El disco del día: Robbie Robertson

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«El álbum es de una belleza incalculable. También por su fuerza, profundidad y accesibilidad a partes iguales, pero sobre todo porque le redime entre la parroquia más rockera»

Robbie Robertson
«How to become clairvoyant»
MACRO-BIOTIC


Texto: GERNOT DUDDA.


Nunca un regreso ha resultado tan estimulante como el que ahora ocupa al gran compositor y guitarrista de The Band, cuyo último trabajo se remonta a 1998. Desde que graba discos con su nombre –hablamos de 1987–, Robbie Robertson se ha revelado además como un inesperado vocalista, dueño de una poderosa y convincente voz lobuna que traslada a la actualidad un legado que para los que hablamos de música es tan necesario como el aire que respiramos.

Y aún hay más: a diferencia de Bob Dylan, por ejemplo (viejo patrón), no necesita justificar continuamente un mito, una leyenda, con la mal entendida obligación de tener que producir continuamente errores y aciertos para así sentirse vivo y en la carretera. No, Robbie Robertson sólo habla cuando tiene algo que decir. Y es ahora, trece años después del sofisticado “Contact from the underworld of Redboy”, cuando ha decidido que es tiempo de hacerlo y con una solidez narrativa y esa autoridad de vieja escuela que muchos sin duda han celebrado.

Reticente hasta el momento a desnudar su alma recordando tiempos pasados –los años 60 y su trabajo como imprescindible lugarteniente de Dylan en sus feroces giras eléctricas de 1965, 1966 y 1974–, la novedad esta vez resulta verle cruzar ese rubycon, hasta el momento vedado para él mismo. Por ejemplo, en ‘This is where I get off’ recuerda sin ambages cómo fue la ruptura de The Band.

Otra rareza ha sido verle grabar y trabajar en Londres, lejos de sus aparentes centros de inspiración tradicionales. Su amigo Eric Clapton co-compone tres piezas, toca en siete y canta además a dúo en una de ellas, ‘Fear of falling’, pero sorprendentemente esto no supone ninguna alteración a la foto final, que es cien por cien Robbie Robertson. Lo mismo ocurre con otros invitados más circunstanciales (Steve Winwood, Trent Reznor, Tom Morello).

Musicalmente, el álbum es de una belleza incalculable. También por su fuerza, profundidad y accesibilidad a partes iguales, pero sobre todo porque le redime entre la parroquia más rockera, poco simpatizante de sus experimentos étnicos y electrónicos de discos anteriores. Una delicia que guarda momentos únicos como ‘He don’t live here no more’ o la emocionante ‘How to become clairvoyant’, con ocasionales conexiones directas a lo mejor de su pasado, reciente y no tan reciente. Destapando el tarro de las esencias sureñas con ‘The right mistake’ y ‘When the night was young’ (tras cuya intro uno casi espera la voz de Al Green o de Dr. John haciéndose con la pieza). Con ‘She’s not mine’ y esas texturas de guitarra que nos trasladan a su debut, producido por Daniel Lanois. O con ‘Axman’, texturas electrónicas en este caso, obra de Marius DeVries, que repite a los mandos. O con la emotiva ‘Won’t be back’, que tiene más de Dylan de lo que su propio autor probablemente reconocería. O Incluso recuperando esa vieja tradición perdida de los instrumentales, contando aquí con dos bien sólidos, estructurados y elegantes (‘Madam X’, ‘Tango for Django’).

A lo mejor estamos ante el primer gran trabajo suyo de madurez. Brillante comienzo de lo que aún ha de venir. Aunque tengamos que esperar otros diez años para ello.

Anterior entrega del disco del día: Antònia Font.

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