Josele Santiago: Agreste y eléctrico

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«No pienso en estilos, pienso en canciones; esta vez, a la hora de arreglarlas, me apetecía rockear, y estas canciones no solo lo admitían, sino que, a mi modo de entender, lo pedían, pedían un poco más de energía»

En «Lecciones de vértigo», su nuevo disco, Josele Santiago empuña de nuevo la guitarra eléctrica y sube el ritmo de su propuesta solista, que ya suma cuatro álbumes. Juan Puchades conversa con el ex Enemigos.


Texto: JUAN PUCHADES.


Si tras el final de Los Enemigos parecía que Josele Santiago se estuvieran reinventando en los sonidos acústicos, ahora, con su cuarto disco solista, «Lecciones de vértigo» parece reencontrarse con la electricidad y el rock and roll. Quizá en ello tenga algo que ver el haber abandonado Madrid por la localidad costera barcelonesa de Castelldefels.

Sorprende que tú, madrileño al cien por cien, hayas dejado la ciudad por Castelldefels.

Y lo sigo siendo. Pero, bueno, ya estuve antes fuera de Madrid, durante una temporada viví en Galicia, luego en la Alcarria… No sé, he dado bastantes vueltas, no te creas, porque en los últimos diez años no he estado fijo. Pero claro que soy de Madrid.

¿Te has instalado definitivamente en Castelldefels o es cosa temporal?
No se puede saber, pero en teoría sí, porque me he casado y todo, así que la cosa tiene pinta de que dure.

¿Te has transformado en hombre de mar?
Siempre me ha gustado el mar, en Galicia también estuve cerca del mar, y luego en Madrid lo echaba mucho de menos. Me he aficionado mucho mucho al mar, tanto que lo tengo que ver casi a diario, porque sino me falta algo.

Qué curioso, porque eso más frecuente que le ocurra a la gente nacida y criada al lado del mar.
Sí, pero parece que cualquiera se puede enganchar al carro.

Tras los tres primeros discos, este casi que parece una vuelta al rock, ¿no?
Desde luego es más dinámico, pero antes tampoco estaba lejos del rock; bueno, sí, canciones así tan cañeras como estas hacia tiempo que no hacía. Pero aquello también era rock, si quieres con el pie un poco levantado del acelerador, pero sí que era rock, siempre he hecho rock, yo nunca he hecho flamenco ni cosas así. De todos modos, yo no pienso en estilos, pienso en canciones; esta vez, a la hora de arreglarlas, me apetecía rockear, y estas canciones no solo lo admitían, sino que, a mi modo de entender, lo pedían, pedían un poco más de energía, y dije, ¡pues vamos a dársela!

Algunos temas, tienen un cierto aire de rock and roll clásico, rock de los cincuenta, ¿lo buscabas?
Sí, porque a mí siempre me ha gustado el rock primigenio, el rockabilly, desde que era un adolescente y escuchaba a los Stray Cats y a Dr. Feelgood, que fueron quienes me llevaron hacia atrás. Escuché muy joven a los pioneros, y es un género al que soy muy aficionado, para mí es fundamental, ahí es donde están las raíces.

Sí, a veces se olvida de dónde proviene el rock, el sonido que tenía al principio.
Sí, y aunque tampoco es cuestión de recordarlo constantemente. Amí me gusta mucho, me dice mucho, me gusta acercarme a él, me siento muy cómodo en esos sonidos, en esas tesituras.

¿Las guitarras eléctricas del disco son tuyas?
Todas no, pero los solos y las principales, sí. Pablo [Novoa] me decía, «Joder, ¿por qué no haces tú todas las guitarras, a ver qué pasa?». Y yo encantado, porque tenía muchas ganas de hacer solos, porque estuve centrado en otras cosas.

En los discos anteriores parecía que te habías centrado en la acústica, ¿no?
Sí, empecé a tocar la acústica por una cuestión de que no tenía músicos fijos, iban y venían, y la acústica era como la guía, tocándola a un buen volumen, que viene muy bien, y ahí me quedé, con la acústica. En directo sí que cogía la eléctrica en tres o cuatro temas, y la verdad es que tenía ganas de que llegaran esos temas, pero esta vez ha encajado todo, tengo la banda muy consolidada, con lo cual me puedo dedicar a hacer solos y a lucirme un poquito, y encantado.

¿Entonces, vas a rockear en directo?
Sí, pero, de todas formas, en directo siempre hemos rockeado mucho más, incluso las canciones menos rockeras de los discos, en directo quedan más cañeras.

Tus letras se dan a muchas interpretaciones, y leyendo el texto de promoción que ha escrito Ignacio Julià para el disco, se descubren intenciones que, quizá, a uno nunca se le habrían pasado por la cabeza. Las tuyas no son letras directas y explícitas.
Claro, pero tampoco creo que haya que explicarlas, en esa hoja de ruta se explica un poco pero no la letra en sí, sino la circunstancia en que fue escrita, porque, no sé, hay una canción [‘El lobo’] que me están diciendo que se la he dedicado a Antonio Vega, pues no, lo que pasa es que la escribí cuando él murió, y a raíz de las cosas que se dijeron cuando murió, pero en ningún momento se la dedico a él ni hablo de él, ni de su muerte, no hablo de Antonio, ni tan siquiera de su muerte, ni de la muerte en general. De hecho, la canción habla más bien de la vida, porque las cosas que me impulsaron a escribirla se referían a la vida que llevó Antonio, no a su muerte. Pues igual con la de mi padre [‘Pae’], tú escuchas la canción y no deduces cómo era mi padre, simplemente está hablando de las circunstancia en que está escrita, que fue la muerte de mi padre, que fue un tanto peculiar pues sucedió durante los carnavales y justo al lado de donde estaban las chirigotas, y, coño, para una canción, mínimo, daba. Aquello estaba lleno de gente cantando y tu padre muriendo en el hospital, en ese momento se te va mucho la pinza, te entra una especie de narcosis y dices «esto no puedo ser verdad». Pero de deicar una canción a una persona a que la hayas escrito en unas circunstancias en las que él interviene, pues hay un trecho.

¿La escribiste en el propio hospital o fue unos días después?
Hombre, generalmente, uno siempre lleva una libretita encima, y luego hay que trabajar mucho sobre eso. Apunté algunas cosas en el hospital La mayoría de lo que apuntas en la libreta no vale una mierda, pero casi siempre hay dos o tres cositas sobre las que merece la pena ponerse a trabajar.

¿Eres un observador de la vida cotidiana, para ver si les puedes sacar punta?
Es mi trabajo, tío. He llegado a la conclusión de que eso es lo que mejor se me da, y es algo que me gusta.

En ‘Cachorrilla’ reivindicas la vida agreste, ¿quieres llevar tú la última boina?
Bueno, es una manera de hablar, un tanto catastrofista, pero sí, siempre me ha gustado, desde que nos juntamos Artemio [Pérez] y yo e hicimos el primer disco con Los Enemigos, siempre hemos tenido canciones de mucha querencia al pueblo, al campo, aún siendo los dos de ciudad, que lo somos mucho, siempre nos ha gustado mucho el campo, y a mí me sigue gustando. Me acuerdo de Artemio, pero es que me lo encuentro en el campo, en Madrid no me lo encuentro nunca, pero en el campo, sí. Y ahí está esa canción de botijo, de boina, de montaña y de borricos.

Uno de los temas que musicalmente me han sorprendido es ‘Euforia’, por su toque funk…
Sí, tiene un ritmo muy funky, muy soulero, pero la melodía es más bien pop, la melodía me recuerda a los Attracions, ese tipo de rollo. Mezcla un poco las dos cosas, que es algo que también se hacía en los 70 en Inglaterra, meter elementos soul y funk en un contexto pop, y es algo que siempre me ha interesado. No sé si lo había hecho antes, pero me gusta mucho cómo ha quedado. Con Los Enemigos, a ‘Boquerón’ también le dimos un poco al funk, que de vez en cuando apetece.

Te remites mucho a sonidos clásicos, ¿sigues escuchando música actual?

Sí, pero la música actual que escucho parece vieja [risas]. No sé, es la música que a mí me gusta, la del siglo pasado basada en blues, en rock, en soul, en pop, es lo que me gusta. Lo otro que me gusta es el jazz, pero no lo toco porque todavía no sé, me interesa más el formato de canción.

No se detectan referencias jazz en tu música.
Claro, porque honestamente pienso que hay gente que lo hace mucho mejor que yo, y a mí lo que se me da bien es el formato de canción, canción con su letra, melodía, estrofa, estribillo, el formato de canción clásica es lo que más me gusta trabajar, y con lo que disfruto trabajando.

¿Echas de menos ser miembro de una banda?
No, para nada. Mi experiencia ha sido esa, y como pistoletazo de salida está muy bien estar en una banda, pero luego, tío, te aprisiona por los cuatro costados, es demasiada presión. Y si solo hay un tío que escriba canciones, y ese tío eres tú, es duro.

Es decir, que los nostálgicos de Los Enemigos lo tienen crudo.
Ahí tienen los discos [sin embargo, esta misma semana, y en un homenaje a la sala Ágapo, se reunieron brevemente para tocar unos pocos temas].

¿No hay nostalgia por tu parte?
Hombre, de acuerdo, hay cosas con las que me lo pasé muy bien, que han dejado recuerdos fantásticos, pero no más que otros cualquiera con respecto al pasado. El pasado está ahí, ni para vivir de él ni para renegar de él. Está ahí, ya está [risas].

Pero hicisteis un gran trabajo.
Sí, sí, y estoy muy orgulloso. Nosotros hicimos un trabajo muy, muy bueno.

¿Crees que está lo suficientemente reivindicada la labor de Los Enemigos?
No lo sé, el otro día salió en una revista una retrospectiva muy maja y, coño, me dio mucha alegría. Tampoco me importa demasiado, estoy muy ocupado en el presente y no pienso mucho en esto.

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