Asfalto, grabando en vivo

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Asfalto, grabando en vivoAsfalto
3 de julio de 2009
Auditorio Pilar Bardem, Rivas-Vaciamadrid (Madrid)


Texto: JOSEMI VALLE.
Foto: MIRELLA GRANDES.


Sólo había visto tocar a Asfalto una vez en mi vida. Es un bagaje ruborizante para alguien que ha escrito su biografía y se ha pasado años actualizándola para incorporar a sus páginas la nueva y abundante información que orbita en torno al planeta Asfalto y sus satélites. Hoy los he vuelto a ver en el concierto que dará pie a su primer álbum en directo, el irónicamente bautizado como Al fin vivos. Casualidades de la vida. Asfalto aloja en su discografía un álbum titulado Quince años, y esa es la cifra exacta que transcurre entre la primera y la última vez que los he visto subidos a un escenario.

Diez y media de la noche, auditorio Pilar Bardem de Rivas-Vaciamadrid. Los remodelados Asfalto salen a grabar su álbum en directo, un disco anhelado que cauterizará una herida que lleva sangrando mucho tiempo. Los Asfalto del siglo XXI se corporeizan sobre todo en Julio Castejón (único miembro original) y el guitarra y cantante Raúl Santana. Saben que su tarea es testimoniar fidedignamente la oscilación biológica de un cancionero que a estas alturas tiene vida propia y respira como un organismo vivo. Discutir ahora la licitud o no de la resurrección de la banda para su estreno milenarista resulta un ejercicio cansino. Me parece legítima la decisión de Castejón, aunque también me resulta válida la de aquellos mitómanos que preferían que la tumba donde descansaba la leyenda no hubiese sido exhumada. Los Asfalto de la era digital llevan en su escudo heráldico el rock progresivo, aunque cuando defienden cancionero de otras épocas se liberan de los estándares del género y entregan auténticas gemas sonoras. El repertorio hace inventario de las diferentes reencarnaciones y transfiguraciones sonoras de Asfalto. Todas sus metamorfosis rubricadas en sus distintos álbumes se compendian en el set list de este 3 de julio de 2009.

El concierto se desprecinta con la majestuosa arquitectura de la suite «Utopía», ubicada en su álbum de regreso del año pasado, una catedral sonora que alcanzaría cuotas más altas de grandeza si no estuviera tan trufada de teclados protagonistas. Ocurrirá lo mismo con otras canciones, que ganarían reciedumbre y contemporaneidad si el teclado ocupara un segundo plano y la guitarra se atreviera a dar más puñetazos encima de la mesa. Con la presentación hecha, el grupo se lanza a la caza y captura del público con dos disparos certeros: la ecológica «La paz es verde» y la declarativa «Más que una intención». El sonido es hormigonado y limpio como si estuvieras en tu casa escuchando un soporte digital en un equipo con bafles de muchas pulgadas. El grupo derrocha ilusión de recién llegado pero virtuosismo de músicos avezados. Se les nota seguros de su propia autoeficacia. Suena a banda, compacta y creíble, no a la suma de unos vasallos en torno a la figura del monarca. Raúl Santana demuestra que su voz es un recurso que añade valor. Es increíble el parecido entre su voz y la de los antiguos vocalistas del grupo Oñate y Richi. Jurarías que algún cirujano o algún brujo ha clonado sus cuerdas vocales.

A partir de este instante el repertorio intercalará temas más subalternos con los himnos del grupo, en un zigzagueo que impedirá tiempos muertos. A «Vidas paralelas» (del segundo álbum en solitario de Castejón) le siguen los clásicos «Desaparecido» y la  elevada temperatura poética de esa ensoñación que es «El hijo de Lindbergh». Entonces irrumpe la primera sorpresa. En «Nunca está de más» aparecen The Supremes, un trío femenino de voces poderosas pero inclinación a la autoparodia. Seguirán en el escenario con «Nada, nadie, nunca», remozada con metales. La emotiva «Espera en el cielo» da paso a la aparición del teclista Jorge García Banegas, único ex Asfalto que subirá esta noche al escenario y que escenifica sin pretenderlo la disensión existente entre los miembros de la formación histórica. En solitario Banegas se despacha al piano un virtuoso lead de varios temas arcaicos de Asfalto para luego tocar junto a la banda la imperecedera «El viejo». Mientras resuenan los encendidos aplausos a Banegas, se estrena una canción nueva, «La luz del atardecer», un bonito himno de gracias a la fidelidad retrospectiva de los militantes, que engarza con la coral y pacifista «Gente como tú», un cántico que sirve para hacer bandera de la no violencia junto a una docena de voces angelicales e indumentaria inmaculada que corea el estribillo edulcoradamente.

Desaparece todo el mundo del escenario para el momento más brillante de la velada. Julio Castejón al teclado y Raúl Santana a la voz festejan la balada «Prisionera enmarcada», un tema del 86 de difícil ejecución que ratifica el potente chorro de voz de Santana. El concierto alcanza su instante de ebullición con la coreada, aplaudida y totémica «Días de escuela», se acelera con «Búfalo Vil» y se cierra momentáneamente con «Es nuestro momento». Hay un primer bis con pespuntes de «Quiero irme» a modo de abreviada introducción de la inmarchitable «Rocinante». Y llega otra sorpresa. La biográfica y testimonial «Lo que el viento no se llevó» es defendida coralmente por una pléyade de músicos que a pesar del ostracismo y la poca notoriedad llevan incrustado el rock en su torrente sanguíneo y nunca han abandonado las trincheras. Un homenaje a la vieja guardia y al rock como modo de estar en el mundo.

Habrá un segundo bis que guarda dos ases en la manga. Una versión liviana de «Capitán Trueno» (cantada por el teclista Carlos Parra aunque coreada por todo el público) y el adiós con la visionaria, maravillosa y sin sello de caducidad «Ser Urbano». Ahí se baja el telón. Todos los congregados sabemos que acaba de expirar un concierto que quedará registrado para la posteridad, que se incrustará para siempre en la ya longeva biografía de Asfalto. Realmente la actuación apelaba más a testimoniar la brega diaria de sus conciertos que a una fiesta perfumada de nostalgia. Hubo guiños, pero prevaleció la sinceridad de lo que hoy en día ofrece Asfalto en cualquier lugar y cualquier día del año. Pondrán verlo y oírlo en sus casas. El mito ya tiene su álbum en directo. Aprobó por fin la asignatura pendiente. Será su trabajo decimosegundo. Treinta y dos años después de grabar su legendario primer larga duración. Esperar es vivir inútilmente, aunque a veces te llevas sorpresas.

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