendo más, estamos tocando canciones nuevas juntos. Con “Noticias del Norte” ya estaban escritas las canciones, pero ahora estamos en un proceso muy bonito con las canciones nuevas. Y eso que no van en esta onda, el mundo folclórico no me sale, me están saliendo cosas más anglosajonas. Cuando llego al local para ensayar el disco, aprovechamos un rato para tocar la canción nueva, ellos se quedan con la canción, la van haciendo suya… Estoy muy ilusionado con eso. Ya ha ocurrido con una que estrenamos en el Jazzville, que suena a la Orquesta Pinha. Estoy fascinado, quiero ensayar todo el rato, les tengo fritos a los pobres (ríe).

 

Dices que te has desbloqueado, pero como compositor de tus discos, y de canciones para otros, pareces haber encontrado una manera de contar muy personal. No parece que te cueste mucho encontrar tu voz.
No sé, yo no me veo a mi mismo desde fuera. Fácil no me resulta.

 

Pero algunas casi te asaltan, como te pasó aquella vez con ‘Estrella polar’ de Pereza, que la compusiste en un taxi. Tenías ese tipo de arranques…
Sí, y los sigo teniendo. Llevo dos meses increíbles, he hecho cinco canciones y estoy fascinado, porque suelo hacer cuatro al año. Una noche a las tres de la mañana me desperté, me puse a escribir y al día siguiente a las nueve de la mañana me desperté, lo escuché y ya estaba terminado, es algo increíble, porque no me pasa nunca. Pero esos episodios son fruto de los otros, del proceso de estar con una canción con una estrofa a la que has hecho cinco estribillos distintos y ninguno funciona, y has tratado de averiguar por qué y has cambiado la melodía, y la armonía…

 

Hasta que bajas la guardia, y con menos presión salen las ideas.
Totalmente, es como el síndrome de la página en blanco: tengo que escribir algo increíble. No vas a escribir algo increíble así, tienes que dejarte llevar y luego trabajar. Como esa frase: la escritura es un 1% inspiración y un 99% transpiración. Tienes que dejarte fluir para tener algo sobre lo que transpirar. El trabajo creativo es muy bonito cuando lo tienes, pero a veces supone mucho sufrimiento, te llegas a sentir incomprendido porque te tiras horas pensando y pasándolo mal, porque no sabes si estás perdiendo el tiempo o estás trabajando.

 

Y no es proporcional: un estribillo puede llevarte semanas…
Para nada. ‘La matadora’ del primer disco la empecé a escribir un año y tardé en terminarla dos años. Y con ‘Flacos y famosos’ ocurrió lo mismo. Es muy satisfactorio cuando lo tienes, pero muy angustioso cuando no lo tienes. Desde fuera solo se ve el resultado, y se pinta al cantante como un iluminado capaz de escribir canciones, y supongo que de esos habrá, pero en muchos casos detrás de eso hay mucho oficio. A escribir canciones también se puede aprender, teniendo pasión, ganas y dedicándole tiempo.

 

Para crear, ¿te ayuda mucho escuchar a otros? Hay quien suele partir de otras creaciones (una película, un libro, otra canción) para componer las propias…
Me pasa con todo, es fundamental escuchar música, forma parte de mi vida desde que soy un crío. Lichis dijo que cuando hacemos canciones contamos nuestra historia con los trozos de las canciones que han hecho otros. No me da ningún pudor admitirlo: mis canciones son trozos de melodías de otros, a veces arranco de algo que le he escuchado a Lucinda Williams, o de Jose Alfredo. La música que escucho es fundamental, intento estar siempre escuchando música, alguna cosa nueva, aunque vuelva a los Beatles y a la música de siempre. Creo que nuestra responsabilidad es echarle gasolina al motor, y nuestra gasolina es el arte de otros. La literatura es muy importante para mi también. Y leer periódicos, poesía… Intento leer bastante, sobre todo novela.

 

¿Qué tipo de novela?
Últimamente estoy muy tocado con las novelas sobre la Guerra Civil y el Franquismo. Me he leído “Inés y la alegría”, “El lector de Julio Verne” y “Las tres bodas de Manolita”, de Almudena Grandes, y han cambiado la dirección de mi pensamiento. Ese tema me interesa mucho desde crío. En la clase de Historia del instituto, lo único que me interesó fue esto, porque lo tenemos reciente, porque es fácil de entender, porque puedes observar las consecuencias en tu entorno. Estoy muy interesado en esas historias. “La voz dormida”, “Autobiografía del general Franco”, de Vázquez Montalbán… Antes de eso he leído mucho García Márquez. Intento leer a autores que escriben en castellano, me gusta más leer original que traducido. También leo otras cosas, me gustó mucho “Libertad” (de Jonathan Franzen). Me resulta muy interesante leer novela histórica. Siempre he estado más preocupado por lo que me pasaba por dentro que por lo que pasa en el mundo, pero últimamente encuentro muy interesante saber lo que pasa y ha pasado en el mundo que vivimos, eso explica las cosas que nos pasan por dentro.

 

 

Tu eclecticismo refleja también todas tus influencias, ¿no? Tom Waits, Serrat, Enrique Urquijo… ¿‘Todo se agota’, por ejemplo, bebe de José Alfredo Jiménez?
Sí, claro. Los géneros me parecen herramientas muy buenas para contar historias. Encuentro mucha relación entre la ranchera y el blues. ‘Flacos y famosos’, ‘Gota a gota’… para el siguiente disco tengo otra ranchera, también. Es un buen vehículo para contar algo. Es un buen género para vengarse, por ejemplo. Hay un lamento y un desgarro que entra muy bien en la ranchera. La del siguiente disco es más vengativa, ‘Gota a gota’ no lo es, pero sí que expresa cierta frustración, la pena que sientes por algo que se termina, porque la vida va avanzando y las ilusiones se van acabando. Eso a veces te produce rabia, y la manera de aliviarla la encontré escribiendo una ranchera para consolar.

 

¿Te ha pasado algo similar con otra canción de este disco?
Con ‘Qué poco quererte tanto’ está envuelta en la zamba argentina, con todos los respetos, está muy lejos de serlo pero sí que tiene la estructura, intento imitar el patrón rítmico. Escuchaba mucha zamba argentina de pequeño, a mi padre le gustaba mucho. Quería hacer una canción que hablase del vínculo que tengo con el sitio en el que me críe, y el día que cumplí treinta y cinco años hice una zamba que habla de mi pueblo.

 

Es un disco con mucha influencia sudamericana, también Milonga triste. Y en el anterior, «Te llames como te llames», también tenías un guiño al tango en ‘Baires’.
Sí, me gusta mucho la música latinoamericana. El folclore latinoamericano me va, supongo que porque me va el folclore. Me gustan mucho las canciones populares, allí se hace canción popular y tabernaria en castellano, si entendiese italiano me gustaría la tarantella. La música que cantan los amigos cuando se emborranchan me atrae mucho. No porque me guste emborracharme con los amigos… ¡que también! (Ríe). En mi casa se escuchaba mucho Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, José Alfredo… lo tengo grabado, se me activa algo cuando escucho esas cosas.

 

¿También se filtra Serrat en tus canciones?
Ojalá. No sé si se filtra más en los textos. Me gusta mucho la actitud que tiene en las canciones, Serrat en sus historias tiende a conciliar, a acercar posturas, no es muy de acusar, más bien es de comprender. ‘Cada loco con su tema’, ‘De vez en cuando la vida’…

 

Como un narrador que entiende lo que está pasando.
Eso es. Encuentro mucho alivio en alguien que dice: «No pasa nada, claro que te duele, pero este dolor te llevará a otro lado». Me reconforta, y eso es lo que yo me digo a mi mismo ante los problemas, y al final las cosas que intento encontrar. Supongo que por ahí, después de muchos filtros, algo de Serrat ha llegado. Aunque sea un par de comas (ríe).

 

Ahora estás de gira, tus próximas paradas son en Valencia (26 de febrero), Alicante (27), Barcelona (12 de marzo), Oviedo, Santander… ¿Cuál es el planteamiento?
La gira se llama “La avanzadilla” porque voy a ir yo solo. He salido muy poco de Madrid a tocar mis canciones. Las cosas están como están, te cuesta un dineral ir a cualquier sitio, hay que adaptarse, lo que hace todo el mundo. Estoy haciendo una decena de ciudades para ver qué hay, y en función de esa respuesta, en primavera haremos cuatro o cinco conciertos con la Orquesta Pinha, si en algún sitio va bien para hacerlo. A la vez seguimos tocando en Madrid todos los meses en salas pequeñas. Me apetece mucho seguir trabajando el siguiente disco, tocar con ellos, ser más grupo cada vez. En esas estamos, a ver qué tal se da.

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