Café Tacvba en Bogotá: Tres noches, dos aniversarios

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«El público no paró de cantar; el show hubiera podido durar un poco más, quizás otros veinticinco años»

 

Los mexicanos Café Tacvba andan celebrando los veinte años de «Re», su segundo álbum, interpretándolo íntegro en una gira americana. Umberto Pérez nos relata cómo fueron los shows en Bogotá (Colombia).

 

 

Texto: UMBERTO PÉREZ.
Fotos: ANDRÉS WOLF.

 

 

A finales de julio de 1994 las vitrinas de las tiendas de discos de Ciudad de México exhibían el segundo álbum de Café Tacvba titulado, escuetamente, «Re», producido, al igual que su debut y homónimo, por el argentino Gustavo Santaolalla; un disco de veinte canciones con una duración total de apenas 59 minutos que, sin pretenderlo, redefinió para siempre el sonido del rock latinoamericano. Veinte años y medio más tarde y luego de una gira continental, la banda mexicana arribó a Bogotá para celebrar con el público colombiano su obra maestra.

Inicialmente, Café Tacvba tenía pensado realizar dos conciertos en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo pero ante la demanda del público que se quedó sin entradas agregaron una más, que sería la primera de tres noches consecutivas de fiesta celebrando no solo un disco que es de todos, también los primeros veinticinco años de la banda más importante del rock cantado en castellano creado en este lado del Atlántico.

La última noche en Bogotá, la del jueves 18 de diciembre, a las ocho y cinco, las luces se apagaron al calor de la voz de Agustín Lara que sonaba a través del sistema de amplificación con su clásico ‘Veracruz’ mientras Café Tacvba ingresaban y se ubicaban en sus respectivos lugares sobre el escenario y el público de la platea y los palcos los recibía en medio de una euforia que aumentó con los primeros acordes de ‘El aparato’, primer tema de «Re»; desde ese instante la alegría, como ocurriera las dos noches anteriores, se tomó al auditorio.

Entonces cada canción del álbum, verdaderos clásicos de la música popular latinoamericana, fue sucedida por otra del mismo calibre; a ‘El aparato’ le siguió ‘La ingrata’, ‘El ciclón’, ‘El borrego’, ‘Esa noche’ y otros quince hits que definieron con maestría el panorama social, cultural y estético de México y América Latina en 1994, cuando el continente aún se sacudía de los festejos oficiales del quinto centenario del descubrimiento de América. No sorprende que dos décadas después, las letras de cada canción de «Re» se conserven vigentes gracias a su frescura, desparpajo y denuncia.

Pero la grandeza del álbum también radica en su riqueza musical, vasta, mestiza y atrevida. No en vano algunos críticos consideran a «Re» como el álbum blanco del rock cantado en castellano; pop, bolero, hardcore, reggae, salsa, funk, bossa, banda sinaloense, norteña y swing, entre otras sonoridades, aparecen sin ninguna distinción y tratadas con mucha altura a lo largo del disco y también en cada directo de esta gira, recreando un ambiente en el que todas las músicas son posibles y bienvenidas sin hacerles ningún tipo de asco.

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Como cada canción del disco tiene un clima particular, para la fiesta de celebración, toda la banda, incluyendo a los tres músicos que los acompañan, prepararon una puesta en escena para mimarlas con vestidos y shows de luces especiales: trajes con aparatos eléctricos, fluorescentes o de espejos, cascos de mineros, delantales y coronas indígenas fueron apareciendo tras el apagón que marcaba el final de cada tema. Aunque el uso de gran parte de esos accesorios recayó en Rubén Albarrán, cantante de la banda y experto maestro de ceremonias cuyo carisma le permite no solo manejar al público a su antojo, también regañarlo, las críticas al exceso uso de aparatos móviles y cámaras fotográficas en los conciertos se hicieron repetitivas pero veladas mediante un discurso cargado de buen humor, optimismo y luminosidad, en el que tuvo tiempo para recordar a los muertos, los cercanos antes de interpretar ‘Las flores’ y los asesinados en Ayotzinapa y en Pakistán después de cantar ‘Trópico de Cáncer’, sin duda el único momento solemne de la noche y que propició un breve pero escalofriante silencio.

Por su parte, Quique y Joselo Rangel se mantuvieron casi estáticos en cada extremo del escenario, concentrados en su interpretación de contrabajo y guitarras, respectivamente, haciendo lo que saben en cada canción, mientras que atrás, Emanuel del Real además de tocar teclados, máquinas y melódica se dedicó a bailar con encanto y sofisticación; y algo más, la presencia de Luis Ledesma en la batería –durante muchos años, Café Tacvba no usó batería en directo–, Ramiro del Real en la guitarra y Mariana Ruiz en teclados y voces, soportan y complementan la complejidad sonora del grupo.

Terminada la interpretación completa de “Re” Café Tacvba regresó al escenario para hacer un largo bis lleno de éxitos contenidos en sus otros discos de estudio, incluyendo versiones de clásicos de Leo Dan, Los Tres, Jaime López y Olé Olé que han sabido hacer suyos, como una muestra más de un universo sonoro tan particular, tan mexicano y latino como universal. Al final, después de dos horas y media, Café Tacvba se despidió de un público que no paró de cantar; el show hubiera podido durar un poco más, quizás otros veinticinco años.

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