“Abambamboolooba”, de Javier Polo y Saioa Burutaran

Autor:

LIBROS

“De factura siempre bella, cada página es un descubrimiento de mayúscula factura”

 

abambabmboolooba-18-03-16

 

Javier Polo y Saioa Burutaran
“Abambamboolooba. Curiosidades ilustradas de la historia del rock”
EXPEDICIONES POLARES

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

La editorial donostiarra Expediciones Polares está apostando fuerte en sus primeros meses por lo imaginativo de sus ediciones físicas y por la variedad sus géneros: líneas de narrativa, biografías y esta obra de cuidada edición entre los libros de curiosidades divulgativas y los de regalo. Javier Polo en los textos y Saioia Burutaran en las ilustraciones –a mano, gouache y lápiz– completan un recoleto volumen en el que espigan entre más de medio centenar de situaciones curiosas dentro de las abundantes leyendas, disparates, gracias y desgracias de este mundo del rock, tan propenso a todo ello por naturaleza. Eso sí, se centran exclusivamente en situaciones de los sesenta y de los setenta, convencidos de que las muestras de la desmesura de divos y genios da mucho más juego en ese periodo, es su hábitat natural. Ya destaca este hecho el periodista Eduardo Ranedo en el prólogo, que apunta que en las épocas en que se centra apenas había información y la historia del pop no iba más allá del tipo de anécdotas que se recogen en el volumen, esos últimos setenta en los que cualquier comentario leído en una revista valía como muestra de erudición elitista.

Esas pequeñas estampas no van más allá de The T.A.M.I Show, chispas entre famosos como Morrison y Joplin, Hendrix y Clapton o Lewis y Presley, tipos peligrosos como los Allman Brothers, animales como los búfalos de ZZ Top o las gallinas de Alice Cooper, discos censurados de los MC5 y The Kinks o la ocasión en la que Grace Slick estuvo a punto de dar ácido a Richard Nixon. Si acaso, tiene el mérito de recuperar a voces olvidadas como la de Chris Farlowe –que rechazó estrenar el ‘Yesterday’ cuando se la ofreció McCartney, “muy blandita” dijo–, egregios locos como Roky Erickson –olvídense de Daniel Johnston– o Skip Spence.

Los dibujos son otra cosa. Con páginas de gran tamaño, son imperfectos en su diseño formal, pero a la vez muy imaginativos, con fondos que establecen la ambientación perfecta y llenos de colorido. La recreación sabe captar perfectamente todo lo que de infantil tiene ese mundo, con primeros planos de miradas tristes, iconos como latas de alimentos o la Union Jack, campos más que edificios y una serenidad luminosa y extraña. De factura siempre bella, cada página es un descubrimiento de mayúscula factura.

 

 

Anterior crítica de libro: “Fuego eterno”, de Nick Tosches.

 

 

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