Adrián Costa, de la música de raíz a la pista de baile

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“Yo soy una persona abierta, es verdad que soy de tocar estilos de raíz, pero eso no significa que no me guste mezclarlos. Creo que si muchos artistas clásicos de los años 20 o de los 40 hubiesen tenido los mismos medios que tuvo Jimi Hendrix, los hubiesen usado”

 

Tras una fructífera estancia en Berlín, el excantante de Los Reyes del K.O. regresa con nuevo proyecto, The Criers, un grupo con el que recupera el espíritu del blues sin abandonar el pop, el rock y el rhythm and blues. Este viernes presenta en la sala madrileña El Sol, su primer trabajo con esta formación, titulado “Sexercise”. Antes, Sara Morales charla con él.

 

 

Texto y fotos: SARA MORALES.

 

Aquel cantante y guitarrista gallego que dio vida durante años a una de las bandas seminales del blues patrio junto a Marcos Coll, Los Reyes del K.O., regresa hoy a España tras un duradero periplo por el mundo para presentarnos su nuevo proyecto. Se trata de The Criers, el grupo que ahora lidera y con el que rescata la esencia de blues band pero adaptada a las nuevas corrientes sónicas en un pop poliédrico y refrescante con raíces en la música negra. Una propuesta gestada en California, donde grabó junto al productor Kid Andersen las canciones que conforman este primer disco que ahora presentan, «Sexercise», y para el que han puesto en marcha una campaña de crowdfunding.

La obra de Adrián Costa & The Criers se configura como el punto de encuentro entre el costumbrismo y el progreso, los sonidos añejos del rhythm and blues y el dixieland de Nueva Orleans con el funk, la música de baile y el rock, en un refugio único que suena a modern vintage, como a él mismo le gusta definirlo. Unas letras y unas melodías en las que la libertad y la diversión son las notas capitales en el pentagrama y su forma de invitarnos a encarar el presente. Instinto e improvisación que se asientan en un bagaje vital y musical y se dan cita en esta nueva etapa. Adrián nos adentra en ella desde una cafetería de Pintor Rosales en Madrid, el barrio –me cuenta– de Tonky de la Peña, al que también recordamos en nuestra charla.

 

¿Cómo se pasa de ser un Rey del K.O. a ser un Crier?
Como cualquier artista según van pasando los años, uno se va reinventando constantemente. En la música, como en el resto de las artes, hay que ir renovándose, tomando nuevas influencias y nuevos caminos, porque estancarse no es algo beneficioso, al menos desde mi punto de vista.

 

De hecho, así ha sido tu caso. Has pasado de ser uno de los embajadores del blues en España a un acólito y rescatador del rhythm and blues popero, aunque no dejan de pertenecer a la misma familia…
Es verdad que de The Criers tiene ese punto un poco más negro que las bandas comúnmente de pop, pero la escena que nos interesa es la escena popera, que busque otras vertientes y matices como el rhythm and blues o el soul. Es una música muy vocal, con varios cantantes a la vez y buscamos el baile y las fiestas bailongas dentro del pop.

 

¿En qué punto se encuentran el blues, el funk y el soul, las tres llaves maestras en obra de Adrián Costa y presentes en The Criers?
The Criers tiene funk porque es una banda de música de baile. A mí me cuesta mucho separar la música del baile, mi manera de entender todo esto nace a partir de ver el baile como la expresión total de la música, y especialmente en la que yo hago. Esos tres géneros se encuentran a cada momento, porque el soul, el funky y el blues parten de la misma cultura, que es la afroamericana. Los que nos dedicamos o nos hemos dedicado al blues, sabemos que el funky está siempre muy presente, y los que somos cantantes tendemos a irnos hacia el soul porque, a mí manera de verlo, es el sonido de músicos de blues tocando música pop.

 

Una vez dijiste que el blues es el género perfecto para contar historias.
Sí, sigo pensando igual, aunque hay muchos otros géneros que tienen esta cualidad. El tema del contador de historias, que es algo que me fascina y es parte de mi trabajo, lo sigo llevando a cabo aquí y ahora con The Criers y este disco. Y lo seguiré llevando a cabo siempre, porque para mí es muy importante, contar una historia y ponerle un ritmo es lo que hace que una canción sea completa.

 

Tu trayectoria es extensa y te ha dado tiempo a coleccionar experiencias de todo tipo, como aquella colaboración con Buddy Miles (Jimi Hendrix Band of Gypsys) cuando dabas vida a tu banda Tonky Blues Band. ¿Qué te aportó aquello que hayas rescatado para este presente?
Fue increíble, una experiencia súper enriquecedora; una de las más fuertes que he tenido en mi profesión, y le agradezco muchísimo a Tonky de la Peña haberme concedido esta oportunidad. Aunque ahora en The Criers hay un poquito de Buddy Miles, en realidad de tenemos nuestra propia forma de ver las cosas. Esto es presente.

 

Otro encuentro con otro hito inolvidable fue trabajar con Mick Taylor de los Rolling Stones.
De Mick Taylor aprendí muchísimas cosas, tuve más tiempo que con Buddy. Sobre todo me enseñó qué es tener actitud a la hora de tocar la guitarra, es una personalidad que me ha marcado y que siempre llevo dentro.

 

Los Reyes del K.O. girasteis por toda Europa, protagonizando algunos de los festivales más sonados del género. ¿Qué expectativas tienes para esta nueva aventura?
The Criers es un concepto totalmente internacional, tenemos un mensaje que esperamos difundir cuanto más lejos mejor y lo máximo posible. Ahora estamos arrancando y todavía es pronto para hablar de objetivos concretos, pero tenemos muchísimas ganas de llegar a todos los circuitos de Europa y Estados Unidos.

 

¿Fue durante alguna de estas giras cuando decidiste quedarte a vivir en Berlín? Es curioso, porque la capital alemana se erige sobre todo por ser pionera en la vanguardia electrónica y los sonidos industriales. ¿Qué te enganchó a ti de esta ciudad?
Yo ya había decidido marcharme de Madrid, es una ciudad que acoge muy bien a la gente de fuera y te sientes en casa, pero después de seis años creí que era el momento para empezar a mezclarme con otro tipo de músicos y conocer otras realidades. Me sentía un poco estancado y necesitaba otros aires. Me fui a Alemania y en Berlín me encontré muy a gusto, es una ciudad muy accesible, muy barata, muy marchosa, muy cultural… Muy diferente a lo que se entiende por el estilo alemán, aunque no deja de ser Alemania, está claro. Me fascinó y me quedé allí. Eso que dices del espíritu industrial, que es cierto, es un concepto muy bluesero también, y todo aquello ayudó en cierta manera al estilo que yo toco y que empuja a que la gente vaya al club a desfogarse. Allí viven muchísimos músicos americanos y tuve la oportunidad de montar la banda junto a Marcos Coll, y todo ese ambiente se notó en las siguientes producciones que hicimos.

 

¿Es de allí donde empezaste este coqueteo con los sintes?
Realmente no. Yo soy una persona abierta, es verdad que soy de tocar estilos de raíz, pero eso no significa que no me guste mezclarlos. Creo que si muchos artistas clásicos de los años 20 o de los 40 hubiesen tenido los mismos medios que tuvo Jimi Hendrix, los hubiesen usado. Hay muchas veces que los puristas buscan una cosa o un sonido, que se dio en aquel momento por una coyuntura, pero si lo sacas de ese contexto posiblemente quede un resultado diferente. Aunque no soy de ese estilo, entiendo el purismo, porque las buenas cosas hay que conservarlas, pero me gusta trabajar con personas puristas y de otra edad, porque es algo que me enriquece muchísimo, siempre es fantástico volver a las raíces y siempre aprendes. En mi banda siempre me verás intentando mezclar varias cositas.

 

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“Tengo muy presente a Roy Orbison, al que una vez le preguntaron cómo lo hacía para componer esas grandes canciones, y él contestó: ‘Bueno, porque yo no estoy pensando en una estructura concreta para el tema, pienso en ir a donde yo quiera ir’”

 

Es que en la unión de esos contrastes se inspira tu propia vida incluso. Pasaste del hormigón de Berlín a la bahía de San Francisco..
Los cambios me gustan, me parecen atractivos, me llaman. No busco ser radical, es algo que me viene dado, he ido teniendo estas oportunidades y las he ido aprovechando. San Francisco me vino en un momento súper creativo y genial, llegué allí y aunque cuesta empezar de cero, al final en cuatro meses conseguí meterme en el circuito y tener un volumen de trabajo profesional, amigos que fueron una familia…

 

Y allí es donde cobró vida tu otra banda, Adrián Costa Blues Persuasion.
Esta fue una blues band muy atractiva, muy marchosa, bailaba todo el mundo… Tan pronto empezamos, conseguimos estar con los músicos más míticos de la bahía de San Francisco. Cuando llegué a los clubes, el público a lo mejor no conocía a Adrián Costa, pero sí a la banda, o al bajista, o al batería, y aunque no fue fácil conseguí poco a poco entrar en el circuito y que la gente viniera cada vez más a los conciertos.

 

¿Es una escena muy cerrada?
No, lo que ocurre es que allí los músicos normalmente tienen siete conciertos a la semana, los directos son muy largos, de unas cuatro horas, cuando haces doblete son ocho horas. Todo esto hace que crezcas como músico, hace que el nivel de toda la escena sea muy alto y, además, están acostumbrados a mezclarse unos músicos con otros, unas generaciones con otras, aunque tengas tu banda también te unes como músico a los conciertos de otras bandas… Es muy enriquecedor.

 

¿En qué momento entran en juego The Criers?
Empecé a tener muchas canciones que quizás por ser más eclécticas, no tan puristas, no encajaban en este circuito al no contener un mensaje puramente blues (sin ánimo de encasillar el blues). Está claro que «Sexercise» no entra en el repertorio de una blues band al uso y fue eso, junto con las influencias británicas que tengo, más las de mi adolescencia con el rock duro y más «frikadas» que se me van pasando por la cabeza, lo que me impulsó a crear un nuevo proyecto. Las metí en un disco y Kid Andersen me ayudó a producirlo y grabarlo allí en San José (California) en su propio estudio.

 

Y aquí es donde decides pasarte al pop-rock.
Sí, a Kid Andersen le parecía una gran idea que hiciera un disco de pop y rock, pero que lo hiciera con una blues band para que sonase con ese poso de la música de raíz. Una vez que regreso a España con todas estas canciones, monto una banda de la calidad de la que dejé en California, y así ha sido. Lo hemos conseguido, estoy muy contento con la banda, todos tenemos muchísima experiencia, nos conocemos de toda la vida y estos músicos en Madrid van a dar muchísima caña, tienen mucha personalidad y no tienen nada que envidiar a la banda de California.

 

¿Cómo esperas la acogida de esta propuesta, no muy común en la escena española?
Siempre tuve claro que este proyecto quería defenderlo aquí en España, creo que puede funcionar, que puede traer alegría a la escena y que vamos a realizar un servicio que puede que, como dices, no sea muy común y sorprenda. Proyectos como The Criers pueden ayudar a cambiar esa mentalidad tan nuestra de los prejuicios musicales.

 

¿Nos queda mucho por aprender todavía, no?
Es que en otros países he visto algo me encantó, y es que en cuanto tocas la primera canción todo el mundo se pone a bailar. Eso es fascinante, porque notas que la gente va a un concierto a pasárselo bien. Si la banda mola es lo de menos… lo importante es que el público va a disfrutar. Aquí en cambio, al público cuesta mucho calentarlo y, aunque al final consigues que funcione, comienza a funcionar ya tardío, cuando ya llevas media horita; y encima aquí como los conciertos son tan cortos… Me gustaría que los conciertos fueran más largos y que la gente no fuera tanto a ver al artista, sino a pasárselo bien, a bailar y que sean parte del espectáculo, que es lo que buscamos con The Criers.

 

Y esto es lo que tenéis previsto conseguir con «Sexercise», una declaración de intenciones erótico-festiva a través de nueve canciones…
¡Desde luego! «Sexercise» es la industria mamporrera. Es un punto de encuentro, una actitud, una forma de establecer los conciertos como un meeting point, llegar allí, conocer gente, disfrutar, cantar, bailar… Como banda nos gustaría estar en un segundo plano, que no seamos lo más importante de toda la ceremonia, que el público sea una parte más del espectáculo, que la gente y la música esté por encima de nosotros mismos. Los músicos que tocan en Estados Unidos pueden estar de espaldas a ti, la gente no va a ver al cantante o a ver si mola la guitarra que llevas, va a disfrutar bailando y sintiendo la música. Yo quiero exactamente eso.

 

En «Sexercise» confluye desde el tenebrismo del órgano en ‘Broken watches’ al ruido bailable de ‘I’m yours’ o la balada en ‘You got love’. ¿Qué ha primado en ti a la hora de configurar este lenguaje sonoro?
En mi campo como songwriter, aunque sigo teniendo mis influencias blues, me gusta que las canciones cuenten historias, que tengan un mensaje. No tiene por qué ser un mensaje profundo y filosófico, por ejemplo ‘I’m yours’ habla de un tipo que está obsesionado con un amor que ya ha acabado pero que se niega a reconocerlo, intento que esa ansiedad y esa frustración se defina también en la música, por eso es más ruidosa que otras, más ansiosa, más inquietante. A la hora de componer, tengo muy presente a uno de mis artistas preferidos, Roy Orbison, al que una vez le preguntaron cómo lo hacía para componer esas grandes canciones, y él contestó: «Bueno, porque yo no estoy pensando en una estructura concreta para el tema, pienso en ir a donde yo quiera ir». A mí me gusta practicar lo mismo, no me gusta tener unos patrones establecidos, pero sí es verdad que me gustan las canciones con bloques. Siempre me encantó la canción de tres minutos.

 

Háblame de esa incursión en el góspel con ‘Here comes my baby’.
Esto es peliagudo para mí, yo no soy una persona religiosa, pero cuando voy a la misa góspel me da igual cómo le llamen a ese Dios; yo solo sé que hay sentimiento de comunidad, de unión, y de aquello de lo que hablan yo creo también y me pone los pelos de punta e incluso me hace llorar. El tema religioso tal y como se entiende aquí en España no lo defiendo, pero al góspel sí le tengo mucho respeto, porque va más allá de las modas y de la música.

 

Para rematar el disco, la estimulante ‘Do the kid’, una forma interesante de ponerle punto y final a esta ópera prima.
Una de mis pocas virtudes es saber rodearme de músicos mejores que yo, es lo que llevo intentando toda la vida. Siempre queriendo aprender. El día que no sienta esa necesidad no sé qué haré, espero no perderla nunca. Esto viene porque ‘Do the kid’ es una canción totalmente improvisada; Kid Andersen empezó a tocar el bajo y yo le dije que siguiera haciéndolo, nos pusimos a grabar, y cuando terminamos la canción nos dimos cuenta de que tal y como había salido estaba perfecta. Estas son las cosas que pasan cuando te rodeas de grandísimos músicos.

 

Hablando de músicos de los que te rodeas, ¿qué sabes de Marcos Coll, tu compañero en Los Reyes del K.O.?
Está encantado en Berlín, trabajando muchísimo, lleva una de las jam más importantes de la ciudad y posiblemente del país. Está en White Trash, un club de Berlín genial, recomiendo ir porque es increíble, especialmente los lunes que es cuando lo lleva Marcos.

 

¿Qué le dirías hoy a aquel Adrián Costa de trece años que decidió montar su primera banda llamada The Red Blues Band?
Los errores son parte de la vida, no se les puede tener miedo. No le diría nada de los errores que he cometido, porque son parte de mi vida y, quizás, si no los hubiese cometido no estaría hoy aquí. Estoy contento, estoy encantado con volver a España, con estar aquí con mi familia y soy muy feliz. Le diría: «Tú sigue así y pásatelo bien».

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