Adiós, Lemmy



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“Las canciones de Lemmy siempre serán el cuchillo que te despellejará hasta dejarte en los huesos para saber qué tipo de animal eres. Un ritual”

 

Horas después de conocerse la muerte del líder de Motörhead, Juanjo Ordás escribe un obituario a modo de homenaje.

 

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

 

Lemmy era una autoridad en el mundo del rock and roll. Y lo era hasta tal punto que antes de haberle podido escuchar una canción, ya sabías cómo era, qué cara tenía y cuál era su carácter. Porque era omnipresente. Seguramente antes de haberte puesto un álbum de Motörhead ya le habías visto en múltiples revistas y habías leído un par de declaraciones suyas. Sabías que cuando finalmente escucharas canciones como ‘Ace of spades’ y ‘Overkill’ te ibas a encontrar con algo real, puro y nocivo para los oídos. ¿Qué adulto o chaval no necesita eso de cuando en cuando?

Lemmy era un músico cuya música era una extensión de su personalidad. A él le gustaba lo que le gustaba y hacía lo que hacía. Era consecuente. Era sólido. Era digno.

Ahora toca pensar en qué nos ha dejado, de qué nos ha servido su obra y de qué nos servirá. Los discos de Motörhead siempre serán una oda a la liberación animal, a la brutalidad primaria pero colocadas en el presente, en las calles, en el asfalto. Las canciones de Lemmy siempre serán el cuchillo que te despellejará hasta dejarte en los huesos para saber qué tipo de animal eres. Un ritual.

Al margen de exactitudes históricas, Motörhead fue su cantera de canciones con un ritmo productivo altísimo cuyos últimos veinte años fueron dorados, volviendo a ser un trío como en su origen, pues era en el músculo a tres donde residía el encanto de Motörhead. Queda mucho que rascar en sus últimos diez discos, si es que ya se han gastado los clásicos. Podemos seguir perpetuado el ritual, aunque el shaman, chulo y guerrero ya no esté.

Siempre se le echará de menos. Descanse en paz.

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