El disco del día: Sergio Makaroff

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«No puede ser más gratificante ver que la esencia continúa y se va depurando, que Makaroff cada vez se aferra más a las pequeñas cosas en un optimismo que da oxígeno a lo más sencillo»

Sergio Makaroff
«El inventor del rompehielos»
AUTOEDICIÓN (a la venta en FNAC y tiendas digitales)


Texto: CÉSAR PRIETO.


Es una pura delicia enfrentarse de nuevo a un disco de Sergio Makaroff. Para los que tenemos los años y la suerte de poseer sus primeros singles, allá por el inicio de los 80, no puede ser más gratificante ver que la esencia continúa y se va depurando, que Makaroff cada vez se aferra más a las pequeñas cosas en un optimismo que da oxígeno a lo más sencillo: un paseo como en ‘La luz del cielo’ o el amor que enseñan las mujeres al besar en ‘El misterio’, tan calida su slide como su letra. Es este un gran disco, sí, y un disco cuyos materiales beben de la ilusión y la ligereza. Un disco abierto.

Déjenme un inciso. Hay una canción excepcional, inmensa, de un dolor que se adivina y no transluce, perfectamente estructurada en su riff y su historia, un desengaño amoroso en que naturaleza, voz y palabra se alían para buscar la soledad: es ‘El faro’. Solo por ella merece la pena mecerse en el disco. El resto es más desinhibido, un aire porteño –mucho más que nunca en él– parece inundar de plata ‘Loco’ o ‘El golpe’, buscar la fiesta de un país perfecto en ‘Perdido’ –una rumba eléctrica a la manera de Los Rodríguez– o recrearse en el himno que es ‘Todos mis amigos’, cuyo estribillo no desmerecería el catálogo de Tequila. De todo lo que ha sido su mundo hablo.

No en vano Ariel Rot lleva las guitarras y la dirección musical. Y otro ilustre aferrado a la pervivencia como es Jaime Urrutia participa en ‘El suicidio de los escarabajos’, una diversión con presencia de contrabajos y de country. Y aún así –voy siguiendo casi canción a canción– el fin del disco es un verdadero «tour de force» en el que abraza estilos que reinventa. ‘Qué más me da’, con su guitarra progresiva y su tono de milonga recuerda esos apalanques tan preciosos de Gato Pérez, ‘El sentido de la vida’ es una balada hecha terciopelo por el sintetizador y ‘Ven’ recoge la calidez sofisticada del ‘Fame’ de Bowie. Uff, llegando al final resulta que es un disco difícil de calibrar, unos de esos álbumes en que la impresión es alegre y acogedora, pero uno no encuentra las palabras para explicar porqué esas canciones hacen más habitable, más interesante, el mundo.

Anterior entrega del disco del día: Rumba Vella.

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