Málaga tributa

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El músico Javier Ojeda (Danza Invisible) nos cuenta cómo fueron los tributos a dos leyendas del rock español surgidas en Málaga: Rockberto (de Tabletom) y Los Íberos. Con este reportaje, Javier se estrena como colaborador EFE EME: de vez en cuando, podremos leer textos suyos.

 

 

Texto: JAVIER OJEDA.
Fotos del homenaje a Los Íberos: DANIEL PÉREZ/TEATRO CERVANTES.

 

 

No he querido dejar la oportunidad que me brindan desde las páginas de EFE EME de comentar un par de acontecimientos recientes que han ocurrido en mi ciudad, dos preciosos homenajes a los padres y abuelos de nuestro rock que, por alguna extraña pirueta del destino, han venido a coincidir en el espacio de una semana. Se trata de los respectivos homenajes a Rockberto, el malogrado vocalista de Tabletom (2 de octubre, en la Sala París 16) y Los Íberos (el 9, en el Teatro Cervantes). Da además la casualidad de que he estado profundamente involucrado en ambos, por lo cual aquí me tienen glosando esos días históricos para el rockerío local.

El homenaje a Rockberto, también anunciado como despedida de Tabletom, fue sin duda el más mayoritario por obvios motivos. Alguno comentaba por ahí que “si el Rockberto no hubiese fallecido habrían tocado para 300 personas, y han venido 3.000.” Hombre, está claro que la muerte vende, pero no hay que olvidar también en este caso la profunda implicación que Roberto González y Tabletom han tenido siempre con la ciudad. No voy a describir ahora al personaje, puesto que mi amigo Héctor Márquez ya se encargó de ello con su habitual maestría en estas mismas páginas, pero resumiré que nuestro barbudo siempre fue una auténtica leyenda, el tipo de persona al que saludan hippies, yonquis, policías y economistas por igual, parte singular del mobiliario urbano de Málaga.

Entre los vocalistas invitados había de todo: Kiko Veneno, la Mari de Chambao, Sicario de Hablando en Plata, Tony de Eskorzo o la misma Luz Casal, junto a una variada muestra del underground «malaguita». Los hermanos Ramírez, ángulos restantes del triángulo base de Tabletom, también contactaron conmigo para participar, a lo que de ninguna manera podía negarme. ¡Sí fue la primera banda que vi en directo en mi vida, con unos 15 añitos! Les solicité cantar ‘Algo así como un tango’, perla gongorina de su repertorio, mas mi gozo en un pozo: de la manera más amable posible me dijeron que el tema estaba ya pillado, y como es normal tuvieron prioridad las artistas de mayor tirón (la Mari y Luz Casal, vamos). No importa, ya me había desquitado unos meses antes interpretándola en un modesto homenaje que unos amigos le tributaron. ¿Sabéis qué? Es increíble lo que me afectó la pérdida de Roberto. Es como si me hubiesen arrancado de cuajo una parte de mis raíces, como el final de una era, una Málaga que ya no volverá a existir. Afortunadamente esa interpretación mía, compungido y bastante borracho, anda por ahí, por el YouTube. Búsquenla, que creo que es de lo mejorcito que ha salido de mi garganta.

Sí, fue toda una fiesta con la sala a rebosar. La humareda de los camerinos era para verla, el comentario general que corría entre los obnubilados vocalistas era el de “Roberto lo hubiese querido así” o “hubiese estado orgulloso de nosotros”. Definitivamente, de haber habido un control antidóping antes de salir a escena la cosa hubiese estado, ejem, algo desierta, aunque los Ramírez manifestasen con su guasa habitual que “Roberto nos hizo únicos, pero estos vocalistas nos hubiesen hecho millonarios”. Varios momentos en mi retina, como la elegancia de Luz al atacar ‘No tengo ná’ –su conexión con el mundo «tabletero» viene por su marido, el malagueño Paco Pérez-Bryan–, Kiko olvidándose de la letra de ‘Ininteligible’ como hacía el propio Rober, mis saltos en ‘Cazuela de rock’ (“me dijo no jume y no bebas / me dijo no hagas el amor / que de tanto canuto y tanta niñata / te va a matar el bugui-bugui”) y sobre todo la sonrisa de la banda al completo. Hasta siempre, amigos, va por ti, maestro.

«Lo bonito es que este tributo a Los Íberos viene cuando tenemos la fortuna de tener a todos los componentes entre nosotros, homenaje en vida que se vio engrandecido con la presencia en el escenario de la formación clásica del grupo»

Lo de “Hijos de Torremolinos / Un tributo a Los Íberos” ha sido para mí aún más especial, al ser la primera vez que hacía de impulsor de la idea, coordinador, presentador y vocalista. Como es normal la asistencia de público fue mucho menor, pero dada la repercusión posterior en los mentideros musiqueros ha sido uno de los eventos del año, lo digo con todo el orgullo, «a vé qué va passá». Lo bonito es que este tributo a los abuelos del rock malagueño viene cuando tenemos la fortuna de tener a todos los componentes entre nosotros, homenaje en vida que se vio engrandecido con la presencia en el escenario de la formación clásica del grupo.

Como ya he manifestado en varias ocasiones, el descubrimiento de que Los Íberos se habían formado en Torremolinos y el shock que me provocó escuchar su único LP fue uno de los motivos principales que me llevaron a escribir ese necesario tocho que atiende por “Una historia del pop malagueño (1960-2009)”. Enrique Lozano, compositor y líder, fue además con casi toda seguridad el poseedor de la primera guitarra eléctrica de la provincia, por lo que hablamos del minuto cero del rock malagueño. En la banda estaba el vocalista-guitarra Adolfo Rodríguez (posteriormente en los míticos Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán) y… bueno, cómprense mi libro y contribuyan a hacerme rico, ¡qué diablos! Solo les aportaré que en mi (in) modesta opinión ese LP es uno de los tres mejores discos de pop español de los 60, si no el mejor. ¿Exagero? Escúchenlo y verán cómo no miento. A lo mejor algún disco de Los Brincos le puede ganar en cuanto a factores adyacentes; es decir, por “españolidad”, trascendencia posterior, sencillamente también por el hecho innegable de que en sus discos sí componían y tocaban ellos, cosa que no ocurría con el de Los Íberos, a los que le pilló ésta época en la que la Musicians’ Union impedía a los músicos de fuera de las islas tocar en Gran Bretaña, exactamente igual que le pasó a Los Bravos. Pero ¡ah!, canción a canción no sé qué decirte, majo. Además las cuatro canciones originales de Enrique Lozano no tienen nada que envidiarle a la mejor cosecha de los de Fernando Arbex, en particular ‘Las tres de la noche’ y ‘Amar en silencio’.

Dicha esta perorata  para demostrar lo listo que soy y cuánto sé de música, les diré que la pasada tarde del 9 de octubre ha sido uno de los momentos más felices de mi vida, así sin más. En parte me siento orgulloso de haber devuelto a Los Íberos a su tierra, puesto que por algún extraño motivo su extracción malagueña era casi totalmente desconocida, ¿por haber emigrado a Madrid hacia el 67? Me apunto también en mis méritos el haber escogido unos músicos de cine para reproducir íntegramente su LP homónimo, junto a unos vocalistas entregados que vinieron todos por la «jeró», como se dice por aquí. Entre los invitados de fuera el extraordinario José María Guzmán, otro de estos orfebres de la música popular española al que nunca podremos dejar de admirar los que nos dedicamos al (más o menos) «bel canto», los granadinos de Los Ángeles, compañeros de las noches locas del Torremolinos 60’s, junto a ese fantástico tipo que es Álex Díez, de Cooper, puro entusiasmo sobre las tablas; qué pena que al final se cayese Micky, el hombre de goma. Pero nada enturbió una velada que estaba predestinada a ser histórica, ya verán cuando colguemos los vídeos.

Adolfo no daba crédito mientras se sucedían las canciones. “Javier, tío, nosotros nunca sonamos así en la época, no llevábamos ni metales ni teclas.” Y yo le decía: “habrás notado que entre los vocalistas de aquí hay más de uno buenísimo”, a lo que me asentía totalmente emocionado, “en Madrid no encuentro un elenco igual”. Y lo del final, con la reunión del cuarteto clásico de Los Íberos para tocar acompañados del hijo de Enrique a la guitarra, ya entra dentro de la mitología local: Cristo de Haro (bajo) no podía evitar soltar una lagrimita, Diego Cascado (batería) sonreía y Enrique padre, al que previamente habían hecho entrega de una Gibson Melody Maker igualita a la que le regalaron en 1959 y antes mencionaba, sacaba fuerzas de no sé donde (su estado tras el terrible accidente que fulminó la carrera del grupo es deteriorado) para entonar los coros de ‘Corto y ancho’, ‘Las tres de la noche’ y ‘Summertime girl’. En esta última Adolfo nos fue llamando y todos los vocalistas íbamos sumándonos al escenario para, por arte de magia y del descontrol de Los Ángeles –que dijeron que la iban a cantar para después pasar– encontrarnos todos juntos para entonar ‘Happy together’, una de las mejores canciones de la historia que ellos estrenaron en nuestro país vía “Escala en Hi-Fi”. Sin saber cómo nos encontramos mi amigo Conde, de Santos de Goma, y yo levantando alborozados las manos cuando llegaba aquello de “I can’t see me loving nobody but you for all my life”… y el mes que viene confío en poder contarles algo acerca de esta canción, juro que más corto que lo de hoy. Hay días en que uno siente que ser músico es lo mejor que te puede ocurrir en la vida.

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