Black: La buena y la mala fortuna

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“En 1985 escribió la canción ‘Woderful life’ como respuesta a su nueva situación de artista desempleado, e inesperadamente se convierte en un hit internacional. A&M relanza la canción en 1987 mientras se frota las manos y los ejecutivos de Warner se dan golpes en la cabeza”

 

En 1985, Black estaba en paro y la suerte le sonrió: escribió uno de los mayores éxitos de los 80. Pero en 2016, en plena gira, la fortuna le abandonó. Falleció este martes víctima de un accidente de coche. Óscar García Blesa recuerda la historia del compositor de ‘Wonderful life’.

 

 

Texto: ÓSCAR GARCÍA BLESA.

 

 

Musicalmente hablando, los 80 fueron unos años muy fructíferos. Aniquilados en su momento, los artistas de aquella generación se sobrepusieron al permanente zarandeo de la crítica sesuda, y sus canciones, contra todo pronóstico, envejecen moderadamente bien. Es verdad que casi todas lo hacen con esa coletilla condescendiente de “sonido ochentero”, pero vista con perspectiva resulta más entrañable que dañina.

Fueron muchos los artistas fagocitados por un solo éxito. Vienen a la cabeza los nombres de Sinead O’connor o Terence Trent D’arby, Dexy’s Midnight Runners o Midnight Oil, o, ya en otro plano, la reciente aventura naíf de Rick Astley, reivindicada a bombo y platillo por la “intelligentsia” del gremio. Todos editaron discos con moderada frecuencia después de su momento de gloria, pero ninguno de ellos fue capaz de levantar el vuelo de una manera estable y seria.

A riesgo de convertir este mes de enero de 2016 en un interminable obituario y loas de chichinabo, Black, un tipo musicalmente honesto, siempre será recordado por el himno de la FM ‘Wonderful life’, punto. La canción, su albatros y también su sino, permitirá tener bien presente las buenas maneras de un tipo que recorrió tímidamente las listas de éxito en aquella ya lejana década de los 80, un artista con voz peculiar y algo afectada, a medio camino entre la elegancia de Bryan Ferry y el tono ceremonioso de Morrissey.

Nacido en Liverpool en 1962, Colin Vearncombe falleció este martes como consecuencia del accidente de tráfico que sufrió el pasado 10 de enero en el condado irlandés de Cork. El accidente ocurrió mientras se dirigía desde su casa, en la localidad de Schull, a un aeropuerto cercano para volar a Edimburgo, donde iba a ofrecer un concierto. Desde entonces se encontraba hospitalizado en coma inducido y su estado era crítico. Tenía 53 años.

El de Liverpool respondía al clásico modelo de hacedor de canciones (también poeta y pintor) con una carrera que arranca con el sencillo ‘Human features’ en 1981. Firmó con WEA en 1984, compañía que rápidamente se desprende de sus servicios. En 1985 escribió la canción ‘Woderful life’ como respuesta a su nueva situación de artista desempleado, e inesperadamente se convierte en un hit internacional. A&M relanza la canción en 1987 mientras se frota las manos y los ejecutivos de Warner se dan golpes en la cabeza. Y en realidad, en lo que concierne a éxitos, eso fue todo. Editó mucha más música a lo largo de 35 años de carrera (hasta ocho álbumes como Black y otros seis bajo su nombre original), pero ninguno fue capaz de igualar el éxito de su primer single.

Puestos a decir la verdad, uno (y mucho me temo que la gran mayoría de habitantes del planeta) ya le había perdido la pista hace tiempo. Un buen amigo, periodista (y autor del prólogo de mi segundo libro, para más señas), recomendó hace apenas un año su más reciente publicación, “Blind faith” y yo, que casi siempre hago caso a la gente con buen gusto, le di al «play». El título del disco (“Fe ciega”) respondía al apoyo masivo de la nueva propuesta de Black a través de una plataforma de crowdfunding. Seguía haciendo buenas canciones, pequeñas obras de orfebrería pop que emparentaban con el mejor Scott Walker y el modelo de balada jazz europea, una joya pequeñita donde dejaba claro que los breves momentos de triunfo que gozó con ‘Wonderful life’ eran parte del pasado.

 

 

Padre de tres hijos, hombre de familia y desde sus inicios un tipo alejado del estereotipo de estrella de rock (ya saben, sexo salvaje, festivales multicolor de drogas alucinógenas y destrozo indiscriminado de mobiliario hotelero) defendía estoicamente al compositor pop artesano. Y en eso andaba cuando un accidente de tráfico le arrebató la vida.

Queda claro que Black nunca fue capaz de replicar el éxito comercial de sus comienzos, pero escuchando su último trabajo uno termina preguntándose si realmente lo intentó de manera decidida. En 2014, y durante una entrevista, pidió explícitamente al periodista poder titular la pieza “retrato de una vieja gloria moderna”, un guiño lacónico al tipo que en realidad era. Con su muerte y recordando su gran éxito ya solo queda decir eso de “No need to laugh or cry. It’s a wonderful, wonderful life.”

Como apunte casi anecdótico, una de las últimas relaciones del británico con un estudio de grabación le asocia directamente con España. En noviembre de 2105 realizó una versión de su canción más conocida en catalán, rebautizada como ‘Viure és tan maravellós’ y que servía de apoyo a un cedé benéfico para la lucha contra la diabetes y obesidad.

 

 

 

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