Cánovas, Adolfo y Guzmán: Cuarenta años de “Señora Azul”

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«¿Por qué carajo hemos tenido que esperar tantos años para disfrutar de estos fenómenos? En fin, ya sabemos que en este país, el talento es algo que nos pone de los nervios»

 

Cánovas, Adolfo y Guzmán, sin Rodrigo, pero con la magia incólume de siempre subieron anoche al escenario de la Galileo de Madrid para recordar los 40 años de «Señora Azul». Javier Márquez Sánchez estuvo allí.

 

 

Cánovas, Adolfo y Guzmán
13 de octubre de 2014
Sala Galileo Galilei, Madrid

 

 

Texto: JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.
Foto: EUSEBIO ROBLES GONZÁLEZ.

 

 

En la sala Galileo Galiei de Madrid apenas quedaba sitio anoche para mover los codos en algunas de las canciones que requirieron palmas. Solo la nostalgia logró campar a sus anchas, dejando hueco para dos sentimientos contradictorios de satisfacción y frustración. En el escenario estaban Juan Robles Cánovas, Adolfo Rodríguez y José María Guzmán, tres de los integrantes de una formación fundamental en la historia de la música española: Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán; una banda tan relevante que, como en las mejores historias «made in Hollywood», durante treinta años apenas si la conocía el que vendía las entradas.

A falta de Rodrigo García para cerrar el cuarteto, el grupo se dio cita en esta sala madrileña para celebrar las cuatro décadas de su primer álbum, «Señora azul», título clave en cualquier discografía básica que se precie y que, sin embargo, muy pocos tendrán original. Porque en su día despachó pocas, muy pocas copias. Cuarenta años después no es que las cifras hayan engordado, pero gracias a la labor de algunos compañeros periodistas y a una cuidada reedición diez años atrás, el nombre de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán ha ganado vigencia para una nueva generación.

Anoche, como decía, voces de sesenta y cincuenta años, pero también de treinta e incluso algunas de veinte, corearon con sorprendente fidelidad temas como ‘Calles del viejo París’, ‘Queridos compañeros’, ‘El vividor’, ‘Don Samuel Jazmín’, ‘De piel trigueña’ o, claro está, esa joya que es ‘Solo pienso en ti’ y el imprescindible ‘Señora Azul’. El concierto conmemorativo adquirió tintes de recital reivindicativo de una banda que en su momento jamás actuó en directo, probablemente una de las causas de su falta de popularidad. Así que, del entusiasmo de recuperarlos, a la frustración de no haberlos apoyado cuarenta años antes para contar ahora con un repertorio y una experiencia más amplia. Los pensamientos iban del “¡Qué grandes son!” al “¡Qué grandes pudieron ser!”.

Pasaron las dos horas de actuación sentados ante el público, con el hijo de Juan Cánovas a cargo de un teclado mientras Adolfo y Guzmán empuñaban sus guitarras. La presentación, el propio formato del espectáculo, no podía resultar más fiel a los planteados por sus referentes estadounidenses, Crosby, Stills, Nash & Young. De hecho, tanto sus arreglos instrumentales como vocales les acercan ahora mucho más al supergrupo de California que en sus trabajos de estudio. Adolfo y Guzmán resultan en este sentido más que solventes con las seis cuerdas, aunque por encima de todo hay que destacar el extraordinario trabajo armónico realizado por el trío para vestir de nuevas las viejas canciones. Verdaderas maravillas (a pesar de un par de momentos de Cánovas al borde del quiebro). Por otro lado, también como los estadounidenses, dieron forma al repertorio combinando canciones grabadas en su formación de cuarteto con otras piezas de las respectivas aventuras de cada integrante bien en solitario, bien con otras formaciones (Solera, Íberos, Módulos, Cadillac…).

Y ya que hablamos de Crosby, Stills, Nash & Young, es justo destacar que entre la veintena de canciones repasadas, incluyeron un par de versiones en las que, más que nunca, hicieron honor a su admiración por el supergrupo. Se atrevieron con el ‘Blackbird’ de los Beatles y el ‘Helplessly hoping’ de CSNY. Sin teclado, apenas unos toques de las guitarras; todo voces, un torrente llenando la sala. Silencio reverencial. Momento mandíbulas desencajadas y un nuevo arrebato de rabia: ¿Por qué carajo hemos tenido que esperar tantos años para disfrutar de estos fenómenos? En fin, ya sabemos que en este país, el talento es algo que nos pone de los nervios.
Como buena celebración, ni siquiera faltaron colaboraciones inesperadas, a cargo de Manu Clavijo, magnífico cantautor y original violinista, y de la formación completa de los Cadillacs. José María Guzmán invitó a uno de ellos, al que creía el único presente, y acabaron reuniéndose seis voces ante los micrófonos para regalar al respetable un juego de voces rockeras fantásticas.

Tras escucharles en directo, aunque lamentablemente no fuese en formato cuarteto, se llega fácilmente a la conclusión de que CRAG se merecen, por justicia musical, histórica, poética o cualquiera de las otras –pero de las buenas–, un disco en directo revisando sus grandes éxitos –y puestos a pedir, algunas nuevas piezas– en este formato sencillo, solo voces y guitarras; un «unplugged» sin concesiones. Sería un disco cojonudo. No le faltaría ni le sobraría nada. Si a caso, a ser posible, algunos de los chistes malos –¡terribles!– de Guzmán. No todos, que hasta contando chistes malos es bueno este fenómeno.

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