Ariel Rot: “La imperfección tiene swing” (y II)

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“Siempre hay alguna frase dedicada a Julián (Infante), o a Dani (Zamora), o a Guille (Martín)”

Los nuevos temas de “La manada”, las conexiones con Los Zigarros, la canción dedicada a Julián Infante y ese cierto “malditismo” de la carrera de Ariel Rot, en esta segunda parte de la entrevista que le hizo Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: ALFREDO TOBÍA.

 

Las campanas de una iglesia cercana se cuelan por las ventanas del salón de Ariel Rot. Durante nuestra charla no hay móviles ni distracciones. Se ha levantado solo una vez para tomar algo que le suavice la garganta. Está pendiente de cuidar su voz, quizá porque le preocupa, aunque Ariel es más reflexivo que preocupadizo, o eso es lo que nos transmite. Estamos hablando de “La manada”, su buena nueva, sus once nuevas criaturas, y nos cuenta cómo intimó con Los Zigarros a raíz de la grabación de ‘Espero que me disculpen’. Pero la del disco no es la única versión que existe: “Te voy a confesar una cosa: también grabamos el tema con la banda del estudio, para ver lo que pasaba”.

 

¿Y qué pasó?
La frescura, y la emoción que tiene la versión de Los Zigarros, incluso la imperfección, le dio algo muy especial. La otra versión está muy bien, pero no tiene esa cosa tan vertiginosa que tiene la de Los Zigarros. Empezamos a hablar, yo nunca había grabado en Black Betty, tenía ganas de probar el estudio, les pregunté cuándo iban a pasar por Madrid y le mandé la canción a Ovidi. Le encantó y se vinieron dos días. El segundo nos fuimos a cenar y respiré un espíritu que hacía mucho que no respiraba: la banda, cómo se llevaban entre ellos, la dinámica que había, los chistes, la manera de entenderse, la relación fraternal que hay en las verdaderas bandas que tocan y viajan mucho. Esa noche se hizo larga la sobremesa y me preguntaron muchas cosas sobre Julián (Infante) y Los Rodríguez, y Tequila. A la mañana siguiente me desperté y escribí ‘Broder’, con ese espíritu muy fresco.

 

Te iba a preguntar justo por eso: por qué le dedicas ‘Broder’ a Julián Infante justo ahora. ¿Fue por los recuerdos que te despertaron esa noche Los Zigarros?
Probablemente sí. Yo ya le había escrito varias canciones a Julián, de una manera más enmascarada. En ‘El mundo de ayer’ Julián está muy presente, nunca le dedicas una canción a una sola persona, o sí, pero muchas veces se mezclan los personajes. ‘Broder’ lleva el recuerdo también de Guille (Martín), están todos presentes, lo que pasa es que hablo muy concretamente de Julián, de su repertorio de chistes, prácticamente todo es verdad, pasar una noche en el calabozo juntos. Nunca lo había dicho, por un lado, pero sí, siempre están de alguna manera presentes, también en ‘Hoja de ruta’. Siempre hay alguna frase dedicada a Julián, o a Dani (Zamora, bajista de Los Rodríguez), o a Guille, o tantos otros menos conocidos.

 

 

Ellos se cuelan entre tus letras, y los que también aparecen con frecuencia son los vagabundos, esos personajes sin rumbo, errantes… ¿Son personajes atractivos, o hay cierta identificación por la profesión que ejerces?
[Asiente] Sí, bueno, juego un poco también con la realidad y la ficción llevado al extremo de un «homeless», cosa que como ves no soy [ríe], pero sí que hay cosas: la sensación de estar en una nave sin rumbo, estar lejos del hogar… Pensé mucho en Charles Bukowski, leí poesía suya. En una época de mi vida fui superfan y leí todos sus libros, pero había leído poca poesía. Estuve leyendo poesía de él y me lo imaginaba, la imagen era una especie de Bukowski con su botella de vino durmiendo en la calle. Si te fijas, la letra de ‘Vagabundo’ tiene un poco de eso: mujeres que me amaron… esa especie de vagabundo que en el fondo todos envidiamos porque es feliz.

 

¿Y la música?
La música es un poco Moris, no es la única en la que está presente, creo que también está en “En el borde de la orilla’. Este disco tiene algo de “Fiebre de vivir” en cómo mezcla el rock y la balada.

 

Hay mucha influencia del rock argentino en este trabajo, por los referentes a los que aludes en gran parte de los temas.
Sí, es cierto, ‘Una semana encerrado’, ‘Solamente adiós’… tienes razón, no lo había pensado. Lo último que hice fue el riff, lo más swing de ‘Vagabundo’, lo más retro. Lo otro en realidad es una vuelta de acordes muy clásica.

 

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“En el rock tenemos que atrevernos a hablar de los grandes temas que queremos resolver. La vejez, la familia, los amigos que se han ido alejando, lo que has vivido, la incertidumbre de lo que viene…”

 

Antes lo hemos tratado de pasada, pero me he apuntado unas cuantas frases de este disco sobre la muerte: “Todo bicho que camina va directo al asador” (‘Espero que me disculpen’), a Julián le dices “nos veremos algún día” en ‘Broder’, ‘Me voy de viaje’ es una despedida en toda regla… Está muy presente, aunque unos momentos con sorna y otros menos.
Sí, pero por lo menos no lo llamé “La huesuda” [ríe]. Ya lo decía entonces: hay cierto tabú, el rock tiende a ocupar un lugar más festivo, más de entretenimiento, y creo que en el rock tenemos que atrevernos a hablar de los grandes temas que queremos resolver. La vejez, la edad, la familia, los amigos que se han ido alejando, lo que has vivido, la incertidumbre de lo que viene, la salud… creo que en ese sentido es un disco honesto, que narra una vida.

 

Hay mucha mirada al pasado, a los recuerdos, pero también hacia delante, hacia la incertidumbre de lo que vendrá. ¿Es así?
Sí, creo que este disco tiene una narrativa, en otros a veces confundía un poco, también por cosas musicales. Aquí no hay latino, creo que está mejor narrado desde el principio hasta el final, por eso recomiendo escucharlo en el orden. La primera parte es más liviana y el final se va poniendo cada vez más emocionante. El vinilo viene sin ‘Muy complicado’, pero viene el cedé con ese tema incluido. La quitamos para que sonase bien el vinilo, para que los surcos fuesen más grandes.

 

‘Una semana encerrado’ es muy contestataria, ¿por qué esa disconformidad?
Absolutamente, es una especie de antídoto contra este mundo que me agrede, este siglo XXI enloquecido y ruidoso, chabacano, chato, donde todo el mundo grita al mismo tiempo, sucio, vulgar [ríe]. Es una sensación que debemos tener unos cuantos frecuentemente, ¿cómo hago?, ¿en qué búnker me meto para que no me agreda tanta falta de belleza?

 

Con más sutileza, también lo expresas en una frase de ‘En el borde de la orilla’: “Héroes y villanos de pacotilla, el mundo arrastra un diario de ayer”.
Sí, es un pequeño puente, incluso en la letra. ‘En el borde de la orilla’ es un tema muy abstracto, tal vez alguien me pueda explicar de qué hablo, pero creo que de los deseos, de los temores…

 

¿Más allá de hablar del oficio de escribir, de buscar la canción?
Esa es una primera lectura: “intenté observar la vida en segunda fila, no volar muy lejos por miedo a no volver, pero mi corazón latía tan deprisa…”. Las contradicciones, cosas que uno desea y al mismo tiempo, las teme.

 

Eso me recuerda a ‘Me estás atrapando otra vez’: algo que te atrae pero que no te lleva a nada bueno.
Puede ser, pero en este caso es más abstracto. ‘Me estás atrapando otra vez’ estás hablando o de una mujer o de una droga, pero aquí hay algo más metafísico.

 

 

En la grabación de este trabajo has tenido que dejar el estudio alguna vez por problemas de voz. ¿Te da mucha guerra?
Llevo una buena temporada con problemas de voz. Estoy trabajando un poco, por primera vez tomándome un poco más en serio la higiene vocal, calentando antes de cantar, cosas que antes nunca hacía. No tengo una gran técnica, si no la recuerdo empiezo a moverme por lugares que me van dañando. Creo que es tan sencillo como eso: calentar antes de cantar, cuidar más la técnica.

 

Ya hemos repasado todo el disco, solo falta hablar de ‘Muy complicado’.
Es de la época turbulenta, de esas que salieron las primeras, ¿cómo alguien puede soportarme? ¿Cómo alguien puede vivir conmigo? [ríe].

 

Todo vale para escribir: el dolor más extremo acaba convertido en material de trabajo.
Ha sido casi el detonante, lo que rompió el hielo en este disco, un momento de mucha turbulencia emocional que iba en aumento. Ahí empezaron a salir, ahí estalló todo.

 

Quizá por eso es un disco tan intenso. Antes me hablabas de un posible disco de dúos, una vía abierta para lograr público nuevo. ¿Qué público crees que tienes? Porque hay cierto malditismo en tu carrera: tienes un pasado muy pesado, intenso, pero un presente muy brillante y sin embargo, no tanto público como antes.
No se traduce en la gente que viene a los conciertos, ni en las ventas de discos. No sé, siento que todo esto es una propina. Hace muchos años que pensé que todo esto se había acabado. No la música, la música va a seguir siempre, pero cuando se acabó Tequila me fui a Argentina con una guitarra y un amplificador, y pensé que nunca más iba a viajar, a estar en hoteles y tocar para un público, y fíjate todo lo que pasó después. Prefiero no tener expectativas, no pensar que porque haya hecho un disco bueno mi estatus vaya a mejorar. Bastante afortunado he sido, no es fácil tener carreras tan largas, ¿qué se puede pedir de un guitarrista cuando el grupo se acaba? ¡Muy poca cosa! [Ríe] Lo más probable es que se vuelva a vivir con sus padres o termine trabajando en otra cosa, en ese sentido no está nada mal. Siempre se dice que lo importante es mantenerse, pero el otro día vi una frase en un documental que me encantó. Decía el tipo: “Lo importante no es mantenerse, lo importante es que la caída sea lo más lenta posible” [ríe].

 

Y lo aplicas.
Lo aplico, sí. Es una realidad.

 

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“Prefiero no tener expectativas, no pensar que porque haya hecho un disco bueno mi estatus vaya a mejorar”

 

¿No esperas nada?
No es que no espere, pero cuando me vengo arriba en ese sentido, yo mismo me digo: “Tranquilo, ya lo has hecho. Esto es maravilloso, disfrútalo, ante 20, 200, 1.500 o lo que sea”.

 

¿El grado de disfrute es el mismo?
Me gustaría no tener que acomodar el formato a los cachés, es lo único que me jode del estatus que ocupo, pero no me interesaría para nada una carrera exitosa por América. Hay muchas cosas que me está dando la vida que perdería, cosas de las que disfruto. Creo que en este momento no negociaría eso.

 

Podrías hacerlo: allí también eres muy conocido.
No lo sé, pero en todo caso, tanto viaje, tanto esfuerzo, tanto descontrol… hay un ecualizador: si sube eso bajan otras cosas que me parecen muy valiosas y de las que disfruto mucho en este momento de la vida. Hasta de la rutina que yo me voy armando, cosas que me hacen sentir bien. Dentro de esa rutina también existe salir y viajar, me ecualiza y lo necesito, ese momento arriba del escenario en el que enloquezco y no me importa nada más, incluso subirme a la furgoneta y viajar, toda esa liturgia entera es importante. Pero es importante porque es un fin de semana y después vuelvo a casa. Tocar en grandes estadios, lo digo francamente, no es una ambición ahora mismo, no es un objetivo. Sí poder tocar, viajar, ir a México, Bogotá y Argentina, hacer esos viajes exprés, pero fui construyendo esto y lo aprecio mucho.

 

 

¿Te ha ocurrido que ha variado tu forma de entender y disfrutar la música, y que no es la misma sensación ahora que cuando tenías veinte o treinta años?
[Piensa] Es difícil volver a tener las mismas emociones. Sí, tal vez los picos de euforia y felicidad eran más frecuentes en la época de Tequila. Bueno, hay de todo, con Los Rodríguez disfruté mucho en los conciertos, pero también tenían un lado complicado, pero estamos hablando de música. Sí, es distinto, también el grupal y el trabajo en solitario, es otra manera de disfrutar. Ahora ocurre poco, cuando me junto con la banda y hacemos un buen concierto vuelvo a sentir esa sensación de inmortalidad.

 

Eso cuando haces tu música, ¿y escuchándola?
Uff, me cuesta bastante, con cosas nuevas muy poco. Los conciertos que más me emocionaron últimamente no fueron de rock, fueron uno de Daniel Melingo y otro de Vinicio Capossela. No fue lo mismo ver a los Stones en los 82 que tocar de teloneros con ellos la otra vez, muchísimo más emocionante cuando tenía 22 años y les vi por primera vez.

 

Hablando de los directos: ya estás trabajando el repertorio. ¿En qué punto estás?
Estoy haciendo una lista muy larga de canciones, las iremos tocando a ver cuáles resultan mejor. Estoy trabajando solo mi parte del show, quiero que muchas cosas ya estén incorporadas cuando empiecen los ensayos. Tenemos pocos y no quiero estar pendiente, los chicos no pueden ensayar mucho y estoy ensayando solo, voy y practico, entreno. También me va a servir para cuando tenga que tocar los temas solo en alguna cosa puntual, pero hasta diciembre todo lo que hagamos será con banda, ese es el compromiso. Sí, empezamos a ensayar en unos días, tenemos unos doce ensayos. Pero los chicos se saben mucho mejor que yo las canciones, las grabaron y su parte la tienen mucho más asimilada que yo, que la fui haciendo por partes.

 

Arrancáis el próximo 15 de octubre en Toledo, en el Círculo del Arte. ¿Habrá novedades en esta gira?
Una de las novedades es que vamos a ser cuarteto, voy a ser el único guitarrista de la banda, con Mauro (Mietta, teclista), Tony (Jurado, batería) y Candy (Caramelo, bajista). Me ha gustado ser el único guitarrista, es algo nuevo, nunca lo había hecho, me interesa, siento que tengo más el mando.

 

Anterior entrega: Ariel Rot: La imperfección tiene swing (I).

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