“Carousel”, de Pribiz

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DISCOS

“Escuchar el folclore de un país imaginario, asistir a melodías de reinos perdidos a medio camino entre la Incredible String y Mika, con ese envoltorio de glam teatral y delicado”

 

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Pribiz
“Carousel”
LA CÚPULA MUSIC

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Escuchar el primer disco de Pribiz es escuchar el folclore de un país imaginario, asistir a melodías de reinos perdidos a medio camino entre la Incredible String Band –cambios de ritmo, fluir de onomatopeyas como en ‘Be mine’– y Mika, con ese envoltorio de glam teatral y delicado. Escucharlos es sonreír tras una armónica dylaniana que abre la desnuda y melancólica ‘Winter sun’ y presenta en ‘Just a fantasy’ un regusto de caminos en la noche en que poco a poco se van abriendo arreglos y coros que son a la vez fríos y estremecedores. En el panorama actual de nuestro país, Pribiz se revela como uno de los grupos que más cuidado pone en las canciones y en resolverlas al máximo. Véanse también esos quebrados vientos finales que deshacen ‘My heart’.

Lo que destaca también en el grupo es la amplitud de registros: en ‘Old blue jeans’ dejan de lado lo que han abierto en las dos primeras canciones y se atreven con un rockabilly básico y hermoso que tanto puede recordar a Fleetwood Mac como a los Violent Femmes, y en la algo más cruda ‘Cuz of you’ hay aires blueseros en que la voz se rompe y la guitarra dulcifica, sin excesos, con intensidad. Incluso ‘A kingdom for your soul’, que entra suave pero se convierte en más potente, es llevada a la manera de los primeros Queen o las baladas de Led Zeppelin, un pequeño lieder rock.

Así pues, sobre una base esplendorosa, se recortan delicadezas, la síntesis máxima es ‘Stardust’, totalmente glam al estilo del genial y olvidado Steve Harley, con miles de detalles agradables, toques de piano, un crescendo y palmas. También es así en el aire de cabaret de ‘Delorean’, un divertimento sin sentido, deliberadamente retro con una guitarra que va haciendo arabescos.

Un cabaret que también aporta unas gotas al folk circense de ‘The storm’, con el tono íntimo de los cantautores de los primeros 70 y una trompeta melancólica. Y en ‘Carousel’ –son las dos últimas, el final se vuelve más reposado–, con paisajes ensoñadores, tranquilos, serenos. Esto es lo que queda en el ánimo tras la escucha, una feliz y reponedora felicidad, la sensación de haber hecho un viaje por regiones de color y suavidad.

 

 

Anterior crítica de discos: “Salud y rock and roll”, de Loquillo.

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