Canciones en el último minuto

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A punto de cerrar discos, o abandonar estudios, se han colado grandes temas que han acabado siendo cruciales. Fernando Ballesteros recopila unos cuantos ejemplos que van desde El Último de la Fila hasta los Kinks.

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

En el último disco de Joaquín Sabina hay una canción, ‘Por delicadeza’, que llegó a última hora y de forma inesperada. El propio Levia lo contaba con detalle en su cuenta de Facebook: el trabajo estaba terminado, ya todo eran celebraciones y de repente saltó la chispa. Joaquín se negaba e insistía en que aquella obra era algo ya concluido, pero a la creatividad no hay que ponerle diques, y al final Leiva terminó saliéndose con la suya. A las cinco y media de aquella madrugada de muchos brindis y alegría, “Lo niego todo” tenía ya una nueva canción. Preciosa, por cierto.

La inspiración es caprichosa a la hora de aparecer, y aunque el tópico diga que te ha de llegar trabajando, también lo puede hacer cuando estás de fiesta y sobre todo en el último minuto. ‘Por delicadeza’ llegó en el descuento, pero no es la única. A lo largo de la historia han sido muchas las canciones que se han grabado sobre la bocina. Los siguientes son solo algunos ejemplos que demuestran que el último esfuerzo mereció la pena.

 

1. INXS: ‘Need You Tonight’ (“Kick”, Atlantic Records, 1987).
Si Andrew Farriss no hubiera engañado a un taxista para marcharse a grabar deprisa y corriendo la idea que le acababa de llegar a la mente, los australianos se hubieran quedado sin su mayor éxito comercial, y la década de los ochenta sin uno de sus más populares riffs.

El propio teclista y compositor lo contaba en la biografía oficial del grupo. Aquel sonido se le presentó mientras esperaba un taxi que le había de llevar al aeropuerto para volar a Hong Kong. «Kick», el álbum que les iba a poner en el centro de la industria del pop, estaba concluido. O eso parecía.

El caso es que Andrew le dijo al taxista que le esperara unos minutos, que se iba a recoger algo que se le había olvidado. Evidentemente, estaba mintiendo, lo que hizo fue marcharse al estudio para registrar el riff que seguro que ya estás reproduciendo mentalmente. Cuando llegó al coche, una hora después, el conductor estaba de uñas. A él le dio igual, capeó el temporal y se montó satisfecho: en su poder tenía ya grabado un sonido que les iba a dar más fama de la que por entonces ya disfrutaban.

De hecho, ‘Need You Tonight’ incluida en su millonario elepé de 1987, fue el único tema de la banda que se aupó hasta el primer puesto del Top 100 del Billboard. Había llegado el último, pero se iba a convertir por méritos propios en la pieza más representativa de su repertorio.

2. El Último de la Fila: ‘Insurrección’ (“Enemigos de lo ajeno”, PDI, 1986).
A diferencia de INXS, Manolo García y Quimi Portet sí que estaban buscando algo cuando llego «Insurrección». El grupo se enfrentaba al «difícil segundo álbum» de forma concienzuda. Fueron meses encerrados en un local en el que dieron forma a «Enemigos de lo ajeno», un trabajo que terminaría desbordando las expectativas.

Sin embargo, con casi todo dispuesto, ellos no lo tenían tan claro. Habían escrito buen material y lo sabían, pero también eran conscientes de que les faltaba el broche. Y el problema es que lo que no tenían era tiempo. Estaban en la última jornada de grabación.

La chispa surgió con la llegada al estudio del guitarrista Marc Grau y su guitarra de doce cuerdas, de la que se quedó prendado Quimi, que la agarró para improvisar algo con ella. Y ocurrió. La máquina se puso en marcha, primero surgió un riff que les gustó, no era cuestión de desaprovechar la oportunidad. Por eso le pidieron al técnico que grabase.

Faltaba la letra y un sitio tranquilo para que Manolo García encontrara la concentración. El lugar fue el cuarto de baño y la letra una de las MÁS emblemáticas de las tres últimas décadas del pop en castellano.

3. The Kinks: ‘Big Sky’ («The Kinks are the Village Green Preservation Society», PYE Records, 1968).
«The Kinks are the Village Green Preservation Society» fue, en palabras de su creador Ray Davies, el más exitoso batacazo de todos los tiempos. Y entre todas sus grandes canciones, ‘Big Sky’ es una de las más destacadas. Aquel disco, que con el paso de los años se fue ganando el estatus de obra maestra, conoció varias versiones embrionarias antes de que la definitiva viera la luz en noviembre de 1968.

Pues bien, apenas unos días antes de que llegara a las tiendas se grabó ‘Big Sky’. La canción había esperado nueve meses en la nevera a que Ray se decidiera, pero, ¿cuál era el motivo? Una teoría es que el texto no engancha con el hilo conductor de un álbum conceptual como este y, seguramente, había sido compuesta para la colección privada de Davies y destinada a un futuro disco en solitario. Pero con su proyecto solista aparcado, cayó en la cuenta de que el tema tendría que incluirse en «Village Green…» si quería que el mundo no se perdiera aquello. Y no se lo podía perder.

Así que, en el último momento, la banda volvió al estudio 2 de Pye para dar forma a otra canción inmortal. Veinte años después, Ray, que reconoce que es una de sus favoritas, aseguraba que nunca le gustó aquella grabación. Curiosamente, y pese a ser la última en llegar, ‘Big Sky’ era la única canción, junto a ‘Picture Book’ que tocaban de aquel disco -que naufragaba en las listas-  en los directos de la época.

4. Deep Purple: ‘Smoke on the water’ (“Machine Head”, EMI, 1972).
El 4 de diciembre de 1971, cuando Deep Purple llegaron a Montreux (Suiza) para grabar “Machine Head”, ya tenían preparadas las canciones que irían en el disco. Pero el destino les iba a deparar una sorpresa que cambiaría el curso de los acontecimientos e incorporaría un nuevo tema al elepé.

El día antes de entrar a grabar, con un estudio móvil alquilado a los Rolling Stones, se declaró un pavoroso incendio en un concierto de los Mothers of Ivvention de Zappa. En mitad de un solo de Don Preston, alguien lanzó una bengala, y con un techo forrado de hojas de palmera, el fuego se propagó con rapidez reduciendo aquello a cenizas. Aquello fue inspirador.

Unos días más tarde, el bajista Roger Glover se despertó en medio de un sueño en el que el humo del incendio se extendía por el lago Lemán, y al incorporarse gritó ‘Smoke on the water’. A Ian Gillan le hizo gracia la frase y empezó a componer la letra para una canción describiendo lo que había sucedido.

Había un problema: tenían el equipo de grabación, pero tras el incendio se habían quedado sin sitio para registrar su obra. Lo intentaron en un teatro local, pero fueron desalojados por la policía tras grabar apenas unas pistas de una canción titulada provisionalmente ‘Title nº1’. Entre esas pistas estaba el célebre riff de nuestra canción. Iban contra reloj y con la policía pisándoles los talones. Mientras tocaban, escuchaban las llamadas a la puerta, no podían parar, no podían fallar, en cuanto abrieran serían desalojados. Al final, como estaba cantado, todos a la calle.

Cuando por fin grabaron en un hotel vacío a las afueras de la localidad, Ian Gillan ya tenía el texto de lo que se convertiría en su mayor éxito y la canción más celebre de “Machine Head”, su nuevo álbum, publicado a principios de 1972.

5. Piratas: ‘Años 80’ (“Ultrasónica”, Warner, 2001).
Piratas estaban muy satisfechos cuando le presentaron las canciones de “Ultrasónica”, su cuarto disco de estudio, a la gente de la compañía. Lamentablemente, al otro lado de la mesa la sensación no era del todo compartida. En Warner estaban empeñados en que faltaba un single, una canción radiable que les hiciera dar un salto comercial. Y debieron ser tan insistentes en su petición que la banda al final cedió. Pero lo hizo a su manera.

Aquel encargo se iba a convertir en su canción más exitosa: ‘Años 80’, un collage de múltiples referencias en su texto, en el que fueron metiendo todo lo que se les pasaba por la cabeza. Les llevó quince minutos amalgamar el hit que les había pedido la compañía. La grabación fue algo más laboriosa, eso si.

La canción, en definitiva, nació como una venganza. Les habían tocado las narices e Ivan Ferreiro y compañía respondieron a lo grande, con pullazo incluido al A&R del sello, el ex Elegantes José Luis de la Peña.

No sé si los vigueses pensaban que aquello ocurriría, pero la canción triunfo comercialmente y se convirtió en el mayor éxito de su carrera, algo que nunca les terminó de gustar y que les llegó a hartar. De hecho, terminaron sacando aquel título de su repertorio en la gira de su siguiente y último disco.

Pasaron años hasta que Ferreiro volvió a grabarla en solitario, en el directo Confesiones de un artista de mierda (Warner, 2011). Previamente, se había reconciliado con el tema tras escuchárselo a Amaral. Seguramente aquel día comprendió que las obras de arte cobran vida propia cuando el autor la comparte con el mundo y aquello que había nacido como una venganza, como una broma, se había convertido en algo más. En mucho más.

Un caso especial: Ryan Adams y su disco exprés (“Love is Hell”, Lost Highway, 2004).
El joven Adams ya era toda una estrella en 2003, «Heartbreaker» y «Gold» le habían convertido en la estrella alt country del momento. Aquellas dos colecciones de canciones confirmaban todo lo que había apuntado en Whiskeytown.

El siguiente paso tenía que ser «Love is hell», pero en los despachos de Lost Highway tenían otros planes para él. No creían en el proyecto de Ryan, los temas del disco eran oscuros, intimistas, aquel era un proyecto personal, ambicioso y con algo de suicidio comercial. Adams quería remar contracorriente y los ejecutivos del sello querían aprovechar que la corriente, en principio, les era favorable.

El rock había vuelto en 2001, el término «americana» estaba en todo lo alto y había que aprovechar. Por eso le pidieron otra cosa: echaron para atrás su elepé y le exigieron más guitarras, más estribillos radiables, más alegría, menos paisajes sombríos. En suma, un artefacto con mayor potencial comercial.

Otro en su lugar se hubiera venido abajo, pero el prolífico Ryan se puso manos a la obra y en poco más de una semana le dio forma a «Rock n’roll». Este caso me recuerda al de Piratas: el artista debió pensar algo así como «¿Queréis un disco que aproveche el momento que vive el mercado? Pues ahí lo tenéis». Y terminó pariendo una obra en la que una canción era rock de estadio, otra sonaba descaradamente a los Strokes, la de más allá fusilaba el sonido de los U2 clásicos… y, para colmo, el título: no se le podía haber ocurrido nada más genérico.

Sin ningún cariño, Ryan le dio a su compañía un disco, simplemente, para liberar el que él llevaba en su corazón, un «Love is Hell» que finalmente también terminaría viendo la luz. El norteamericano lo tenía claro: si Lost Highway quería su disco hecho a toda prisa, tenían que editar el que tenía en la cabeza, el que debería haber sucedido al exitoso «Gold».

Teniendo en cuenta las circunstancias, «Rock n’roll» se disfrutaba. Bien es cierto que se le veían las costuras y que, como suele suceder con las bromas, terminaba perdiendo buena parte de su gracia con la repetición. La historia no contempla este álbum como uno de los mejores de Ryan, pero en su momento demostró que al díscolo cantante se le caían las canciones de los bolsillos. Algo que volvería a hacer muchas más veces, por cierto.

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