Antonio Arias y Eric Jiménez: El ruido de Morente

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Antonio Arias: “Enrique buscaba unos asesinos del flamenco. Y eso era Lagartija Nick”.

 

A escasos días de que se estrene en los cines españoles el documental sobre “Omega”, Eduardo Tébar reúne a Antonio Arias y Eric Jiménez para hablar del disco que pergeñaron con Enrique Morente.

 

Texto y fotos actuales: EDUARDO TÉBAR.

 

A Eric Jiménez no le interesaba lo más mínimo el flamenco cuando tocaba en KGB y su hermano ponía los casetes de Enrique Morente de manera inmisericorde en casa. Este batería guasón es hoy el alma de un bar que luce su nombre en la calle Escuelas de Granada. “Menudo Guggenheim te has montado”, pensó que comentaría desde alguna parte su amigo, el cantaor, cuando lo estrenó en 2013. “Tenemos que hacer un martinete a martillazos”, le solía responder Eric en la última etapa. Antonio Arias, bajista de 091 en aquellos primeros ochenta, tampoco sabía nada de cante jondo cuando compartían los veranos en la piscina del chalet de Paco Ramírez, manager tanto del artista flamenco como de los jóvenes rockeros de la capital nazarí, y comisario de la Unesco. Tuvo que pasar una década para que ocurriera el cataclismo.

En principio, “Omega” iba a ser el regalo del traductor Alberto Manzano a su íntimo, Leonard Cohen, por su sesenta cumpleaños: Morente adaptaría sus canciones. Entró en escena la inventiva de Jesús Arias, que propuso la poesía de Lorca y, ya puestos, un tocho de ideas para una grabación con sirenas, bombas y astronautas. “Jesús era obsesivo compulsivo y tenía la capacidad de apasionar a la gente. Era un teórico. Pero no somos los Beatles. Había que frenarle. No se vive de registrar “Omega” y esperar a ver lo que sucede. Debíamos llevarlo al directo”, reflexiona su hermano Antonio en un rincón discreto de El Bar de Eric. Imposible charlar al aire libre: vaivén de músicos y colegas en la terraza. Es un martes cualquiera a la hora del tapeo en Granada.

En 1996, “El Europeo”, otra revista impar de Borja Casani, se convierte en sello discográfico para lanzar “Omega”. Una criatura con varias cabezas y mil padres. Un total de 1.200 personas acudieron al estreno, en el festival In-Edit de Barcelona, del documental que aborda la revolucionaria obra en su vigésimo aniversario. La película dirigida por José Sánchez-Montes y Gervasio Iglesias llegará a los cines el 18 de noviembre, seguida de una edición remasterizada con extras —por fin en vinilo— y varios conciertos conmemorativos. Casi la mitad de la banda sonora del filme la integran piezas inéditas y descartes, como la coheniana ‘Un cantaor debe morir’. “Omega” determinó para siempre las carreras de Enrique Morente y Lagartija Nick. Aún se discute si es o no un álbum de flamenco. Si es o no una estridencia de punk con cantaor. Si benefició más a los del rock que al Ronco del Albaicín. En el bar, los culpables del ruido de Morente conversan sin restricciones. Eric es un vividor afable, dotado de una asertividad socarrona. Y Antonio Arias puede replantearte la vida en medio minuto. “Omega” no rompe el flamenco, lo propala. Como el suicidio al revés: el asesinato del mundo.

 

La versión extendida cuenta que Morente llama a Lagartija Nick después de presenciar unos compases de bulerías improvisados por Eric en la barra de un garito.
Eric: Eso fue un acercamiento a Enrique. En realidad, la aproximación tuvo lugar en el local, cuando me vine arriba haciendo percusiones mientras sonaba el disco “Sacromonte”. Estaba por allí Mario Maya. Me dijo: “Te has pasao”. Yo le respondí: “¿Eso es bueno o es malo?”. Contestó: «Eso es bueno». Lagartija Nick ya habíamos pensado que Morente hiciera algo para nuestro álbum “Su”. La idea y el concepto de “Omega” vinieron después.
Antonio: “Omega” tiene tres fases. La primera, cuando Enrique maqueta versiones de Leonard Cohen en Madrid. Ya incluye el ‘Pequeño vals vienés’. Vuelve para quedarse a vivir en Granada. Eric, mi hermano Jesús y yo hacemos lo que llamamos morenting. Vamos al Juanillo [restaurante del Sacromonte y punto de encuentro de flamencos históricos] y preguntamos por Enrique, que siempre se acababa de ir o está a punto de llegar. Vamos a su casa y le rondamos para cantar en nuestro disco. Después de ver a Eric en el local es cuando nos invita a quedar para ensayar. Jesús ya había planteado la idea del poema ‘Omega’ de Lorca por toda la carga de ruido y la voz de la sangre. De ahí partimos. Él también se apasiona, como nosotros, con el sonido que estamos oyendo desde el primer día. Enrique dice: “Aquí hay un tema”. Nos damos cuenta de que podemos escribir canciones juntos y de que nos lo pasamos genial, así que lo llamamos para cantar con nosotros en la presentación de “Su”, en diciembre de 1995. Y decidimos ampliar repertorio sobre lo que Enrique tiene de Cohen. Unir el proyecto fue una suerte para nosotros. Era Lorca, era Cohen… Aprendimos los tiempos flamencos. Después hubo una última fase, más propiamente flamenca, más tipo Nuevos Medios, que se termina en Madrid. Son muchos los puntos que iluminan “Omega”.

 

El poema ‘Omega’, que sugiere Jesús, luego resulta un réquiem que impregna todo el disco, con aire de misa negra, cuando muere la madre de Enrique durante el proceso.
Antonio: De hecho, es un poema para muertos. Al empezar, ‘Omega’ no tiene esa carga de réquiem que coge tras la muerte de la madre de Enrique. Estamos explorando porque con Enrique hay mucha libertad para crear de una manera muy picassiana, muy cubista. Trozos separados, trozos juntos, composiciones enteras. Todo fue dinámico y fluido enseguida.

 

‘Omega’ abre el disco con un collage de saetas extraídas de grabaciones antiguas de Antonio Chacón, Manuel Torre, La Niña de los Peines… Es una técnica que conecta con otro granadino visionario: Val del Omar.
Antonio: Quizá fue una inspiración del mismo Val del Omar. Todos conocíamos sus películas. Teníamos la referencia de “Aguaespejo granadino” y la libertad con la que Val del Omar trataba las voces y los audios. Puede que nos ayudara a levantar a los muertos. Había un reconocimiento explícito a los cantaores. Ahora, en la reedición por el veinte aniversario, incluimos una versión de ‘Omega’ en la que no están los cantaores porque ya está Enrique. Ya no se pueden levantar los muertos. Esos conceptos, aparte de ilustrativos, son cambiantes.

 

Mucha gente le sigue colocando al disco la etiqueta de flamenco fusión.
Eric: Yo no lo veo flamenco fusión. Para nada. Al revés: es un choque de caracteres. La fusión se da cuando la música lleva el buen rollito. Yo me meto en tu rollito y tú te metes en el mío. Aquí se mete cada uno en el suyo.
Antonio: Es emergencia. Nos juntamos y sale así. Es como la teoría del tornillo, que por sí solo no vuela, pero en un avión no solo vuela, sino que hace volar. Fue emergencia con urgencia. Nos volcamos en un sonido que creemos que aporta musicalidad al mundo.
Eric: Era emergencia con decadencia. Música urgente en el disco más largo de grabar de toda la historia.
Antonio: ¡Exacto! Todo ese proceso tan apasionante resultó genial, dramático y decadente porque fue muy largo. Pero no había otra manera.

 

¿Fue una grabación tensa?
Antonio: Las hemos tenido más tensas.
Eric: Es que somos especialistas en grabaciones tensas. Realmente, era inacabable. Todo se estaba gestando en un estudio. Las canciones podían tirar para un sitio o para otro. No parábamos de grabar tomas y Enrique no paraba de experimentar.
Antonio: Llegábamos a un sitio, parecía que teníamos un tema y Enrique se escapaba por otro lado. En las versiones inéditas de ahora aparecen nuevas voces de Enrique que transforman la canción en otra. No es que se pasara el día doblando la misma voz. Es que todas eran distintas. Eso demuestra que el ambiente era de pura creación. Era un ambiente de compañerismo, amistad y respeto de maestro a alumnos.
Eric: Recuerdo que se ponía a hacer unas armonías impresionantes en plena grabación, escalas con las notas de cada cuerda. Al escucharlas todas te habías perdido.
Antonio: Era un tío que creaba con un sistema armónico que estaba en su mente. En ‘Omega’, las voces de fondo están haciendo un acorde de mi mayor. Esas teorías nos servían para seguir indagando, como las conferencias de Falla y Lorca sobre el cante jondo. El sistema de implantación del flamenco, la influencia hindú, la influencia árabe, el misticismo… La obsesión de Val del Omar por una misma nota está en ‘Omega’, porque ese mi mayor no varía. Toda una revelación para nosotros, que admirábamos tanto la psicodelia. Tampoco inventamos nada. Somos los primeros en reconocer lo que se ha hecho entre el rock y el flamenco desde los sesenta.

 

¿Qué opináis de las experiencias pioneras de flamenco rock de Smash o Sabicas con Joe Beck?
Eric: Nunca me han gustado el blues, el funk o lo latino. Lo de los sesenta lo respeto. Me parece cojonudo porque fue una vuelta de tuerca a la música del momento, pero con mi bagaje musical jamás me hubiera metido en un disco con esas texturas.
Antonio: Habíamos girado con algún músico de Pata Negra que ya estaba en Def Con Dos, como Jesús Arispont. O José Luis Pizarro. Nos hablaban de aquella experiencia. Triana era una influencia. En realidad, todo es un referente porque lo hemos escuchado.
Eric: Yo estoy más cerca de Triana. Escucho “Hijos del agobio” y encuentro ese misticismo. Es uno de los discos más oscuros y más after punk que se han hecho en España.
Antonio: Conocer esos antecedentes nos daba valor y otorgaba continuidad a nuestra propuesta. Podíamos aportar algo desde una visión jonda y distorsionada. Nos beneficiamos todos de la poesía. No es casual que el disco más transgresor de Camarón sea un poema de Lorca. Aunque el estudio que hace Enrique en “Omega” sobre la trascendencia lorquiana es una tesis en sí. El disco contiene la tesis de Enrique, la tesis de mi hermano Jesús y la nuestra en forma de música. Poder traducir todas esas movidas esotéricas en música era un milagro. Lo defendíamos en directo desde el principio. Ese era el aspecto más criticable: era un truco en el que la gente nos veía las cartas desde el primer momento.

 

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Antonio Arias: “Morente te llevaba al límite porque él había estado en el límite toda la vida”.

 

Petróleo guardado

Hablemos de la reedición. ¿Enrique quería sacar esto?
Antonio: Sí quería. En 2007 adquirió los derechos de “Omega” con la intención de revisarlo. Enrique publicaba discos como “Pablo de Málaga” y, en vez de promocionarlos, reactivaba el “Omega”. Volvía a “Omega” para volver a partir. “Omega” puede ser un disco, puede ser un estilo, pero sobre todo es un lugar. Los Lagartija lo grabamos todo. Tenemos todo el proceso, desde el primer ensayo.

 

De lo que se deduce que hay petróleo inédito.
Antonio: Hay mucho petróleo.
Eric: Hay mucho más petróleo de lo que sale ahora.
Antonio: Lo que hacemos es ilustrar el documental. Si queremos contar la historia, ahí están las versiones de Enrique adaptando a Leonard Cohen en Madrid o nuestras grabaciones, en las que canta de manera distinta. Hay versiones enriquecedoras. Pero la parte más visceral, en la que todos somos más experimentales, sigue en el cajón.
Eric: La reedición muestra una parte más de Enrique. Hay un lado de Lagartija Nick totalmente underground, muy garajero.
Antonio: La primera versión de ‘Omega’ tiene un final de bidones de casi siete minutos.
Eric: Yo llegué a inventar una batería con un bidón de Repsol a modo de bombo, una caja y varios latones. Si después de veinte años sacamos eso, igual ya no lo comprende nadie.
Antonio: Tal vez seguimos teniendo un poco de pudor. Enrique volcó todo su disco duro; quería revisar y ampliar “Omega”. La otra noche soñé que Enrique estaba vivo. Siempre que sueño con él, no dice nada. Vamos, tocamos con él, pero no nos explica nada. Soñé que nos echaba por tierra la reedición porque prefería juntarnos para crear algo nuevo. Y ese es el motivo de todo.

 

Y veinte años después, ¿el público ha entendido “Omega”?
Antonio: Quizá no se ha entendido y por eso sigue sonando nuevo.
Eric: Yo creo que la gente reconoce unos sonidos con los que empatiza después de veinte años. Pero no han estudiado a fondo los poemas. Y estamos hablando nada menos que de “Poeta en Nueva York”.
Antonio: Y si te pones a analizarlo canción por canción, ‘Omega’ empieza con otro poema, ‘Luna y panorama de los insectos’: “Como la noche interminable / cuando se apoya en los enfermos / y hay barcos que buscan ser mirados / para poder hundirse tranquilos”. Se nota que Lorca era músico. Todos vamos buscando su música. Y a eso se suman las referencias del cante jondo, que ilustran el maremágnum que es Lorca. Tardaríamos años en desentrañar ese flamenco tremendo. No sabemos si la seguiriya del medio tiene una inspiración de Cobitos.

 

Borja Casani señala que “Omega” destaca por la falta de ambición de la música española.
Antonio: Todos estamos en el lodo. Este disco despierta, de forma inmediata o a posteriori, sentimientos que están dentro de la gente con la cultura propia. A nosotros se nos despierta el gen dormido del flamenco en cuanto trabajamos con Enrique. Eric alucinó al tocar una soleá. Decía: “Esto se lo podíamos poner a Pink Floyd”. El flamenco necesita un poquito de interés, pero se visualiza de otra manera cuando lo comprendes mejor.

 

Sin embargo, el disco no ha creado escuela. No existen imitaciones de “Omega”.
Eric: ¡Qué va! Todo es imitación de “Omega”. Nunca en la vida he visto a más gente fusionando rock con ruido o música disco con cantos místicos. Hoy todo el mundo quiere hacer su propio “Omega”.
Antonio: El disco se hace más grande cada año. Parece Saturno: nos va a devorar a todos. Hay quien dice que no le influye, pero acaba de hacer no sé qué con un cantaor. Youth [Martin Glover, fundador de Killing Joke y productor de Los Evangelistas] ya tiene su formación flamenca para girar por el mundo, con cantaora, guitarrista y dos sintetizadores. Si eso no es “Omega”… pero Youth por lo menos lo reconoce. Creo que los guiris son menos vergonzosos para admitir las influencias.

 

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Eric Jiménez: “Morente siempre estaba rompiendo. Él cambia las reglas. No es que no supiera cantar por bulerías, es que las canta como le sale de los cojones”.

 

Lorca, Cohen y el muro del sonido

Lorca y Cohen. Otro choque de titanes. Son referencias literarias muy grandes.
Antonio: Yo entonces era más dylanita. No conocía tanto a Leonard Cohen. Enrique me sorprende por su adoración a un tío con una voz tan grave. En la reedición sacamos por fin ‘Un cantaor debe morir’, adaptación de ‘A singer must die’, donde Enrique intenta ser Leonard Cohen. Nuestro privilegio es desempeñar un papel destacable en un disco que tiene como protagonistas a Lorca, Leonard Cohen y Enrique Morente. Y que encime le guste a Cohen.
Eric: Están las figuras de Lorca y Leonard Cohen, pero al cantarlo Enrique se transforma en un producto totalmente granadino. Escuchas a Cohen y ves la lluvia en el Realejo.
Antonio: Leonard Cohen no oculta su pasión lorquiana y no se queda atrás como escritor respecto a Lorca. Tengo reciente su nuevo disco, “You want it darker”. Es pura síntesis. ¿Cómo se consigue eso? Se tiró seis u ocho años en un monasterio, supongo que estudiando la síntesis en la escritura, según me contó hace poco su traductor. Le sigo dando un papel protagonista a Enrique porque fue quien supo encajar esos mundos. Cada vez que reivindicamos a Lorca, a Cohen y a Morente, nos estamos reivindicando a nosotros mismos.

 

En los círculos rockeros se repite el chascarrillo de que “Omega” hubiera mejorado con un productor anglosajón. Porque lo producís Enrique y tú, Antonio.
Antonio: ¡No me imagino a un inglés trabajando con Enrique Morente!
Eric: Era una empresa muy arriesgada. Bastante llovía hablando todos en español, como para meter a un inglés. El sonido, sin duda, hubiera mejorado. O hubiera tirado por otros caminos. “Omega” tiene un sonido magnífico. Suena muy bien. Para mi gusto, en el choque de caracteres se queda más corto el carácter de Lagartija. Cualquier ensayo, cualquier toma del grupo sonando, suena más bestia que en el disco. En ese sentido, la pureza real no se reflejó por nuestra parte.
Antonio: Llegamos a una fase con Enrique en la que surgen las dudas de la compañía, los comentarios de sus amigos, las sugerencias de que hay que recortar partes de Lagartija Nick. Nuestra idea funcionaba a nivel compositivo, creativo y de directo. Eso era Granada y eso era potente. Pero Enrique también buscaba válvulas de escape a través de lo abstracto. Nos esperaba una artillería en Madrid y nosotros íbamos a defenderlo. Hubo muchas muertes, mucha sangre, muchas lágrimas, mucho barro, pero a Enrique le divertía vernos defender “Omega”. Enrique te llevaba al límite porque él había estado en el límite toda la vida. Es el cantaor del abismo. Lo curioso es que el estudio de Granada era muy chico y el de Madrid muy grande. En Madrid entraba cualquier aficionado al flamenco, cualquier amigo de amigo. “Te han engañado”, le reprochaban. La mezcla final del disco se hace en Madrid. Nosotros preferíamos a Owen Davies [productor de “Inercia”, de Lagartija Nick] en Londres, un tío sensible. Creo que Borja Casani buscó un foso de seguridad. La intencionalidad posesiva de Leonard Cohen, la intencionalidad posesiva de la compañía y la nuestra. Enrique tuvo que luchar contra todo eso. Le entiendo mejor ahora que en aquel momento. Su mujer, Aurora, siempre nos apoyó, pero a las ocho de la mañana nos echaba de la casa.

 

También se tachó de trash metal el muro de guitarras de Lagartija Nick, cuando Juan Codorníu toca una Rickenbacker, típica del rock ácido de los sesenta.
Antonio: Lo del trash metal lo escribió Mora, periodista de “El País”, que además es íntimo amigo nuestro. Era una especie de insulto. Pero nadie es capaz de imitar los acoples del principio de ‘Omega’ porque no son técnicas de acoples al uso.
Eric: Un guitarrista puede acompañar a un cantaor. Pero dos guitarras eléctricas, una batería y un bajo distorsionado junto a Enrique, que es el cantaor que más se escapa, dificultan los matices. Hay que sustentarse en colchones.
Antonio: La canción ‘Omega’, con Miguel Ángel Cortés, demuestra lo que dice Eric. Enrique y Miguel Ángel están buscando una guitarra distinta al habitual acompañamiento del flamenco. Nosotros nos perdíamos. Trazamos un espacio donde todos pudiéramos desarrollar nuestro talento y nuestra manera de ver el proyecto. La fusión flamenca del rock de Sevilla era tan americana que los discos estaban llenos de matices. Nosotros, en cambio, conseguimos relajarnos en océanos de ruido. En la versión inédita de ‘Niña ahogada en el pozo’ ponemos un trocito de la improvisación final que ocurría en realidad, con Eric tocando siete u ocho minutos. Esto tampoco significa que lo nuestro sea mejor que lo otro, simplemente hicimos algo distinto.

 

Morente decía que el cante se puede acompañar con cualquier cosa mientras esté encajado a compás.
Antonio: Enrique buscaba unos asesinos del flamenco. Y eso era Lagartija Nick.
Eric: Creo que le daba igual incluso que el cante no estuviera encajado. Toqué con él después de “Omega”. He hecho una seguiriya o una soleá sin entrar donde tenía que entrar. Cuando iba a rectificar, le decía a los demás que se equivocaran conmigo. Morente iba más allá.
Antonio: Ese es el flamenco creativo, con la emoción de la espera. Nosotros funcionábamos como un solo músico con Enrique. De hecho, cuando tocamos el repertorio con sus hijos, se nota que lo hemos practicado tanto y tan bien que la comunicación se activa con las miradas. Enrique lo decía muy claro: «Antoñico, yo entro por donde quiero y salgo por donde me da la gana». Yo lo he intentado borracho y no me siguen. Tiene que haber una motivación artística. Él dominaba el espectáculo. Sabía gestionar la emoción y después la liberación.

 

Ricardo Pachón, que grabó el segundo disco de Lole y Manuel con una banda de rockeros, sostiene que Morente no sabía cantar por bulerías ni soleá.
Antonio: Ricardo Pachón odia el “Omega”. Eso lo puede decir, qué se yo, Pericón de Cádiz, gente que haya trabajado con él. No tiene sentido entonces que los cantaores del Zambra de Madrid fueran Pericón de Cádiz, Bernardo ‘El de los Lobitos’ y Enrique Morente, un genio joven.
Eric: Eso se le atribuye a Enrique porque siempre estaba rompiendo. Él cambia las reglas. No es que no supiera cantar por bulerías, es que las canta como le sale de los cojones.
Antonio: Enrique rompía los muros desde dentro. Se identificaba mucho con la letra de Leonard Cohen sobre la vida de un autor en ‘Un cantaor debe morir’. O en ‘Manhattan’: “Me condenaron a veinte años de hastío por intentar cambiar el sistema desde dentro”. Él quería dinamitar las fronteras, absolutamente mentales y puristas, desde el propio flamenco. Y lo consigue, a pesar de que muchos no lo entiendan. Los detractores mantienen una resistencia, como quien se resiste a la muerte. Pero les duele, les toca, les afecta. ¿Es comprensible que Ricardo Pachón diga eso? No y sí.

 

 

 

 

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Antonio Arias: “Había mucho racismo, mucha incomprensión. Nos advertían que nos íbamos a quedar solos. Nos hicieron el ‘bullying’ más descarado del rock español”.

 

La encrucijada del batería

Eric, tú no tocas baterías flamencas ni en “Omega” ni con Los Planetas o Los Evangelistas, pero el oyente percibe lo contrario.
Eric: No, no hago compases flamencos. Si los hiciera, los demás también tendrían que llevar el compás. Eso dificultaría bastante la historia. Yo cojo detalles y los hago lineales. Cuando empecé con Enrique no tenía ni puta idea de compases flamencos. Estaba perdido.

 

Lo que te deja en una encrucijada en “Omega”: de pronto, eres el baterista de Morente.
Eric: Y además, en las primeras sesiones en el estudio estábamos él y yo a solas. Pero creo que mi desconocimiento fue bueno. De haber tenido un conocimiento exhaustivo de los compases, quizá se hubiera aflamencado nuestra parte. La dimensión de las baterías crece cuando pasan los años, cojo seguridad y empiezo a hacer cosas en lo alto de los ritmos. Ya puedo jugar sobre una base. Ese es mi estilo y es lo que me gusta. Con Los Planetas ya sí tenía conocimientos flamencos, pero nunca he querido atrancar la atmósfera del sonido del grupo. En Los Planetas he utilizado mucho los crescendos, casi a modo de toreo. Anuncio cuándo entra y cuándo sale la voz de J, como lo haría un guitarrista flamenco con un cantaor.
Antonio: Cuando Eric se marcha a Los Planetas en el 96 se va con el virus. Y el virus empieza a desarrollarse.
Eric: La batería de ‘Montañas de basura’ es totalmente flamenca.

 

Son baterías más próximas al zapateado.
Eric: A los percusionistas de jazz y de lo latino les encanta lucirse y demostrar que tocan muy bien. Yo, al no tener ni idea de flamenco, lo que pretendía imitar eran los tacones de un bailaor. Lo veo más basto. La filigrana no me interesa, y además no sé hacerla.

 

Morente también convoca a un séquito de tocaores estelares que se apuntan a la vanguardia. Cañizares mete una guitarra con esponja a modo de sordina que evoca a la niña que se ahoga en el pozo.
Eric: Eso es una pasada.
Antonio: Parece que el mundo del flamenco lo toma con reticencia, pero las figuras que están en el disco lo flipan. Cañizares le pidió a Enrique que le pusiera el material grabado con Lagartija. Él iba a hacer ‘Un cantaor debe morir’ y quiso grabar ‘Niña ahogada en el pozo’. Tomatito no puso ningún problema con nosotros, ningún ápice de fundamentalismo, siendo un tótem después de su trabajo con Camarón. Montoyita, Miguel Ángel Cortés, El Paquete… Todos integrados. Y Vicente Amigo, con su gran sentido del humor. Y sobre todo, el cariño y el amor de Isidro Sanlúcar. A todos les encandiló el proyecto. No se trataba de decirle a Enrique aquello de “qué disco tan bonito te está saliendo”, ellos se percataron de lo que estaba pasando. Eso nos dio alas para seguir hasta el final. Los que se rebotan son los que pierden influencia en Enrique. Era un mundo del que quería huir.
Eric: A Lagartija Nick también le planteó un problema. Llevábamos tres discos y de repente nos veían tocando con una panda de flamencos. Una parte de nuestro público lo veía con desprecio, pensando qué coño nos iban a enseñar unos gitanos a nosotros.
Antonio: Había mucho racismo, mucha incomprensión. Eso no se hace, eso no se dice, eso no se toca. Nos advertían que nos íbamos a quedar solos. Nos hicieron el bullying más descarado del rock español.

 

Morente acometió varias revoluciones antes del “Omega”, pero se habla poco de “Misa flamenca” (1991), tal vez la precuela directa.
Eric: Totalmente. Era una misa laica para el Papa Clemente, de El Palmar de Troya. Es de mis discos preferidos de Morente, con el que de verdad me enganché a él. Antes de grabar “Omega”, en la gira de Lagartija Nick íbamos siempre escuchando “Misa flamenca”.
Antonio: Es más, la parte del monstruo del “Omega” es una inspiración del zapateado bestial que hay en medio de ‘Agnus Dei’. “Misa flamenca” es determinante para “Omega”. Mi hermano Jesús era otro fanático de aquel álbum.
Eric: Y el anterior a “Omega”, “Alegro, soleá y fantasía de cante jondo”, que autoeditó en 1995. Es acojonante.
Antonio: Se quejaba de que no había vendido ni mil copias y es una maravilla. Ahora circula con otra portada. Sigue siendo un disco muy desconocido. Existe un nuevo mairenismo que ya no pilla a Enrique ni de refilón, porque nadie puede ser tan converso y tan ortodoxo como para que solo te guste Mairena.

 

Lagartija Nick cambia la formación en plena gira de “Omega”. ¿Por qué?
Antonio: Eric se va con Los Planetas. Lo difícil era aprenderse un disco tan largo hilando tan fino. Había que tejer como las arañas, sujetarlo todo con un hilo apenas transparente. Me tiré tres años en Madrid. Mi novia ya vivía con otro. Descuidé por completo todo para involucrarme con mi maestro, que era Enrique. Me coloqué la toga y me fui con Platón. Me dediqué a aprender y me puse como los burros. El cambio de formación no fue fácil. Imagínate: año 97 en Granada. Si ya nos había costado interiorizarlo a nosotros, cómo se lo explicas a un músico que llega de nuevas. Paco Luque [hoy en Hora Zulú y Fausto Taranto] sabía de flamenco; si no, se hubiese caído para atrás. Pero Paco también determina el estilo en los discos venideros. Los grupos son todo para todos. La trilogía de Lagartija Nick posterior a “Omega” se podría titular “En qué estaría yo pensando”. Entran músicos que saben tocar muy bien: Paco Luque y David Fernández. El proceso era más importante que mi vida misma. Y el proceso termina cuando desgraciadamente muere Enrique. Como el maestro ya no está, podemos hacer lo que queramos con los hijos de “Omega”, pero con conocimiento y sabiduría. Nuestra relación con Morente no fue tangencial. Era una persona muy accesible y eso propiciaba que la gente perdiera los modos con él. Algunos se lo tomaban como un colega y no era un colega: era un maestro. También era un amigo y un hermano, porque nunca incurría en el paternalismo. Enrique me dio herramientas para la música y para la vida. Me enseñó a estar fuera del negocio cuando te hacen bullying y a saber disfrutarlo cuando no te hacen bullying.

 

Y en lugar de aprovechar la fama después de “Omega”, Lagartija Nick se inmola con tres discos radicales.
Antonio: Alguien tenía que hacerlo. Íbamos muy embalados, con muy buenos resultados en todos los discos. Al tiempo que nos abandonamos en la creación, nuestro sonido se oscurece. El sonido de “Su” ya es oscuro. Con Enrique ejercitábamos compases y silencios. No estábamos acostumbrados a no hablar. Éramos los gallos del gallinero. Es normal que la gente se confunda porque nosotros también nos hemos confundido. Pero Neil Young tiene dos discos de techno y nadie se lo recuerda. Y a mí me gustan igual. Estamos vivos porque nos hemos suicidado muchas veces. Otros están muertos y no lo saben. Porque, sabiendo lo que sabemos todos ya, ¿se puede seguir imitando de esa manera? “Val del Omar” es una consecuencia. Tampoco borraría los álbumes sucesivos. Nos definen. Eric y yo éramos un matrimonio muy cerrado, yo era muy celoso. Yo toco para él y Eric toca para mí. A partir de “Omega” mantuvimos una relación más abierta.

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