Diez claves del Primavera Sound

Autor:

[En la foto: Sufjan Stevens.]


Xavier Valiño asistió a la parte principal (la del pasado fin de semana), del Primavera Sound, ya más que definitivamente masivo. Así es como lo vivió.


Texto y fotos: XAVIER VALIÑO.


Primavera Sound
Parc del Fórum. Barcelona
26, 27 y 28 de mayo de 2011


1. Morir de éxito
120.000 personas (40.000 cada día) es mucha gente. Una buena parte, británicos, como le ha pasado al FIB, así que en esa misma senda está pisando ya el Primavera Sound. Manejar tal maraña humana no es fácil, y las colas para todo son la consecuencia más grave. La solución adoptada parecía, en principio, la mejor: un escenario nuevo (Levante) enorme, alejado del resto. Sin embargo, llegar allí suponía una considerable distancia entre ir y venir y, además, tanta marea humana hacía que el concierto pasase a ser casi lo de menos dada la distancia respecto al escenario. Eso fue especialmente grave con The National: un grupo que puede reunir como mucho a 2.000 espectadores en una sala de Madrid o Barcelona tenía delante a una cantidad de público diez veces mayor, como si fueran los Stones o algo así. Si le sumamos que faltaba volumen a su actuación, algo repetido en varios conciertos, la frustración de quienes realmente tenían interés en verlos fue considerable.

2. Escenarios
Por suerte, mientras el escenario ATP sigue estando saturado muchas veces (al igual que el nuevo escenario Pitchfork), el escenario Rayban siempre se revela como el más propicio para ver un concierto de los situados al aire libre. Del mismo modo, la programación del miércoles en el Poble Español desbordó a la organización, que tuvo que cerrar el acceso a las 20:30 dejando a más de 2.000 personas con su abono pagado sin poder acceder al recinto. El año que viene, quien repita, tendrá que hacerse una programación paralela por escenarios pequeños, como el Vice, muy bien ubicado y con una capacidad idónea, o el Adidas, siempre con muy pocos espectadores. Y otro acierto, a descubrir, son las actuaciones gratuitas en parques como el del Fórum, a unos veinte minutos del recinto y con menos de 200 personas presenciándolos. Eso sí, son por la mañana, así que hay que hacer un esfuerzo extra.

3. Auditorio.
El mayor lujo del Primavera Sound sigue siendo el Auditorio, ese recinto cerrado en el que ver conciertos únicos con toda comodidad. Cómo gestionarlo cuando su capacidad es limitada es algo ciertamente complicado. Un ejemplo: el concierto de James Blake debería haber sido ahí, pero sin duda tendría que haber hecho varios pases. Un año más, se debe luchar por su continuidad, aunque mejorando algunos aspectos como disponer de una simple consigna para que aquello a lo que no se permite la entrada no quede en unas improvisadas mesas a la puerta. Sencillo y mucho más digno.

4. La vinculación…
Y la madre que la parió. Ese era el sentir unánime el jueves de unas 20.000 personas que no pudieron beber una cerveza hasta las nueve de la noche, cuando se abrieron las barras y se pudo pagar finalmente con dinero. Lo que iba a ser uno de los grandes avances de referencia para todos los festivales del mundo (la tarjeta recargada previamente para pagar las consumiciones y para la reserva de conciertos en el Auditorio) acabó minando la credibilidad de diez años ganada por el Festival por un simple tema informático: parece ser que los generadores eléctricos impedían que el sistema funcionase correctamente. Menos mal que eso no afecta a los artistas, que son los que ahora se ofrecen incondicionalmente para venir al festival, pero también hay que cuidar al público, tanto o más. Y también, hacer un esfuerzo para cobrar menos de cuatro euros la cerveza, razón de más si el patrocinador principal es una empresa del ramo.

5. Primavera Pro.
Iniciado de forma apresurada el año pasado, la oferta para profesionales parece haberse encaminado este año, con sus conferencias, encuentros, presentaciones, posibilidades de negocio y actuaciones restringidas, como las de Javiera Mena u Onda Vaga. Si algo le faltaba al festival, era precisamente eso, para convertirse en una referencia indiscutible para público, artistas y, ahora también, la industria. Seguramente ese es el aspecto con más potencial de crecimiento en los próximos años.

6. La música.
Un año más, junto a los grandes nombres que sirven de reclamo, el festival ha cuidado hasta el más mínimo detalle su programación musical. Si alguien lo desea, perderse por sus nueve escenarios para degustar entre sus más de 220 artistas es una buena opción para descubrir nuevos valores. Es difícil anotar algunos de esos conciertos para el recuerdo siendo conscientes de que uno no puede llegar a ver ni la cuarta parte del total. No obstante, además de los destacados en los siguientes puntos, hay algunos que merecen una mención aparte: el soul futurista del veinteañero James Blake, la estampida de Grinderman, la revisión de «Desserter’s Songs» por unos Mercury Rev en estado de gracia, el acertado repertorio escogido por Belle & Sebastian, el clasicismo al repasar el repertorio de Galaxie 500 a cargo de Dean Wareham, la sobriedad de Low, la comunión con el público de The Walkmen, la entrega de Rubik, la hecatombe de Swans, John Cale y la orquesta que le acompañaba recreando «Paris 1919» (aunque no las canciones nuevas que presentó), la energía de Caribou… Y sí, Pulp, aunque se recordará más la petición de mano en directo de dos espectadores y el recuerdo a los «Indignados» de la Plaza de Cataluña que algunos momentos del concierto con demasiados medios tiempos.

7. Sufjan Stevens.
Las alas (emplumadas) del inicio de su actuación ya hacían prever que aquello no iba a ser cualquier cosa. Sabiendo que tiene un disco difícil entre manos, «The Age of Adz», Sufjan Stevens lo presentó con un espectáculo grandioso de más de dos horas (toda una licencia en la historia del festival), molestándose además en explicar su origen en un discurso de unos diez minutos. Desde el ropaje con el que lo viste hasta las coreografías, pasando por su suite final de unos cuarenta minutos con ‘Impossible soul’ en varios formatos, todo estaba pensado al milímetro para apabullar. Tan excesivo como único, es imposible pensar en un solo artista británico que pueda idear semejante espectáculo. Como experiencia es irrepetible, y en el bis con ‘Chicago’ se podía ver más de una lágrima.

8. P J Harvey.
La otra propuesta triunfante con plumas, adornando la cabeza de su responsable, fue la de P J Harvey, curiosamente con el planteamiento contrario, la sobriedad y la austeridad total. Cuatro músicos (Mick Harvey, John Parish, Jean-Marc Butty y ella misma al autoharpa), sin alarde alguno, dejando que todo descansase en unas canciones más turbadoras, las de su último disco, pero que sonaron junto a las de otros álbumes, todos bien distintos, como si formasen parte de una unidad. Da la impresión de ser siempre infalible. Espectáculo, ninguno; canciones, todas.

9. Odd Future.
Siempre es un lujo descubrir a un grupo en su mejor momento. Mientras Big Boi, mitad de Outkast, montaba un show festivo, casi verbenero, Odd Future vinieron a anunciar que ellos son el futuro –y presente– del hip-hop. Queda refrendarlo en disco con una distribución normal, porque en directo ya se lo han ganado. En este caso, su magnética actuación tuvo a todos bien pendientes de un escenario en el que cualquier cosa podía pasar desde que Tyler, The Creator saltó al vacío sin red (como si estuviera en la final de salto de longitud de las Olimpiadas) ya en el primer minuto para caer entre el público y seguir su actuación desde allí. Al final, unas 400 personas, arengadas por el colectivo de Los Ángeles, invadieron el escenario saltando al foso y pasando, literalmente, por encima de los efectivos de seguridad. John Lydon, mucho más comedido en su pase con PIL, hubiera enmudecido.

10. Las decepciones.
Con expectativas altas, lo lógico es que no todos respondan. Algo así sucedió con The Flaming Lips, con un show ya visto y unas canciones más sinfónicas que nunca, alargadas por delante y por detrás, con demasiadas interrupciones y un Wayne Coyne tan afónico como siempre. Gonjasufi se empeñó en sonar como Rage Against the Machine y Salem hicieron trizas su disco de debut con un concierto que no era tal. Tampoco Animal Collective consiguieron animar a un Primavera ya cansado en la noche del sábado hasta que subieron el nivel del volumen, más o menos lo que debieran haber hecho otros para contrarrestar a la masa humana.

Artículos relacionados