“Bowie”, de Simon Critchley

Autor:

LIBROS

“Conexiones subterráneas desvelan que Bowie cosía todo con el hilo de la memoria y el deseo. Aflora su Londres juvenil, su Berlín, en leves alusiones de los dos últimos trabajos”

 

bowie-critchley-29-06-16

 

Simon Critchley
“Bowie”
SEXTO PISO

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

La muerte de David Bowie ha tocado bastantes pulsos. Varios factores han incidido en que el duelo sea más de sollozos entre manos que de alharacas públicas. La sorpresa de su fallecimiento en alguien que no había llegado a la edad en que se le supone con boletos para el otro lado y del que se desconocía su enfermedad, su absoluta elegancia ante un final por él sabido, las generaciones que –con sus giros de volante– se han enfrentado siempre a un Bowie que no era el de sus padres, lo brillante de sus últimos discos llenos ahora de mensaje inteligibles. Todo ello, junto a que sus seguidores tuvieran un exquisito respeto por el valor artístico de la música, esa especial sensibilidad, hace que hayamos asistido durante los últimos cinco meses no tanto al coro de lamentos, sino al desánimo callado entre sus seguidores.

Las elegías, pues, han sido escritas con especial finura, y entre ellas destaca sobremanera la de Simon Critchley, periodista con nombre en “The Guardian” y en “The New York Times” y ante todo filósofo y docente, que convierte el panegírico a Bowie –el libro se titula con su apellido, simplemente– en un análisis de tono dolido pero no sentimental sobre las vivencias compartidas. Así el capítulo inicial se abre con la visión de un niño extasiado ante el Top Of The Pops y una actuación que marcó su forma de entender la realidad: en abril de 1972, pero en esencia muy lejos de nuestro mundo, vio “Starman”. La compra del single por parte de su madre –ella cierra la monografía también– le enfrentó a un ‘Suffragette city’ como cara B en que la guitarra de Mick Ronson se le metía por la piel entera. Intenten buscarlas, son de fácil acceso.

Es breve volumen, pero en esa brevedad le da tiempo para recordarse y para indagar –los textos escritos de emociones primigenias e inmediatas a veces rozan la perfección– en lo que hacía que la música de Bowie llevase a cimas desconocidas a esos adolescentes que no tenían ningún otro colchón que éste. Así demuestra que les revelaba su verdadero yo, el que no estaba sometido a ninguna presión y sí a muchos deseos, un yo que era una utopía individual. Esto se conecta con la tesis del libro: la verdad en el arte está en alejarse de la autenticidad.

Al mismo tiempo, la obra va abriendo pequeñas secuencias en las que las letras permiten demostrar su actitud ante la religión –procesa a sus sacerdotes, busca el zen–, ante ese anhelo de amor con el que empujaba a sus fans, ante la nada y la muerte de la que se encuentran claves supremas en “Blackstar”. Las letras son el objeto de análisis, pues. Precisamente a los elepés de su última época se dedica con mayor ímpetu, para dejar un poco de lado los que en los sesenta más eran objeto de desvelo y dedica especial amplitud a su single póstumo, ‘Lazarus’, teñido de mensajes que entiende pero no logra resolver.

Conexiones subterráneas en las que se desvela que Bowie cosía todo con el hilo de la memoria y el deseo, aflora su Londres juvenil, su Berlín, en leves alusiones de los dos últimos trabajos. No tan camaleón, más melancólico que cambiante, queda en la obra de Critchley retratado un Bowie diferente, lleno de coherencia. Seguramente no es una obra de cabecera, de búsqueda de datos, su tono es asequible pero filosófico, aparecen citas de Hume, “La Odisea”, Ezra Pound, Artaud o Hölderlin; sin embargo, tenerla a mano para de tanto en tanto leer alguna de sus breves secuencias, seguramente nos irá haciendo mucho bien.

Anterior crítica de libros: “Cuentos del mar de Irlanda”, de Xurxo Souto.

packs-cuadernos-28-06-16

 

 

 

 

Artículos relacionados