Cándida: Vida más allá del puro tango

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«Hago lo que me apetece. Llámalo como quieras. Es que, realmente yo tampoco escucho música definida. En mi coche suenan los Rolling Stones, P.J. Harvey, Ella Fitzgerald, Josele… Se me escapa aquello de las etiquetas»

 

¿Tango desde Valencia? Sí, a eso se dedica desde hace años Cándida, que incluso se fa fogueado en el mismo Buenos Aires. Con nuevo disco, «Mi casa, mi alma, mi amor, mis zapatos», charla sobre él con César Campoy.

 

 

Texto: CÉSAR CAMPOY.

 

 

Es una de las mujeres más corajudas que ha dado la escena valenciana. En la segunda mitad de los noventa, junto a músicos de la talla de Efrén López (Miquel Gil, L’Ham de Foc, Capella de Ministrers), protagonizó aquella peculiar aventura llamada Margaritas y Cerdos, para, coincidiendo con el fin de siglo, sumergirse de lleno en el complicado proyecto vital-profesional al que se ha dedicado durante más de una década: la disección del universo del tango. Desde entonces, contra viento y marea, las diferentes criaturas artísticas de Cándida han emergido alimentadas por el tesón. Bien sea a través de Los Mareados (junto al ex Carmina Burana, Manolo Fernández), bien sea a partir de una estancia en Buenos Aires, que le sirvió para curtirse en mil y una batallas, así como para tratar de derribar tópicos y prejuicios, en escenarios sagrados de la capital argentina. Retornada a la península, ha paseado su rabiosa sensibilidad por convocatorias como la del Festival Internacional de Tango de Granada, o la Cumbre Mundial del Tango de Sevilla, además de plazas diversas, merced a sus propios espectáculos «Una vida de tango» y «Mujer y tango». En 2009, vio la luz «Mil perdones» (Discmedi), vanguardista revisión del género, producida por Marc Parrot. Ahora presenta «Mi casa, mi alma, mi amor, mis zapatos», un EP (con ilustración de otro valenciano, el multipremiado Paco Roca) en el que sigue empeñada en dar una nueva vuelta de tuerca a su pasión sonora.

Tras más de diez años dedicados al universo del tango, ¿pasó ya ese momento en que parecía que, en tu condición de no rioplatense, tuvieras la obligación de justificarte continuamente?
No lo sé. Es cierto que yo misma he tenido muchos prejuicios a la hora de cantar el tango, de irme a Buenos Aires, de no encajar para unos y para otros… pero ha llegado un momento en que esos prejuicios se me acabaron. Estoy contenta con cómo he llevado esto, con cómo canté tango puro, aunque algunos sectores, en Argentina, no acabaran de entenderlo. Después llegó un momento en que me apetecía pasar la página de ese encajonamiento que yo misma me había impuesto a la hora de seguir unos pasos, unos cánones. Y pasé página, y a otra cosa.

Esa transición del tango puro a uno modernizado ya la marcaste con tu anterior trabajo, “Mil perdones”, producido por Marc Parrot junto a Juan Barcala, un proyecto ambicioso, en el que te lanzabas a componer y te sumergías en un revisionismo vanguardista del género. ¿Qué recorrido tuvo y que valoración haces de su resultado?
«Mil perdones» fue una especie de liberación. Una revisión de ese tango que había venido haciendo, incorporando elementos que me apetecía tocar. El título lo decía todo. Venía a ser una especie de mensaje a todos aquellos que me seguían en mi vena tanguera más clásica, un “perdónenme, pero voy a hacer otra cosa”. No obstante, visto ahora, reconozco que muchos elementos de ese disco me quedaron demasiado tangueros, demasiado encorsetados, sobre todo al incorporar los arreglos del pianista que teníamos [Marcelo Raigal], que era muy ortodoxo. Ahí jugó un papel importante Marc Parrot, que le dio un poco de aire a la cosa.

Y, esa búsqueda continua, hoy por hoy, se encuentra ¿en qué momento exacto?
Ahora siento que ya no tengo que pedirle permiso a nadie. He ido acumulando muchas cosas en mi cabeza, y creo que era el momento de sacarlas de una vez por todas. Yo canto tango por necesidad. Es algo que, creo, sabía hacer bien; me sentía muy cómoda. Pero también es verdad que había otras cosas que me apetecía seguir haciendo, evolucionando. Lo que hago ahora se acerca mucho a lo que me apetecía hacer, sin miedos ni corsés.

En “Mil perdones”, como ahora, con ‘So payaso’, de Extremoduro, ya realizabas una peculiar revisión de un tema del pop español: el ‘Escenas olvidadas’, de Golpes Bajos. ¿Qué te llevó (y lleva) a rizar el rizo, adaptando un tema pop o rock español, pasándolo por el filtro rioplatense y, posteriormente, dotarlo de un nuevo elemento llamémosle neopop?
Vivo con la teoría de que todo es “tangueable” y “milongueable”. Tengo muchos sueños, y uno de ellos es el de coger canciones españolas de los ochenta y noventa y traerlas a ese terreno. ¿Sabes qué pasa? Que como no sé si me dará tiempo a hacerlo, voy incluyendo esas piezas en mis discos. Y, como pasa con el ‘So payaso’, en «Mi casa, mi alma, mi amor, mis zapatos», selecciono piezas que no sean fáciles de adaptar. No son tanto temas de grupos que me entusiasmen, como composiciones que me han acompañado a lo largo de mi vida. No ha sido sencillo adaptar la canción de Extremoduro. De hecho, tardamos un año y pico. Hay nuevos candidatos por ahí, Ilegales, Seguridad Social…

Fíjate que, en «Mil perdones», algunos de los registros vocales, apoyados en la producción, hacían que viniera a mi mente la imagen de aquellos primeros Esclarecidos…
Me hace gracia lo que comentas. No es un grupo que conociera mucho, pero el otro día, en Radio 3, los escuché y me encantaron. Me halaga que digas eso. Conscientemente, es posible que no, pero, inconscientemente, seguro que toda esa música que he escuchado está dentro de mi cabeza, e integra un popurrí que me va inspirando y va saliendo, casi sin querer.

Para la grabación de «Mi casa, mi alma, mi amor, mis zapatos», mantienes buena parte de la formación de tu anterior disco, pero desnudas claramente el soporte instrumental, y potencias el elemento eléctrico. ¿Cuál era vuestro objetivo?
En «Mil perdones» había más piano, que, como te comentaba, nos limitaba mucho. A Marcelo, sin ir más lejos, un hombre fiel a su estilo, no le pusimos el tema original de ‘Escenas olvidadas’. No sabía que era una versión. Le dimos la partitura, y adelante. Un día, trabajando por el norte, lo escuchó en un pub, nos llamó y, menos guapos, nos dijo de todo [risas]. Y que conste que le tenemos mucho respeto, porque es un músico increíble, pero, vamos, que había un choque. El resto de la banda siempre ha sido más abierta, y no ha supuesto ningún problema.

Y la figura de Juan Barcala, tu compañero, se consolida, todavía más, como trascendental, tanto a nivel de producción, como en el elemento interpretativo. ¿Qué papel juega él en la definición de ese sonido, llamémoslo, más crudo, misterioso e intenso?
En el anterior disco se encargó, más, de coproducir. Fue comprensivo con respecto a incorporar elementos más arriesgados, por aquello que te comentaba del pianista. Entendió que yo tenía que acabar esta etapa y supo ponerse a un lado. Aquí se ha metido más a fondo. Hemos discutido mucho, pero el resultado es el que esperábamos. Sin ir más lejos en el aspecto de los arreglos. Si me hubiera vuelto a rodear de “tangueros” no hubiera podido llegar a este punto. Son muy cerrados. Ellos mismos lo reconocen.

Mucha gente puede quedarse con la vertiente musical de Cándida, debido a su peculiaridad, pero creo que no debemos descuidar el componente de las letras, que también huelen a actualización. ¿Cómo afrontas los textos; con qué objetivo o determinación?
Pues soy mucho de boli y servilleta en un bar. Hay temas que ya estaban escritos, que se quedaron en el tintero en el anterior disco; temas que estaban a mitad, como ‘La tercera’, y otros, como ‘La nevera de Marta’, que surge de la anécdota que me contó una amiga. Ya te digo, agarro una servilleta, un boli, y salen solos. Me gusta mucho escuchar a los demás. Fíjate, con el anterior disco, que incluía canciones muy duras, había gente que me decía: “¡Qué mal lo has pasado!”. No, hombre, no, que también se trata de ir recopilando vivencias de otras personas.

¿Pretendéis formar parte de algo, del llamado neotango? ¿Os identificáis con gente como Gotan Project, iríais más por otros derroteros, o preferís desmarcaros?
No puedo marcarme unas expectativas claras, porque lo que yo hago sé que no es fácilmente clasificable, ni se identifica con una tendencia o moda. En el anterior disco se nos puso una etiqueta muy rara, como en éste. De hecho, ya no recuerdo ni sus nombres [risas]. No es algo que me quite el sueño. A estas alturas de la vida, hago lo que me apetece. Llámalo como quieras. Es que, realmente yo tampoco escucho música definida. En mi coche suenan los Rolling Stones, P.J. Harvey, Ella Fitzgerald, Josele… Se me escapa aquello de las etiquetas.

¿En qué momento creéis que se encuentra el género, más allá de la vertiente purista, que siempre perdurará? Sin ir más lejos, hay cierta pasión por la fusión con elementos electrónicos, como en el caso de Tanghetto o Bajofondo. ¿Os interesa esta corriente?
Hace unos años, cuando yo hacía tango-tango, quizás prestábamos más atención a lo que se hacía. Ahora mismo ando desconectada, y no me interesa tanto, porque no es un camino, el de la mezcla con lo electrónico, que me vaya demasiado, aunque sería más sencillo llevarlo adelante.

¿Qué pasa con esa conexión Valencia-Argentina? ¿Sigue vigente?
Es una pena. Los músicos con los que yo toqué cuando estuve allí están muy mayores. Algunos, incluso, han fallecido. Muchos de los amigos que dejé me dicen que me vaya para allá; que, al contrario que cuando yo fui, ahora las cosas están mejor que aquí [risas]. De todas maneras, no sé si allí mucha gente acabaría de encajar que una “galleguita” llegara cantando tango mezclado con pop español.

Después de haber actuado en escenarios tan variados, que van desde salas de pequeño aforo, al Cervantes de Buenos Aires, pasando por el Lope de Vega de Sevilla o garitos netamente pop, ¿tiene claro Cándida a quién va dirigida su propuesta?
Pese a que a veces se incorporará Orlando [Dibelo] con el bandoneón, nuestra propuesta actual en directo es muy sencilla: me acompañan un contrabajo y una guitarra. No pensamos en cuál es nuestro público potencial. Simplemente nos centramos en nuestro trabajo. Supongo que habrá gente que piense que el nuestro es un proyecto elitista, pero no lo creo. Alguien me dijo, el otro día, que sonamos demasiado “latinos” para que el público “indie” nos acepte. No puedes darle tantas vueltas a la cabeza. El tango nunca ha sido elitista; viene de la calle. ¿Qué quieres que te diga? No sé hacer otra cosa [risas].

¿Qué recorrido tiene por delante «Mi casa, mi alma, mi amor, mis zapatos»?
Quien quiera hacerse con el disco puede entrar en Bandcamp. El formato físico puede ser adquirido en los directos. En cuanto a los conciertos, confirmados, el 24 de noviembre tocamos en el Contraclub, de Madrid, y el 30 del mismo mes en el Deluxe valenciano. Luego vendrán Barcelona y el Norte.

¿Y nuevas canciones?
Sí. Seguimos componiendo, en la misma senda que ahora llevamos, y estamos grabando unos temas que nos gustaría publicar en marzo del año que viene. Pero bueno, como muchos en este mundo, ya haces las cosas por amor al arte, porque te apetece, porque te gusta ir rodando por salas, retocando los temas, y ver cómo se van enriqueciendo a medida que los vas tocando.

Más información sobre Cándida en su web.

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