Andrés Calamaro avanza, canción a canción, cómo será su nuevo disco

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Andrés Calamaro nos hace llegar un mail en el que explica cómo será “Volumen 11”, su nuevo disco (que se publicará el 2 de diciembre), además adjunta la portada del single que lo avanzará: ‘La noche’.

Así sera “Volumen 11”, por Andrés Calamaro:

—“Apocalipsis en Malasaña”. Forma parte de las dos canciones que grabamos para “El Bar”, el próximo estreno de Álex de la Iglesia. En el disco es una declaración de principios sonora en la importancia de la guitarra de Julián Kanevsky y la velocidad texturada de psico-billy valvular. La letra está inspirada en el guión de la película, en particular en el parlamento permanente de uno de los personajes que aparenta delirios místicos bíblicos. Está grabada en Madrid y presenta el disco con intenciones de apertura y apocalipsis.

—“Frío y barro (2ª parte)”. Es la segunda parte de una suite en dos movimientos, solo escuchamos la parte final. La primera es un escenario invernal y no carente de gracias y desgracias, pero el fragmento que presentamos -en el álbum- es mas reflexivo. Llama la atención el permanente uso de falsete en el track vocal. De una forma solapada y elegante es la tentación en sí misma, aquellos momentos en que somos capaces de descuidarnos para encontrar alivio en los vicios prohibitivos. Destaca la elegancia de un track que, sin los contornos musicales, podría parecer sórdido. Fue grabado en provincia de Buenos Aires.

—“Rock y juventud (álbum edit)”. Originalmente grabada para “Canción de amor de un día” (la gran construcción de 24 horas de música dirigida por Javier Corcobado), esta es una versión editada y reducida para el disco. Es un texto con distintas lecturas, supongo que cada uno va a a encontrar en su propia experiencia la interpretación literal de estas palabras castellano parlantes. Rock y Juventud fueron la guía de JC para grabar el fragmento original de diez minutos. No había que respetar tonalidades ni ritmos pero me fueron ofrecidas estas dos palabras para mi libre interpretación. Grabada en Buenos Aires. De poderosos atractivos musicales con notas de Mellotron, una engañosa sencillez y algún verso que recuerda al poeta de Bajo Belgrano.

—“Tan triste no es el blues”. Grabada en provincia de Buenos Aires, tiene algo de homenaje -o guiño- a la amistad de Norberto Napolitano, mejor conocido como Pappo. Aunque es un juego de teorías y sensaciones con el blues como excusa, tiene suficientes pistas (partiendo del título) para considerarse un primer saludo al guitarrista y al genero en general. Es parte de las grabaciones domésticas terminadas de elaborar en estudios grandes y responde al balance general del disco de letras inspiradas con doble y triple intención. Texturas artesanales para un blues que se canta a sí mismo desde otro lugar.

—“La noche”. Fue grabada con los músicos que se presentaron conmigo en el reciente Personal festival. Una canción luminosa para presentar a la noche como entidad iluminada por luz eléctrica. No es la única elegía nocturna del álbum pero es la que se presenta de modo las literal desde el título. Tiene sutiles guiños al tango y al imaginario nocturno. También tiene un posible potencial radial que quizás sea aprovechado por alguna estación por su guitarrero atractivo musical. Fue grabada en Saavedra.

—“Atunes y ballenas”. Otra letra de existencialismo chatarrero envuelto en atractivos acordes musicales. Un momento de meditación que parece la antesala de la soledad y la primera persona parada frente al tiempo, siempre dentro de un sugerente manto musical provisto por Diego García y AC… Imágenes portuarias y surrealistas como francamente reales. Y melodías que podrían amarrarse como barcos en el muelle de la memoria.

—“Como el viento voy a ver”. Atreverse con repertorio anclado en la historia siempre despierta cierta curiosidad inevitable, el inconfundible original de Pescado Rabioso en una versión que suena al calor de los amplificadores pese a ser una grabación con el sello doméstico de los estudios Berthaville: testigos de otras de estas grabaciones. Es una versión de humildad y respeto pensando en el más querido y añorado representante del rock en Argentina junto a Pappo, que también merodea en forma de recuerdo por el álbum.

—“Mareo”. Por más apuesta a la interpretación, esta es una versión de Babasónicos en clave de bolero cónclave. Los instrumentos ejecutados por Germán “Niño Jero” Wiedemer en una versión con destino en México, que finalmente encuentra sitio en «Volumen 11». Un texto universalista, una grabación realizada en el barrio en donde confluyen Floresta y Villa Devoto. Espléndidos versos de Adrián y música con destino de posible clásico hispano.

—“El huevo y la gallina”. Es la clave del disco, con el acompañamiento más simple posible recrea el blues literario en su forma mas pura, quizás con aromas del blues local de Adrián Otero. Una letra que abarca todo lo que el disco pretende abarcar, el vuelo del blues y el aterrizaje no forzado ni completamente deseado. Respeta la forma formal del blues de doce compases con gracia y deja frases para el recuerdo… El blues y el texto se encuentran en el ecuador del disco. «Volumen 11» en todo su esplendor.

—“Blues de Santa Fe”. En Argentina no necesita presentación la que es una de los estándar de Norberto Napolitano y se entiende por esta época: el tiempo fértil de los primeros tres discos de blues rock que definen la existencia del genero en este idioma. Esta versión no es completamente fiel a la original, descansa sobre otra clase de ritmo y guitarras, el contenido vocal tampoco recuerda al referente del blues rock argentino, pero hay una detalle que saluda a Pappo durante la canción y es el “bending” de guitarra, un solista que nunca termina de definirse en un solo pero libra una permanente retranca de notas de blues con intención. Una versión distinta de un blues permanente a mi generación.

—“Las almas agradecidas”. Anuncia el lado oscuro de «Volumen 11». Un «stand up «confesional, una letra con jugo y con pulpa. Una puesta a punto de conciencia que recuerda que el principal compromiso del rock es con el rock mismo. Las comadrejas me arrancaron la carne… no es una frase cualquiera. Es un guiño a una generación de rock en Argentina, la que cambiaba discos en el parque… El confesionario lisérgico del rock se pone en marcha en el imaginario lado B del disco.

—“Vampiro torero”. Texturas de guitarras distorsionadas hasta el fin. El vampiro actual y todo su poder metafórico, el de todos los vampiros. ¿Qué hay de cierto y qué de metafórico en los rastros de la historia y en la fantasía del cine y la literatura de vampiros adictos a la sangre y la eternidad?… La sangre, la necesidad, la vida hipotecada por amor a una inmortalidad en cada mordisco… Nuestro vampiro viaja en avión pero siempre de noche. Es una declaración de principios rockera y una letra que ofrece dos lecturas. O ninguna.

—“Pánico en Benidorm”. Debería ser un insólito éxito radial… por el extraño sentido del humor entre denuncia a las multinacionales y confesional de salmones. Una humorada seria con sabores musicales no extrapolados. Pide “huevo, atrevimiento y voluntad”, y saluda al turismo británico de borrachos saltando de los balcones. Es posible que persista como un rock recordado pero también puede olvidarse, porque los discos necesitan de la suerte.

—“Cazador de ateos”. Es el emblema de este disco y el track que mejor le representa tanto ideológicamente como en tanto al sonido se supone y refiere. Es “LA” declaración de principios de “Volumen 11”, el arte revolviéndose contra el puritanismo que le encierra y persigue como reviviendo la pesadilla de una nueva inquisición. Es una declaración sonora y distorsionada también, contiene frases que podrían dirigir la nueva rebeldía de los pensamientos libres o ser discutidas en los foros virtuales con rabia.

—“Hasta el cielo”. Es un saludo no del todo solemne a nuestro añorado amigo -y héroe- Norberto Napolitano. Porque lo alude con inconfundibles frases. Tampoco es la primera aparición del guitarrista en los versos del disco (que incluye una de sus obras originales), pero probablemente la más definitiva y directa como homenaje. Probablemente sea el tipo de homenajes que se escucha con una sonrisa y algo de nostalgias. Podría instalarse en nuestra memoria en forma de coro que pretende escucharse hasta el cielo mismo.

—“Blues y orquesta”. Es una apuesta arriesgada porque aquí el blues esta acompañado por sonidos orquestales únicamente. La letra nos habla de presos sin libertad, de una noche de fin de año y de un circo… La probable metáfora parece revolotear este blues distinto, una atmósfera de incomprensión y soledad podría explicarlo. Recuerda ligeramente a un canadiense errante y fue grabada en provincia de Buenos Aires.

—“Que te vaya bonito”. Es un clásico entre clásicos, en este caso, de la buena ranchera mejicana. Una obra de José Alfredo Jiménez. Una letra pulcra y poderosa, un traje a la medida de cualquiera que la quiera cantar con cierto compromiso.

—“Trujillo Libre”. Llama la atención el concursos de los músicos presentes en esta grabación en vivo y directo, improvisando en un escenario del Perú. Un instrumental de categoría que recuerda momentos cumbre del jazz interpretado por instrumentistas eléctricos con la excepción de la gaita hembra colombiana, un instrumento sugerente que le da colores étnicos y free jazz a asunto. Virtuosismo, unidad y libertad acompañan este Libre en Trujillo.

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